Por Pedro Juan González Carvajal*
A pesar de los grandes
esfuerzos que se hacen en la mayoría de las organizaciones por mantener un
clima laboral respetuoso y amable, desarrollando procesos que muchas veces
llegan a ser puntos importantes dentro de los protocolos internos, también es
muy común que las comunicaciones informales, el no respeto de los canales de
comunicación formalmente establecidos, los chismes, “radio pasillo”, sigan
teniendo plena vigencia cuando ya superamos la primera quinta parte de este siglo
xxi.
La falta de carácter, la
bajeza de personalidad, la inseguridad, la cobardía, la deslealtad, la falta de
respeto por sí mismo y por los demás, las actitudes y las posturas rastreras,
son típicas de seres insignificantes que se escudan tras el anonimato para, en
teoría, denunciar, divulgar o expresar su inconformidad, no de manera abierta y
transparente, sino de una manera retrechera y turbia.
En las organizaciones en
general se abren espacios como los buzones de quejas, sugerencias y reclamos
para facilitar que la gente se aproxime y de manera privada, empleando un
mecanismo formal, exprese sus comentarios. En otras, las puertas de la
comunicación y del intercambio de ideas están permanentemente abiertas y
dispuestas a escuchar, en un ejercicio dinámico de mejoramiento continuo.
Otra cosa es aquel
individuo que dirige comunicaciones a destinatarios específicos para entregar
algún mensaje sin atreverse a dar la cara, tratando con sus supuestas denuncias,
de informar acerca de un pretendido secreto a voces, de posturas sumisas que no
encuentran espacios de expresión y lo que tratan en el fondo es desestabilizar
y motivar la duda, sembrar la cizaña, usualmente tratando de asumir el papel de
víctima y de vocero de otras personas que no le han otorgado dicha
representación.
Recientes sofisticaciones
tecnológicas ponen al servicio de este tipo de personas y en el mismo plano a
las llamadas “fake news” y a los “memes” acomodados y con el objetivo de
ridiculizar o atacar a personas e instituciones.
Al anónimo no se le debe
dar importancia y mucho menos trascendencia, puesto que no existe, pero no deja
de ser desmotivante y desconsoladora su ocurrencia o su uso en organizaciones
que hacen ingentes esfuerzos por definir, rescatar y proteger, una forma deseable
de comportamiento, una cultura organizacional.
Pero bueno, en el mundo
estamos y hay de todo como en botica.
Una invitación sincera a
construir lazos de confianza que faciliten la comunicación a todos los niveles,
para garantizar la calidad del clima laboral y el mejoramiento de las dinámicas
comunicacionales tanto internas como externas.
Pasando a otro tema, se
habla de la crisis de valores y muchas veces la denuncia de su desaparición va
por un lado y las acciones reales van por otra. Un asunto importante tiene que
ver con el respeto al cumplimiento de la palabra empeñada, del acuerdo
suscrito, del pacto firmado, del simple estrechón de manos como símbolo de que
se ha llegado a una situación en la cual las partes están de acuerdo. El 09 de
marzo de 1990, en Caloto, Cauca, fue firmado el Acuerdo de Paz con el M-19.
Posteriormente sería refrendado en la Casa Presidencial por el entonces presidente
Virgilio Barco y el comandante Carlos Pizarro Leongómez, quien fuera
posteriormente vilmente asesinado.
Este acuerdo ha sido calificado
por expertos nacionales e internacionales como un completo éxito y en él la
sociedad colombiana representada legal y legítimamente por su Gobierno, abrió
el espacio para la reincorporación plena a la vida civil de los integrantes de
este movimiento, algunos de los cuales han ocupado altos cargos de elección
popular con excelentes resultados.
Que este hecho de
trascendental importancia histórica nacional, del cual las partes han sido respetuosas,
no sea olvidado a la ligera y que en aras de la simple “buena educación”
sepamos respetar la palabra empeñada y la firma registrada y tratemos con
respeto a quienes han cumplido a cabalidad con dicho acuerdo.
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