Por Antonio Montoya H.
Siempre mi padre me dijo: Anto, como me llamaba, nunca podés
pensar en el futuro con claridad y objetividad, si no reconoces y entiendes las
enseñanzas del pasado, a lo cual, obviamente, uno a edad temprana no le para
bolas y cree que es un cuento del papá para echar cantaleta o para
vanagloriarse de lo que hacía. Afortunadamente siempre fui muy apegado a él y él
a mí, y logró ir mostrándome a través de las conversaciones, la historia, las
cosas importantes y baladíes de la vida, los sucesos que se iban dando unos a
otros, la explicación del porqué y lo que iba a suceder sino se daba un
movimiento específico y esto, hoy para mí, años después de su fallecimiento,
sigue siendo como una brújula que me va orientando en el caminar de la vida.
Traigo este cuento a colación para mostrarle a la gente, a
los ciudadanos colombianos, que no podemos repetir la historia. Nuestros
grandes personajes de la humanidad previeron lo que se venía en sus discursos,
escritos o exposiciones en diversos eventos y nadie paraba bolas, por el
contrario, otros ministros y hasta personas de la monarquía negociaban con el
enemigo pretendiendo con ello firmar acuerdos y quedarse aislados de los
conflictos que se venían. Así Rusia negoció un acuerdo de no agresión y de nada
le valió, lo invadieron. Otro de ellos fue el inglés Arthur Neville Chamberlain,
que firmó el llamado acuerdo de Múnich, que fue un desastre. Así, todos esos
acuerdos al final del cuento no sirvieron para nada a causa del deseo Hitler de
construir un gran imperio, los maquinó perversamente para tranquilizar el
contrincante y luego darles la estocada final e invadirlos. Esa es la trágica
historia de los pusilánimes, de aquellos que se doblegan fácilmente, que viendo
lo que viene resignan por mantener la tranquilidad un tiempo. Así se fue
generando lo que fue la Segunda Guerra Mundial de seis largos años, con
millones de muertos de lado y lado, destrucción, dolor y lágrimas, y que
requirió una acción conjunta para derrotar a quienes querían a toda costa obtener
territorios y dominio.
Todo esto se hubiera evitado si los gobernantes y los
ciudadanos, desde el inicio cogen las riendas de su presente, no se dejan
doblegar y hacen que impere el orden, la tradición y el respeto por la ley.
Observo con preocupación que todo esto que narré, pueda
darse en Colombia; políticos aliados con personajes populistas, que no saben
administrar y se camuflan con ellos solo por acomodarse en un futuro gobierno
de izquierda, traicionando sus ideales, a las personas que los apoyan,
alejándose de la realidad. Se les olvida que ellos, los comunistas, los de la
primera línea, toman todo lo que se les ofrece y no dan nada a cambio, luego
los desechan, después de haberlos utilizado para obtener sus objetivos.
Esta oportunidad de salvar la democracia no se puede
perder. Es ahora o nunca y lo logramos eligiendo al Congreso los mejores, luego
votar en las presidenciales por ideas, personas serias y trabajadoras; tenemos
gente buena Federico Gutiérrez, Álex Char, Óscar Iván Zuluaga, y otros más,
pero nunca Petro.
Salvemos la democracia