Por Luis Guillermo Echeverri Vélez*
¡Parece que vamos a convertir a Latinoamérica en la
Tierra del Olvido!
1. Educar es construir cultura, lo cual demanda
vocación, conocimientos, profesionalismo, generosidad, dedicación y disciplina.
En cambio, destruir y malcriar es asunto sencillo.
Nuestra civilización
entró en la era del conocimiento y dependemos de un ámbito global
intercomunicado en tiempo real gracias a la convergencia digital, tecnológica y
científica. Lograr o no la “SosTecnibilidad” del planeta y de sus especies
requiere que el balance económico y social de cada país sea bueno, para que a
los negocios y a los ciudadanos les pueda ir bien en materia de empleo, ingreso
real y calidad de vida. Además, es imprescindible que cada región o bloque de
naciones con identidad cultural, camine en la misma dirección, pues del
progreso o el atraso de cada mercado depende del de sus vecinos o naciones
hermanas.
Presencial o
virtualmente nuestros maestros y los medios en buen uso de su misión de
informar a la sociedad, con ética, mística y mentalidad positiva, deberían
mostrarle como ejemplo a la juventud estudiante, todo lo que representa esta
impresionante exposición mundial Expo-Dubai 2020, que encarna el globalismo y
las comunicaciones convergentes, en lugar de seguir abonando la mediocridad y
el resentimiento social, con la trasnochada sopa del populismo regional asociado
con el terrorismo.
Al contrastar los
estándares de progreso de regiones como la Unión Europea, algunos bloques
asiáticos y del mediano Este, con el conjunto de las sociedades de América
Latina, se concluye que, en lugar de progresar vamos en un franco retroceso.
Mientras que el Asia galopa, en nuestro hemisferio, la inversión y las personas
que desarrollan negocios en el sector privado, que son quienes contribuyen y
mantienen nuestras economías, no encuentran cómo confiar en aquella otra parte
de la sociedad que realiza la conducción política, judicial y administrativa de
los Estados.
Al compararnos con
casos de éxitos más recientes cómo los de Corea del Sur, los Emiratos Árabes
Unidos, Israel, Singapur o Malasia, vemos cómo sus líderes crearon una cultura
de superación basada en el respeto a la ley, el orden, la disciplina, el
cumplimiento de las obligaciones, el ahorro y la seguridad ciudadana
fundamentada en un comportamiento respetuoso de los derechos de los demás. Son
naciones donde la sociedad castiga con fuerza la ilegalidad y la corrupción, y
tiene un objetivo común: Trabajar para progresar.
2. El elevado costo de los egos, vanidades e
Individualismos y de la politización del liderazgo institucional.
Cuando el interés
general está primero que el personal, se invierte en educación y no en
resentimiento, la justicia representa una garantía, se construye una
infraestructura moderna, con la planeación adecuada, se mejora la eficiencia de
los servicios básicos, la movilidad y la conectividad, se mantienen los
sectores extractivos respetando el medio ambiente con eficiencia, y en general
se vive un espíritu de progreso colectivo permanente.
Con escasas
excepciones, el liderazgo político e institucional de nuestra región ha
demostrado mediocridad y esterilidad en su capacidad constructiva y de
ejecución, y cuando asoma la cabeza un buen líder, los egos y vanidades de sus
pares, predecesores y opositores, levantan la mano y lo apedrean con alevosía,
no sin estar ellos libres de pecado alguno.
Cada país acusa sus
propios problemas, pero quienes tenemos responsabilidades institucionales
debemos unirnos para reflexionar antes de que sea muy tarde y para que en lugar
de décadas perdidas lleguemos a un punto de no retorno en materia de atraso y
miseria colectiva.
Y es que cuando China y
Rusia se han integrado a la globalización, no sin diferencias, claro está, son
innegables los desastres políticos, sociales y económicos de Cuba, Venezuela,
Nicaragua, para no hablar de lo que viene ocurriendo en Bolivia, Perú, Chile,
Argentina, México y Ecuador, y de las amenazas ideológicas latentes en
Colombia, Guatemala, Honduras y El Salvador.
