José Alvear Sanín*
No hay comunismo bueno, ni socialismo tampoco. Pero como
hay versiones peores, vale la pena hablar de ellas.
El título de esta columna no es unívoco, porque implica una
gradación entre el criptocomunismo incipiente y hasta ahora ineficaz de un
viejo chocho, y el mayor horror político conocido hasta hoy, el de los jemeres
rojos.
Antes de 1945 el único estado comunista era la URSS. Stalin
superó el terror de Lenin, pero el primer dictador jamás fue el bondadoso
gobernante que Kruschev pintaba por oposición al monstruo que lo sucedió.
Aun después de denunciar los crímenes de Stalin, el
comunismo dominaba desde Berlín hasta Pekín, y por su nivel de atrocidad la
peor dictadura era la de Corea del Norte, seguida por las de China y la URSS.
Por comparación, las de Europa Oriental eran menos horribles…
Después de la llegada de Castro, en 1959, Cuba avanzaba en
el ranking del terror para situarse entre China y Rusia. Luego Pol Pot se
adueñó de Cambodia y su régimen superó los de Mao, Kim il-sung y Ho Chi Minh en
atrocidad.
Actualmente los despotismos orientales de China y Norcorea
oprimen de manera parecida a sus poblaciones, pero el control totalitario de
corte tecnológico no alegra la vida de los pueblos carentes de libertad.
Ahora pasemos a la pobre Hispanoamérica, rumbo al socialismo
del siglo xxi, dirigido por Cuba. Este ya está consolidado en Venezuela,
Nicaragua y Bolivia, y ha logrado recientemente la presidencia de Perú,
Honduras y Chile. Además, cuenta con gobiernos proclives en México y Argentina
y tiene buenas posibilidades de tomarse a Colombia y Brasil.
Por desgracia, en nuestro país la clase política parece
resignada al posible triunfo de Petro y dispuesta a acomodarse con él. El CD
está disminuido. Los señores del Equipo Colombia representan varias corrientes
de la derechita cobarde, y hay otro equipo, santista, que agrupa los compañeros
de ruta y los idiotas útiles…
Esta situación nos exige:
En los 85 días que nos separan de las elecciones de marzo y
en los 135 que nos quedan hasta las de mayo, reclamar lucha frontal y decidida
contra Petro, e Informar al país hasta dónde llegaría Petro en la escala del
horror continental, si alcanza el poder.
De malo hasta peor, el socialismo del siglo xxi ofrece esta
gradación: México – Argentina – Perú – Honduras – Chile – Bolivia – Nicaragua –
Venezuela – Cuba.
En ningún país ese socialismo es benéfico, conveniente o
democrático. En los primeros seis nombrados avanza y en los últimos cuatro ya
ejerce la dictadura con mayor o menor intensidad.
Miremos ahora un posible gobierno de Petro: ¿Sería otro
AMLO? ¿Otro Evo? ¿Otro Maduro?
Con seguridad que no sería igual al mexicano, porque
tomaría impulso hasta convertir a Colombia en una segunda Venezuela.
Pero hay una posibilidad aún más letal, porque puede llegar
a ser otro Pol Pot.
A pesar de la complicidad mediática y judicial con Petro,
que se hace pasar por un reformador benévolo, enemigo apenas del
“neoliberalismo”, una vez enunciadas sus propuestas descabelladas, son luego
omitidas en los medios y borradas de las redes sociales.
En conjunto, lo que ese individuo propone conduce a la
destrucción total del modelo económico, social y productivo del país:
Eliminar las industrias extractivas, las exportaciones y el
ingreso de divisas.
Acabar con el poder adquisitivo de la moneda a través de
emisiones astronómicas.
Incrementar los impuestos.
Colectivizar la agricultura.
Eliminar la industria azucarera y la ganadería.
Establecer pensiones no contributivas y cerrar los fondos
de pensiones.
Eliminar las asociaciones público-privadas en obras públicas,
lo que detendría el avance de la infraestructura.
Lo anterior nos exime de hablar de la renta básica
universal, de la expropiación de las segundas viviendas y de la ocupación de
áreas superiores a 65 m2 en ellas.
El país, entonces, con su comercio exterior reducido a la
exportación de estupefacientes, tiene que repudiar la deuda externa y
convertirse en un narcoestado por fuera de la comunidad financiera
internacional.
Esa política de tierra arrasada conduciría al país a una
revolución de tipo jemer rojo. Negarse a verlo denota criminal
irresponsabilidad en los políticos y en los medios infiltrados, que siguen
pintando a ese “honorable senador” como otro político normal y de
“centro izquierda”…
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Boric, muy parecido a Petro, pero sin prontuario…
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El presidente argentino, Alberto Fernández, se ha
comprometido a “acompañar, proteger y cuidar la vida de las mujeres y otras
personas gestantes” (¡!)
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Las masas nunca han sentido sed por la verdad. Se alejan de
los hechos que no les gustan y adoran los errores que les enamoran. Quien sepa
engañarlas será fácilmente su dueño; quien intente desengañarlas será siempre
su víctima —Gustave Le Bon