viernes, 28 de enero de 2022

Trabajo sí hay pero...

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.* 

Finalmente, uno como ser humano es el resultado de la educación recibida, la del hogar y la de la escuela. Hace años había un afiche que decía: los niños aprenden lo que viven. No voy a repetir el contenido de su mensaje, pero en el fondo se exhortaba a dar ejemplo, definitivamente el mejor maestro en valores. 

A mi mamá la conocí trabajando. Se levantaba de madrugada para dejar todo listo. Nunca tuvimos empleada para los oficios domésticos, así que sábados y domingos eran para atender todos los asuntos pendientes. Que recuerde, excepcionalmente tuvo vacaciones. Una mujer incansable que laboraba de sol a sol. Aprendí, entonces, que hay que trabajar honestamente para sobrevivir modestamente, ganarse el pan y salir adelante en la vida. Desde muy temprana edad y en los tiempos de vacaciones, hasta que me hice jesuita, comencé a laborar con el apoyo de algunos familiares y amigos, atendiendo en el almacén de ropa infantil, colaborando en un taller de escultura, apoyando labores de metalmecánica, fungiendo en tareas de oficina, vendiendo en una papelería, fabricando emparedados, como sacristán responsable de un templo… aprendí ahí el valor del trabajo, me sentí millonario con mi primer salario y pronto me decepcioné al ver que el dinero no alcanzaba para todo lo que quería comprar, aprendí a ahorrar y ser responsable.

Todo este cuento hasta aquí para decirle a los padres de familia y también a los jóvenes, que hay que aprender a trabajar, que el dinero no cae de los árboles, que las cosas cuestan… Cuando no existen estas experiencias y a uno todo se lo dan, lo miman con cuanto capricho expresa, se lleva una vida mullida y facilitona, no se aprecia el valor de las cosas.

Observo a jóvenes generaciones que sin concluir sus estudios universitarios quieren ser ya gerentes y presidentes. Acumulando teoría y títulos se sienten con derecho a ser líderes de multinacionales. No que no sueñen y tengan derecho a aspirar, sino que nunca aprendieron a hacer fila y progresivamente ascender. No aceptan labores secundarias. No saben de la vida con sus retos, problemas y frustraciones, pero quieren tomar decisiones trascendentales. Y no es que no crea en sus capacidades, porque también fui joven y muy pronto me confiaron responsabilidades. Me refiero a que hay que aprender y hacer escuela, a que primero hay que saber obedecer si se quiere luego saber mandar.

Trabajo si hay, pero muchos rechazan las ofertas, porque quieren ganar mucho y hacer poco, porque si no es en altos cargos se sienten humillados. Y en el ámbito de las entidades pasa igual: se quejan de que la cosa está dura, pero cuando se les pide una cotización no la mandan y si se les confía un trabajo lo hacen a medias y de baja calidad. ¿Cuándo aprenderemos a hacer las cosas bien?, ¿cuándo a trabajar responsable y juiciosamente? Sin duda, es un asunto de cultura y de contexto que ayudará a construir un país de gente que lucha y trabaja o un país de mediocres presumidos y atenidos. Trabajo sí hay, pero…