No hay que ser
ilustrado para entender que a diferencia de los líderes mundiales que
construyen progreso y bienestar para las sociedades que conducen, el problema
en Latinoamérica, más que un asunto de derecha e izquierda, es una mezcla de
comunismo y populismo, agravada por falta de integridad personal y de
responsabilidad, y por la permisividad con la corrupción y el crimen organizado.
Hoy, cuando más
profesionales educados y capaces tenemos en la región, no se comprende cómo los
egos y las vanidades de los líderes, no les permiten a los partidos fichar
profesionales éticos y preparados, sensatos, con experiencia demostrada,
alejados de la reencauchadora del clientelismo, caracterizada por reciclar
personas “de profesión político”, que nunca han pagado una nómina ni enfrentado
un estrés financiero en su vida.
Es culpa nuestra no
elegir a las personas con las mejores aptitudes, calidad humana, formación
ética, atributos profesionales y con vocación de servicio a la patria y
retribución a la sociedad, y no solamente a su peculio o al de sus mecenas
electorales de ocasión.
3. Un ejemplo de cuánto significa
la conciencia social colectiva en función del progreso.
No hay que ir muy lejos
para ver las diferencias de los modelos. Si un empresario argentino que da
empleo y labora honorablemente va al Uruguay, observará un país mucho más
pequeño pero organizado, que crece económicamente de manera estable, donde la
gente está tranquila y convive sin miedo, donde la inflación es baja y el PIB
per cápita es de tres o cuatro, aunque sus recursos y posibilidades no le
lleguen a esta ni a los tobillos.
Lo que está claro es
que el pueblo uruguayo asume con seriedad y responsabilidad sus posibilidades y
es una sociedad más culta que la argentina, y donde la derecha es mejor que la
derecha argentina y la izquierda es mejor que la izquierda argentina, y donde
el pueblo es más educado, más sobrio, más humilde, y sabe que debe trabajar
duro para vivir mejor. Un país donde todos cuidan un propósito común que se
llama Uruguay, porque saben que necesitan que al país le vaya bien para que a
todos les vaya bien.
4. ¿Y si Colombia se mira en el espejo qué pasa?
Pareciera que vamos a
perder contra la mediocridad, sin darle una buena batalla. En la contienda del
2022 tenemos que ser inteligentes y como nación con 210 años de tradición
democrática ininterrumpidos debemos hacernos las siguientes preguntas para no
perder el rumbo del país:
4.1. Seguimos durmiendo con los enemigos del sistema
de mercado y libre empresa.
¿Vamos a seguir el
camino democrático sustentado en los principios fundacionales de la libertad y
el orden que inició Uribe y hoy ha continuado Duque, o volvemos a la
“lavandería” y la estafa electoral y legislativa en que nos sumieron con el
acuerdo de Cuba?
¿Qué dicen quienes
lideran los gremios productivos, acaso tenemos una crisis de unidad de
propósito y liderazgo?
¿Cuál es la posición
oficial de los gremios frente a que sigamos vinculando a la delincuencia organizada
en los procesos políticos?
¿Cuál es el papel y la
responsabilidad social de los medios de comunicación? ¿Será defender el sistema
que los alimenta como empresas que son, o van a seguir alentando la mezquindad
propia del discurso demagógico que maneja el populismo?
¿Quién, en lugar de
criticar y renegar todo el día, se atreve a defender a un líder justo y sensato
como el que tenemos? y ¿Quién es capaz de condenar a un puñado de proxenetas
del terrorismo, indignos de toda consideración?
4.2. Sin seguridad jurídica no hay inversión; sin
inversión no hay generación de empleo; y sin empleo las familias no tienen
suficiente para mercar.
¿Qué dicen las
desprestigiadas Cortes sobre su propia responsabilidad en relación con la
impunidad y la sequía de justicia, que espanta en lugar de custodiar la
inversión?
¿Qué tan politizadas y
burocratizadas están las entidades de control como balanzas del equilibrio en
la división de poderes?
