Por Antonio Montoya H.*
Es indudable que uno de los grandes problemas que tenemos
en Colombia es el de la elección popular a cargos públicos y entre ellos tenemos
los de presidente, gobernadores y alcaldes, Congreso de la República (Senado y Cámara),
diputados y concejales, para no referirme sino a los más representativos en la
democracia. Esa problemática se da desde la Constitución colombiana que no
exige sino edad y ser ciudadano en ejercicio para acceder a esos cargos públicos,
y por ello, en mi opinión, tenemos el origen de las grandes dificultades que se
tienen que sortear para poder tener leyes serias, coherentes, que faciliten la
vida en comunidad y no como ocurre hoy que son leyes llenas de intereses
personales, desconociendo el beneficio o interés colectivo lo cual no se
perciben sino al final, después de ser aprobadas y estar vigentes.
En muchas ocasiones se aprovechan del desconocimiento de la
misma ley, de la forma en que funciona el sistema de aprobar las leyes, las ordenanzas
o los acuerdos, que los llevan a cometer grandes errores que perjudican a la
comunidad. Ello se da porque no están preparados, no tienen experiencia publica,
no son profesionales, ni técnicos, ni tecnólogos; muchos son hombres de bien
que llegan a esos cargos con una gran voluntad, pero que rápidamente caen en
los acuerdos y compromisos adquiridos.
Hay recordados casos, pero no quiero decir nombres para no
molestar u ofender a las personas, que es de lo que más nos tenemos que cuidar,
porque una mala frase, una palabra mal utilizada queda en la mente y el corazón
de quien ofendemos y difícilmente se borra esa sensación de malestar y dolor,
por ende, no incurriré en él. Solo manifiesto que en las campañas los políticos
de carrera, curtidos en los avatares de elecciones recurren a personas muy
reconocidas, buenas, con grandes logros en sus vidas, pero con un
desconocimiento total de la vida política. Como magos que son los ilusionan y
les pintan pajaritos prometiéndoles ayudarles a que sus comunidades mejoren la calidad
de vida, y llegado el día se dan contra la tierra al vivir en carne propia, con
crudeza, su triste realidad. Entienden que los llevaron a distintos sitios únicamente
para contar con esos votos recogidos por el reconocimiento de sus glorias, y
luego se ven abandonados, tirados, votando proyectos sin razón, qué triste eso.
Sin duda alguna la no exigencia de mayores requisitos para
acceder a cargos públicos lleva a obtener los desatinos que permanentemente
vemos en el texto de las leyes, por cuanto gobernar no es tarea fácil y menos
cuando el desconocimiento de las normas conlleva al surgimiento de más
problemas, leyes injustas, mal redactadas y con problemas jurídicos.
Podrán entender por qué en nuestro país no se reforma el Congreso.
Una simple razón, porque ellos mismos lo deben hacer y por ende no existe el
interés legítimo de reformarse, de dar muestras de trasparencia. La mayoría de
los congresistas están maniatados, no tienen la fuerza necesaria los pocos que
deseen disminuir el número de congresistas y los salarios, no hay con quien, la
ignorancia y la torpeza impedirá la gran reforma que se requiere y los mismo en
la justicia. Es que, sin estructura, sin entender el concepto de democracia, de
respeto por la ley, sin conocimiento de las diversas ramas del saber, no podrán,
más allá de sus narices, gobernar.
Por todo lo anterior, es que preocupa la forma en que se
están conformando las listas para las próximas elecciones de Congreso, a dedo. Cada
jefe o grupo las va armando de acuerdo con los intereses partidistas y no con
base en el conocimiento, el respeto por la ley y el orden.
Estamos equivocando el camino, el país requiere desde sus
gobernantes ortodoxia en el manejo público, que nos dirijan y gobiernen
personalidades que enarbolen valores, prestigio, conocimiento, disciplina y
orden, y lo que veo es lo contrario, personajes groseros, intolerantes exigen respeto,
pero no lo dan, son enemigos de la democracia aspirando a los cargos públicos
para coadyuvar a la destrucción de Colombia.
Es la oportunidad, única, última para reflexionar con
seriedad al momento de ir a las urnas, no votemos por los amigos, votemos por quienes
han sido verdaderos defensores de la democracia, que están preparados y tienen
en su mente al territorio nacional y a ellos démosle todo el apoyo, fuerza
moral y acompañamiento real.
Viva la democracia, viva la institucionalidad.