Por Luis Alfonso García Carmona*
Podrás engañar a todos durante
algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre
a todos. (Abraham Lincoln)
La publicación de comprometedores videos en los que se
destapa, por boca de los principales estrategas y asesores de la campaña
“petrista”, la inmoralidad y el maléfico cinismo que emplean para llegar al
poder nos ha dejado estupefactos.
No se puede caer más bajo ni actuar de manera más vil y
rastrera contra la honra y el prestigio de los demás. La capacidad de Petro y
sus cómplices para mentir y saltarse las normas legales y las de la decencia no
tiene parangón en la historia política de Colombia.
Como advirtió uno de los asesores de esta banda criminal
denominada “Pacto Histórico”, si esto llega al conocimiento público estamos
perdidos. ¿Con cuál autoridad moral seguirán atacando a su rival, el ingeniero
Rodolfo Hernández? ¿Cómo van a ocultar ante la opinión pública su monstruoso
plan de tomarse el poder mediante la combinación de todas las formas de lucha,
legales e ilegales, como lo aprendieron en la cartilla marxista-leninista?
No tardó el rey de la mentira, el exguerrillero Petro, en
atribuir el descubrimiento de su asquerosa estrategia a una infiltración en su
campaña, cuando la verdad es que el origen de este monumental escándalo es el
arrepentimiento de uno de sus militantes que se sintió imposibilitado
moralmente para persistir en tan ignominiosa conducta.
Ya lo dijo el Evangelio: “Cuidado con los profetas
falsos; se acercan con piel de oveja, pero por dentro son lobos rapaces. Por
sus frutos los conoceréis” (Mt 7, 15-20)
El aprendizaje del candidato de esta cuadrilla
delincuencial estuvo signado desde muy joven por el crimen: secuestros,
violaciones, asesinatos, magnicidios como el del Palacio de Justicia, actos
terroristas. Entendió que para eludir la acción de la Justicia todo vale:
Inclusive robarse el expediente del proceso donde fue condenado para poder
aspirar al Senado, a la alcaldía de Bogotá y ahora a la Presidencia en contra
de un claro mandato legal que impide elegir a quien haya sido condenado.
Recordemos que el propósito de la quema del Palacio de Justicia no era otro que
el de desaparecer los expedientes que conducirían a la extradición de Pablo
Escobar y otros capos de la mafia.
Me resisto a pensar que todavía existan en Colombia
millones de compatriotas que crean en el absurdo sartal de mentiras que ha
empleado este falso profeta con piel de oveja para conquistar su voto. ¿Será
que puede más el odio de clases o el castigo a quienes se han atrevido a
desafiar a la guerrilla y a quienes lograron reducir el área sembrada de cocaína?
La abominable estrategia del comunismo, descubierta en los
videos que circulan por todos los medios, nos indica a las claras que el
objetivo no es otro que llegar al poder y convertir a nuestra querida patria en
otro “paraíso bolivariano” como Venezuela, Cuba o Nicaragua. Para alcanzarlo
están dispuestos a pasar por encima de todo y de todos. ¿Vamos a permitirlo los
colombianos?
Cualquiera que sea el motivo que algunos tengan para
abstenerse de votar o para votar en blanco a sabiendas de que dicho voto no
tiene ningún efecto legal, me permito señalar que por encima de cualquier razón
está la supervivencia de Colombia y el bienestar de los colombianos y de sus
hijos. Todas las demás razones deben ceder ante el fin supremo de salvar a
Colombia.
Dejemos de creer en los falsos profetas. Basta con mirar su
oscuro pasado, sus despreciables aliados y su ignominiosa forma de hacer
política.
En este momento en que el país sólo pide tu voto para no
convertirse en un estado-prisión bajo el látigo comunista, como el que padecen
hace 60 años nuestros hermanos cubanos, no te quedes en casa sin votar. Te
convertirías en cómplice de esta irreparable tragedia que no tiene marcha
atrás.
Aunque los secuaces del exguerrillero impulsen el voto en
blanco, ya sabemos que ellos masivamente votarán por su candidato y lo que
pretenden es restar votos a su contrincante. No caigamos en esa infantil treta.
Votemos en contra de Petro y su banda de malhechores. El ingeniero Hernández es
un hombre probo, bien intencionado, no contaminado por la vieja política y está
acompañado de Marelen Castillo, una mujer de origen humilde, pero con una
excelente preparación y una vida dedicada a la cátedra universitaria.
La decisión es muy fácil: Votemos masivamente por Colombia y el futuro de nuestros hijos; no entreguemos el país a quienes pretenden destruirlo.