lunes, 6 de diciembre de 2021

Yo afirmo

Antonio Montoya H.
Por Antonio Montoya H.*

Es indudable que uno de los grandes problemas que tenemos en Colombia es el de la elección popular a cargos públicos y entre ellos tenemos los de presidente, gobernadores y alcaldes, Congreso de la República (Senado y Cámara), diputados y concejales, para no referirme sino a los más representativos en la democracia. Esa problemática se da desde la Constitución colombiana que no exige sino edad y ser ciudadano en ejercicio para acceder a esos cargos públicos, y por ello, en mi opinión, tenemos el origen de las grandes dificultades que se tienen que sortear para poder tener leyes serias, coherentes, que faciliten la vida en comunidad y no como ocurre hoy que son leyes llenas de intereses personales, desconociendo el beneficio o interés colectivo lo cual no se perciben sino al final, después de ser aprobadas y estar vigentes.

En muchas ocasiones se aprovechan del desconocimiento de la misma ley, de la forma en que funciona el sistema de aprobar las leyes, las ordenanzas o los acuerdos, que los llevan a cometer grandes errores que perjudican a la comunidad. Ello se da porque no están preparados, no tienen experiencia publica, no son profesionales, ni técnicos, ni tecnólogos; muchos son hombres de bien que llegan a esos cargos con una gran voluntad, pero que rápidamente caen en los acuerdos y compromisos adquiridos.

Hay recordados casos, pero no quiero decir nombres para no molestar u ofender a las personas, que es de lo que más nos tenemos que cuidar, porque una mala frase, una palabra mal utilizada queda en la mente y el corazón de quien ofendemos y difícilmente se borra esa sensación de malestar y dolor, por ende, no incurriré en él. Solo manifiesto que en las campañas los políticos de carrera, curtidos en los avatares de elecciones recurren a personas muy reconocidas, buenas, con grandes logros en sus vidas, pero con un desconocimiento total de la vida política. Como magos que son los ilusionan y les pintan pajaritos prometiéndoles ayudarles a que sus comunidades mejoren la calidad de vida, y llegado el día se dan contra la tierra al vivir en carne propia, con crudeza, su triste realidad. Entienden que los llevaron a distintos sitios únicamente para contar con esos votos recogidos por el reconocimiento de sus glorias, y luego se ven abandonados, tirados, votando proyectos sin razón, qué triste eso.

Sin duda alguna la no exigencia de mayores requisitos para acceder a cargos públicos lleva a obtener los desatinos que permanentemente vemos en el texto de las leyes, por cuanto gobernar no es tarea fácil y menos cuando el desconocimiento de las normas conlleva al surgimiento de más problemas, leyes injustas, mal redactadas y con problemas jurídicos.

Podrán entender por qué en nuestro país no se reforma el Congreso. Una simple razón, porque ellos mismos lo deben hacer y por ende no existe el interés legítimo de reformarse, de dar muestras de trasparencia. La mayoría de los congresistas están maniatados, no tienen la fuerza necesaria los pocos que deseen disminuir el número de congresistas y los salarios, no hay con quien, la ignorancia y la torpeza impedirá la gran reforma que se requiere y los mismo en la justicia. Es que, sin estructura, sin entender el concepto de democracia, de respeto por la ley, sin conocimiento de las diversas ramas del saber, no podrán, más allá de sus narices, gobernar.

Por todo lo anterior, es que preocupa la forma en que se están conformando las listas para las próximas elecciones de Congreso, a dedo. Cada jefe o grupo las va armando de acuerdo con los intereses partidistas y no con base en el conocimiento, el respeto por la ley y el orden.

Estamos equivocando el camino, el país requiere desde sus gobernantes ortodoxia en el manejo público, que nos dirijan y gobiernen personalidades que enarbolen valores, prestigio, conocimiento, disciplina y orden, y lo que veo es lo contrario, personajes groseros, intolerantes exigen respeto, pero no lo dan, son enemigos de la democracia aspirando a los cargos públicos para coadyuvar a la destrucción de Colombia.

Es la oportunidad, única, última para reflexionar con seriedad al momento de ir a las urnas, no votemos por los amigos, votemos por quienes han sido verdaderos defensores de la democracia, que están preparados y tienen en su mente al territorio nacional y a ellos démosle todo el apoyo, fuerza moral y acompañamiento real.

Viva la democracia, viva la institucionalidad.