Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Sin ínfulas de analista económico, simplemente
como ciudadano de a pie, común y corriente, me permito compartirles mis
impresiones sobre la noticia de la semana: las pretensiones de Jaime Gilinski, primero
sobre Nutresa, y días después sobre SURA, ambas empresas claves del Grupo
Empresarial Antioqueño, GEA.
Me da la impresión de que el GEA, obsesionado
siempre con su gobierno corporativo, su discurso ético del capitalismo
consciente y sus enroques internos donde todas sus empresas son dueñas unas de
otras, fue tomado por sorpresa con la OPA, Oferta Pública de Adquisición de
Acciones, que lanzara Gilinski a través de la bolsa, además con una actitud
aparentemente amistosa pero que resultó ser bastante agresiva. Y así lo afirmo
porque en una entrevista que concediera el fin de semana pasado, el empresario aseguró
que solo iba por Nutresa, que por ahora no tocaría otras empresas del Grupo,
que era un asunto amistoso y que con esa negociación sería suficiente. No fue
así.
El capitalismo salvaje es así: todos contra
todos y sálvese quien pueda. El que tiene el dinero y lo tiene en abundancia, pone
las condiciones y puede hacer lo que quiera, desde comprar lo incomparable
hasta comprar conciencias. Se dirá que es un juego sabido y que esas son las
reglas de juego: es verdad. Se dirá también que las acciones de estos
conglomerados estaban muy bajas en el mercado y que son empresas que tienen un
valor mucho más alto: es verdad. Sin embargo, para mí, están en juego otros
asuntos que valdría la pena pensarlos, analizarlos, antes de tomar decisiones,
seducidos por la tentación de un ingreso imprevisto e incrementado entre el 30
y el 40% de su valor actual.
Crear empresa no es un asunto fácil, sostenerla
es todo un reto, pero hacerla crecer en un medio altamente competitivo y posicionarla
es de titanes. Aquí, muchos en su momento lo lograron hasta volverlas entidades
grandes, fuertes y atractivas. Muchos creen que eso se debe hacer para
ofrecerlos al mejor postor. Pienso, entre otros casos y por citar sólo dos:
Bavaria y Avianca. Aunque sigan instaladas aquí, desde hace rato dejaron de ser
colombianas. Y temo que, si el GEA cae, con él se va un patrimonio nuestro en
expansión y mejora. Y se va para el mundo árabe rico y poderoso. Los pequeños
accionistas creerán haber hecho el negocio del año después de tan terrible
pandemia, pero en realidad perderán el negocio del siglo. Y nuestro, ya no
tendremos nada. Estaremos a merced de multinacionales foráneas que nos dirán lo
que tenemos que hacer e impondrán a su antojo los precios en alimentos,
seguros, construcción y banca.
Para que no me digan que no tengo visión de
futuro como inversor, diría que cada uno es libre de hacer con su plata lo que
quiera, pero que lo haga bien pensado y asuma las consecuencias de sus
decisiones. Es mejor ser cabeza de ratón que cola de león. Es mejor ser libre
en el propio rancho que no esclavo en la mansión de otro. Las empresas de la
referencia son nuestras y son parte de nuestro patrimonio colombiano. No
venderlas es cuestión de dignidad nacional si en realidad todavía queremos
nuestra patria, si todavía queremos lo nuestro.