¿Por qué da la
impresión de que se dedican a obstruir a los que construyen, pero no se meten
con los grandes delincuentes?
¿Qué dicen los
controles internos, que deben tener las Cortes, sobre quienes mendigan o
empeñan la “toga” y sobre los que se sabe que van al congreso para enriquecerse
o para ayudar otros a robar?
¿Qué dicen sobre la
realidad de una justicia paralela confeccionada a la medida de los intereses
del narco-comunismo revolucionario internacional?
4.3. ¿Cuándo vamos a entender las razones por las
cuales no se puede negociar con el terrorismo?
¿Qué opina la justicia
democrática de los que están defendiendo las ideas importadas del movimiento
inspirado en una revolución cubana de hace siete décadas, que desde sus inicios
fracasó convirtiéndose en un régimen totalitario, opresor, esclavista y al que
solo le queda mantener a su gente en la indigencia para poder exportar al resto
de la región el virus de un comunismo violento y totalmente revaluado, en
asociación con grupos narcoterroristas que se financian con todo tipo de
actividades ilícitas?
¿Es democrático tener
que competir en cualquier tipo de elecciones contra candidatos respaldados por
las armas del narco-terrorismo y el crimen organizado?
4.4. El cambio es una constante en todo en la vida,
menos en el liderazgo político colombiano.
¿Por qué no renovamos
nada en la política regional y en la colombiana? La respuesta parece ser que,
en nuestra cultura politiquera, a diferencia de las sociedades cultas donde los
políticos que pierden una elección se hacen a un lado y permiten la sucesión,
mientras aquí los políticos, ganen o pierdan, son más inmortales que los
temibles “zumbies” de las películas de terror.
¿Por qué seguimos
apegados y rindiéndole pleitesía a los mismos líderes anacrónicos de izquierda
y de derecha que fracasaron, a los mismos actores clientelistas que no sueltan
la teta y emulan una cultura mafiosa que no ha permitido que nos desarrollemos
ni hayamos crecido a los niveles que deberíamos estar creciendo?
¿Por qué nadie logra
armar un movimiento coherente, honorable, y con espíritu de servicio al
progreso de nuestra sociedad?
¿A dónde vamos si los
partidos están convertidos en agencias de empleo estatal de casi todos los
populismos remedos de democracias actuales, especialmente en Iberoamérica? Va
uno a ver los partidos de toda la región y encuentra que están inundados de
estructuras abusivas y procedimientos sinuosos y son, casi todos, incapaces de
calificar a nadie medianamente apto para conducir un país, por más que los
resquicitos legales sean tan solo la cédula, la mayoría de edad, publicar
cualquier mamarracho y hacer una que otra pavada.
5. En la primavera colombiana de abril y mayo pasados,
a muchos líderes les pudo su vanidosa y mezquina arrogancia sobre su flaco
compromiso con la patria.
En el contexto
latinoamericano actual, resulta inaudito que en Colombia, los grandes líderes
de los partidos políticos tradicionales incluidas sus disidencias, los expresidentes
y hasta los altos directivos de los gremios, hayan impedido la entrada al
Congreso de una obligada reforma social, y además hayan dejado solo al presidente
de la República para que se arreglara como pudiera, precisamente cuando una
oposición populista aliada con el comunismo regional, el castro chavismo y el
narcoterrorismo criollo, que no le rebajan al presidente el calificativo de “dictador”,
optaron por el terrorismo y las manifestaciones violentas, y trataron de
bajarlo del poder a golpe de terrorismo cibernético y físico, liderando
violencia en las calles y bloqueos a la economía en puertos y carreteras y en
los barrios de las ciudades capitales.
El presidente Iván
Duque, ha sorteado con firmeza tres tormentas al mismo tiempo:
i. La herencia de unas
finanzas en crisis y un acuerdo leonino con el crimen organizado, forzado en la
Constitución Nacional desconociendo la voluntad del electorado.
ii. La crisis sanitaria
y la depresión económica causada por la pandemia; y
iii. Una oposición
violenta vinculada al terrorismo urbano y cibernético y a las noticias falsas
generadas por grupos ilegales, opositores políticos y perseguidores mediáticos
que no le perdonan haberse elegido al lado de Uribe, un gran líder al que
algunos injustamente han tratado de convertir en “El Diablo”, para ellos poder
pecar.
