Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez*
El mundo y la región tienen los ojos puestos en las
elecciones colombianas. Recordemos que los ladrones son amigos hasta el momento
de repartir, y el botín en este caso, son los próximos comicios presidenciales.
Nos muestra la historia que las democracias empiezan a
perderse cuando el ciudadano pierde la confianza en el sistema electoral, y
empiezan a caer cuando al menos uno de los contendores con posibilidades está
por encima de la ley, cuenta con recursos ilimitados, tiene respaldo armado y
se vale del terror para amedrentar a la población.
Es hora de que el país entero juegue con la camiseta de
ganar y vote por la libertad, rechazando los ataques de las fuerzas que nos
quieren convertir en perdedores y llevarnos al decrecimiento y la
autodestrucción. Esto no se soluciona firmando más acuerdos lisonjeros, con los
cuales solo se legitima lo que los ilegales nunca van a cumplir.
Llegó el momento de unirnos frente a una compleja realidad;
la infiltración ideológica de quienes han sido victimarios, en el sistema
educativo y en muchas entidades del Estado como la justicia, el parlamento y
los entes de control. Tenemos que pronunciarnos en contra de la forma como
están amenazando a los trabajadores para que no puedan ir a laborar y sientan
miedo de votar, generando angustias y destrucción de valor en las poblaciones
más afectadas por el microtráfico y el narcotráfico.
Los colombianos somos un pueblo honrado y trabajador. No le
apostemos más a las falsas promesas de asesinos, cacos, ideólogos resentidos,
terroristas y seres degenerados que hablan de arreglar el país mientras
amenazan con terrorismo, estatización, concesión de perdón social y creación de
mecanismos jurídicos absolutorios a los actores y a las acciones de la violenta
delincuencia criminal.
Exijamos que quienes nos gobiernen y lideren sean personas
buenas, honorables, preparadas y con voluntad de servicio, no quienes han
traspasado la barrera criminal destruyendo y eliminando vidas humanas, ni
quienes los acolitan. Aprendamos que ni con el terrorismo, ni bajo amenazas de
terror alguno se puede acordar o pactar nada. Eso es una burla y un negocio.
No permitamos en Colombia, lo que ya ocurrió en las
dictaduras que destruyeron Cuba, Venezuela y Nicaragua, ni lo que sucedió en
Bolivia, Chile, Perú, Argentina y México. No hay reversa democrática una vez se
toma el poder alguien respaldado por el crimen organizado que le imponga al
pueblo un régimen totalitario narco-comunista fundamentado en el resentimiento,
el odio de clases y los discursos que favorecen a las minorías comprometidas y
excluyen el interés general.
Si en Colombia elegimos a una persona cuya formación y
trayectoria está por fuera del marco de la legalidad, y si optamos por un
sistema contrario a la libertad de empresa, ¿cómo hará el estado para
mantenernos a todos, cuando no existan negocios e inversionistas lícitos que
generen ingresos, puestos de trabajo y paguen los impuestos?
¿Cómo hará el país y los próximos gobiernos para poder
financiar su gasto operativo y la inversión social, si elegimos un sistema que
sea complaciente con toda suerte de actividades ilegales, como son la
deforestación para la siembra de coca, la producción de cocaína, la minería
ilegal y el contrabando, y que no dé estabilidad jurídica ni garantías a la
inversión doméstica y extranjera?
¿Cómo puede un gobierno aliado con el terrorismo, que se
oponga a la economía de mercados y a la producción tecnificada y debidamente
mitigada de hidrocarburos y minerales, mantener un nivel de deuda sostenible,
invertir en preservar y mantener el medio ambiente y transformarnos en una
economía de servicios?
La única forma es realizando ahora una juiciosa extracción
legal, moderna y tecnificada de recursos naturales, como única actividad que le
genera regalías al Estado y a las regiones, de modo que la curva de ingresos de
la hacienda pública no sea cada día más insuficiente frente a una mayor demanda
agregada de una población joven que requiere más educación, empleo, salud,
energía, infraestructura básica y de transporte, comunicaciones, etcétera.
La elección que se avecina no es sobre la relatividad
ideológica entre izquierda y derecha. Lo que está en juego es la libertad de
toda una nación. Los procesos revolucionarios sean abiertos o enmascarados,
pseudo democráticos o nuevas modalidades de dictaduras, son aceleradores del
empobrecimiento colectivo y una forma clara de opresión e injusticia social
generalizada.
No hace sentido reemplazar la constante lucha del Estado
contra la corrupción, por un sistema totalmente corrupto, totalitario,
narco-comunista, financiado por la ilegalidad y la devastación social y
ambiental de que se nutre la criminalidad en todas sus formas y
manifestaciones, y que pretende cambiar el referente de los valores que
soportan nuestra normatividad y nuestra libre movilidad económica.
Cuidado que el candidato del narcoterrorismo no es
Clístenes, ni las circunstancias del mundo actual son las de Grecia antigua, ni
las de Francia al derrocar la monarquía. Lo que puede ocurrir en Colombia, que
ha sido por 212 años una democracia constitucionalista republicana, imperfecta
pero libre y con una sólida institucionalidad, es la instauración de un
totalitarismo narco-comunista.
El malvado y nefasto tartufo, fue quien en Colombia
convirtió lo ilegal en legal. Fue quien le dio pasaporte social a la
criminalidad con su acuerdo de paz, y por ese detalle, esto se puede calentar
feo e incluso llevarnos a una guerra civil.
Ese muñeco diabólico, su perverso titiritero y toda su
pandilla, fueron quienes compraron la cuestionable enmienda constitucional con
que le abrieron la posibilidad a toda suerte de criminales de participar en
política y de ocupar cargos públicos, disfrazando de cambio a la dialéctica
demagógica del populismo que siempre se vale del engaño para abusar de
desinformados, inconformes, inútiles e ignorantes.
La pregunta es, ¿cuál cambio?, ¿cambio positivo para bien,
con esfuerzo, trabajo y sacrificios? o ¿cambio para mal de manera facilista que
nos lleve a una irrecuperable destrucción de valores y valor?
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