Por John Marulanda*
Chile tiene unos 20 millones de habitantes (Santiago, la
capital, 6 aproximadamente) y un aprendizaje político nada fácil; la ciudad de
Medellín, a 6.211 kilómetros de distancia al norte en Suramérica, registra
solamente 2 y medio millones de habitantes (el departamento de Antioquia tiene
6 y medio aproximadamente) y una tradición política conservadora y exitosa. ¿Es
posible establecer alguna conexión entre estas dos realidades
geográfico-políticas?
Los que entran y los que salen
Lo cierto es que entre el presidente electo Gabriel Boric
(35) y el alcalde en ejercicio Daniel Quintero (41) existen algunas
similitudes: ambos son millennials, han alimentado una personalidad
avasallante, tienen vínculos políticos con agrupaciones y movimientos violentos
y delincuenciales, y los dos quieren destruir “lo establecido” en su afán de
demostrar su “novedosa” propuesta política, el paraíso definitivo, según su
torcida dialéctica. Y los dos son dos “cagones” sudamericanos, emergentes de
una apatía política generalizada mezclada con una alienación colectiva
resultado de la manipulación de las redes sociales.
Mientras a Boric lo eligió el 30 % del potencial electoral
(4.6 millones de votos) y recién empieza su camino, que se adivina pedregoso y
peligroso, a Quintero, elegido por 783.820 votos, lo quieren fuera de la
alcaldía más de 300 mil firmantes, de los cuales la registraduría avaló 133.248
rúbricas, un 45 % más de las requeridas, que debían ser 91.210.
Desear que a Boric le vaya bien, es una actitud patriótica de
la chilenidad y apoyar la destitución de Quintero, quien hasta el momento solo
ha generado problemas, un visible deterioro en la estética urbana y un gasto
fiscal errático, es una obligación moral para quienes viven y quieren a
Medellín.
Marzo del 2022 parecería ser el mes cuando el electo
presidente de Chile deberá tomar posesión de su cargo y cuando podría darse la
elección de un nuevo alcalde en Medellín. Si ambos caminos siguen el derrotero
que la experiencia nos enseña, Chile oficializaría su hundimiento en el abismo
venezolano mientras Medellín recuperaría su camino de ciudad limpia, de
progreso y de fe montañera, marcando un mentís a la estrategia del Foro de Sao
Paulo y a la práctica del Grupo de Puebla, engolosinados con los recientes
triunfos de la izquierda continental.
Realidades y tendencias
Algo importante de esta revocatoria en desarrollo es el
mensaje que Medellín en particular y Antioquia en general, le están enviando a
Colombia y al continente: el conservadurismo progresista, la derecha
democrática, tienen en esta región su más firme baluarte, a pesar de los
consistentes ataques del gobierno Santos para desestabilizar un entorno
político y económico ejemplar para las otras regiones de la nación y
contradictor a sus políticas entreguistas ante el poder del narcotráfico
fariano.
Colombia mantiene su posición como primer productor de
cocaína y Chile ve aumentar el tránsito de narcotráfico en su territorio, ambos
países señalando al Crimen Organizado Internacional como actor de gran vigencia
en Latinoamérica. El escenario con la posesión de Boric y la eventual
revocatoria de Quintero, pues, es un escenario de valor geopolítico en el que
Cuba, Venezuela y Nicaragua, principalmente, han desplegados sus agencias y
agentes para tener una desestabilización que está logrando su cometido en Chile
y está en veremos en Colombia, en donde a cuatro meses de elecciones se
registran 92 masacres, 168 líderes sociales, 48 firmantes del acuerdo de paz
matados y un promedio de un miembro de la fuerza pública asesinado diariamente,
especialmente en Antioquia.
Si Colombia cae, todo el continente se convertirá en una
plataforma de riesgo serio e inminente contra la seguridad territorial de
Estados Unidos en cuyo interior, mientras tanto, hierve una turbulencia social
animada por organizaciones marxistas leninistas que dicen defender el etnicismo
y la ecología, entre otros temas hábilmente explotados como banderas políticas.
La seguidilla de logros de la izquierda en Perú, Honduras y Chile no tiene por
qué ejemplarizar un camino inexorable que nos lleve a la desgracia y el
infortunio a los 46 países del subcontinente. La revocatoria de Quintero, puede
animar la reorientación de esta tendencia.