Por John Marulanda
Aprovechando la visita del secretario de la ONU con motivo
del primer quinquenio de acuerdos de La Habana y los alborozos de quienes
mantienen su fe ciega en una paz que no se ve, el ELN, alentado desde
Miraflores, renovó a través de quintacolumnistas y de ciudadanos intimidados,
su llamado a un diálogo con el gobierno de turno.
Banda o secta
El ELN ha sido una banda castrista impregnada de una
histórica influencia sacerdotal que le da un cariz de secta marxista leninista
con quintaesencia religiosa: la fementida Teología de la Liberación. Esto la
hace más próxima a un grupo extremista islámico, que a un tradicional grupo
guerrillero latinoamericano. Ese tufillo religioso justifica en gran parte, la
moralidad de sus radicales sentencias revolucionarias que culminan en
ejecuciones sumarias “dolorosas pero necesarias para la ganar la guerra por
el pueblo y los pobres”, según uno de sus documentos. En 1998, por ejemplo,
ejecutó por la espalda y en indefensión al Obispo de Arauca, monseñor Jesús
Emilio Jaramillo Monsalve, de 73 años.
Gracias a su resiliencia y al fresco apoyo de Caracas, el ELN
se ha transformado en una amenaza terrorista regional igual o superior al
Primer Comando Capital del Brasil y al cártel de Sinaloa de México. Sus
miembros pelechan en la frontera venezolano-brasileña y en las fronteras de
Colombia con Perú, Ecuador y Panamá.
Otra particularidad es su definitivo involucramiento con
las redes transnacionales del narcotráfico y la minería ilegal. En este último
negocio, el Arco minero del Orinoco le reditúa grandes cantidades de dinero. A
esto se agrega el avance del control del andén pacífico colombo-ecuatoriano,
por donde sale un 75% de la cocaína que no para de producirse en Colombia; ha
financiado su propio semisumergible para el transporte de la droga y, además,
aportó su cuota para la campaña presidencial de Arauz en Ecuador, lugarteniente
de Correa y actual integrante de Grupo de Puebla.
Mientras alias “Pablito” mueve los hilos de la guerra en la
frontera colombo-venezolana, especialmente en Catatumbo y Arauca, Emilse Oviedo
Sierra, alias la “Abuela”, agita las aguas en toda la región de Chocó,
Antioquia, Valle del Cauca y Risaralda, luego de las neutralizaciones de alias
“Uriel” y alias “Shumager”. Reclutada desde los 16 años, señalada como
sanguinaria, paranoica y ambiciosa revolucionaria, la “Abuela” es ahora la
mandamás del ELN en toda esa geografía. Esta veterana sobreviviente de varios
bombardeos, oriunda de Dabeiba, marca un punto de inflexión en cualquier
posible acercamiento entre el gobierno y la organización narcoterrorista.
Emoción o razón
En la historia del ELN la jefatura de una mujer tiene
muchas y decisivas significaciones para un horizonte de paz o de guerra. Su
mote, que hace referencia a su edad y no a su genealogía, podría insinuar
algunas posibilidades de aproximación que el gobierno, con toda razón, mantiene
bloqueadas hasta el momento. Si bien las mujeres pueden ser más sanguinarias y
violentas que los hombres, no es menos cierto que su emocionalidad les hace
tomar giros sorpresivos no exentos de niveles de racionalidad. Ahí está el caso
de alias “Karina” de las FARC.
Dos son los factores de muy difícil manejo en este
escenario: primero, el narcotráfico, en el cual está definitivamente
involucrado el ELN y de cuyas garras es casi imposible zafarse, y segundo,
Venezuela, que con un discurso siempre bajo la guía de los intereses
geoestratégicos de Rusia, China e Irán, estimula el crecimiento y anima la
esperanza de la banda narcoterrorista.
Algunos analistas plantean una fractura dentro del Frente
Occidental del ELN, debido a la figuración que la “Abuela” ha adquirido
recientemente. Si es cierto, esta es una coyuntura que con una operación
militar quirúrgica y efectiva, podría postrar este bloque narcoterrorista el
cual, como el M-19, en 1981, terminaría devorado por la manigua chocoana. A
propósito, en 2011, el ejército neutralizó un guerrillero en las FARC a quien
denominaban alias el “Abuelo”: Alirio Rojas Bocanegra, mano derecha y jefe de
seguridad de alias “Alfonso Cano”.
Observando las gerontocracias que rigen estas
organizaciones, podemos decir que entre “Abuelos” andamos, pero de sus
nietecitos nos cuidamos.