El gobierno de Duque ha
promovido una cultura de legalidad y emprendimiento, y ha manejado con éxito la
prestación de los servicios de salud y la vacunación, las ayudas económicas
para la continuidad de los negocios y para mantener empleos durante la
pandemia, y las catástrofes naturales; ha realizado y entregado muchísimas
obras de infraestructura que estaban paradas; ha combatido sin tregua el crimen
organizado y el narco-terrorismo; pero, además, Duque alza hoy de manera
ejemplar ante la comunidad internacional dos banderas importantes para Colombia,
el mundo y la civilización:
i. El manejo probo de
una crisis y un éxodo humanitario fronterizo sin precedentes, y
ii. La implantación de
políticas de estado ambientales que compaginan la utilización de los recursos
naturales con la mitigación y adaptación al cambio climático, y evitan la
deforestación y la destrucción de la selva tropical húmeda, de la biodiversidad
y de las cuencas acuíferas, sin menoscabo del desarrollo sostenible de nuestra
sociedad.
6. La importancia de las políticas de Estado en
materia de continuidad y consistencia.
Sin posibilidad de ser
reelecto, los hechos muestran el gran trabajo de Duque y su equipo en medio de
todo tipo de dificultades inconmensurables. Se equivocan de bola a bola los
medios y los candidatos al creer que atacando al gobierno de Duque y a su
gestión construyen algo positivo. Eso es tan estúpido como comprar una tierra
produciendo y en lugar de abonarla, cuidarla y recoger la cosecha, destruyen
los sembrados porque al nuevo dueño no le cae bien el anterior propietario.
Aquí jugaron todos los
gallos al mismo tiempo, y por ahora no parece haber nadie determinado a recibir
la posta y seguir avanzando en la construcción de futuro sobre la base de la
legalidad y el emprendimiento en función de una mayor equidad social. No creo
en la disculpa de la amplitud democrática frente al mérito ganado con esfuerzo,
ni en las bondades de roscas políticas clientelistas, menos cuando llevan
engendrada la trampa en favor de la conveniencia personal.
No me como el cuento de
que avalemos a cualquiera para aspirar a conducir los destinos del país por el
solo hecho de venir del abanico de figuras públicas mediáticas, más conocidas
por sus escándalos que por sus realizaciones, y mucho menos por el hecho de ser
un guerrillero resentido, permisivo con el narcoterrorismo, activista social,
intelectual radicalizado o académico despistado.
7. Colombia tiene que asumir el liderazgo democrático
y la representación regional dando ejemplo de valores y sensatez.
No nos equivoquemos. Ni
nos conformemos con importantes victorias parciales en la región. El tema es de
fondo y la crisis de valores no es asunto de Derecha o Izquierda, es
generalizada. Convengamos en que hemos permitido que se genere inconformidad, y
de ahí la locura de apoyo parcial a los populismos.
Los ciudadanos que no
pertenecen al cerrado circulo de la contienda política lo que quieren escuchar
se relaciona con la incertidumbre de cuál será su futuro en materia de
confianza, y esto es: su seguridad física y la de su familia, su empleo y la
estabilidad de su ingreso, el acceso a la salud, la seguridad de sus ahorros,
las garantías jurídicas a la inversión acompañadas de menor intervención del
estado y más facilidades para desempeñar el emprendimiento y la actividad
privada. Aquí en esta cultura latina, unos pecan por la paga y otros pagan por
pecar.
Aprendamos del
propósito de orden, disciplina de las naciones que lideran el progreso,
respetando la virtud de nuestras libertades democráticas, y levantemos entre
todos a Colombia y a la región. No dejemos a los indefensos en manos de los
mismos, de la mediocridad de los cínicos que operan un sistema infestado de
demagogia, ni de las alimañas que respaldan a quienes predican el populismo
injurioso y el odio de clases disfrazado de justicia social.