Por John Marulanda*
En mayo de 2013 murió el general Rafael Videla, en el baño
de su celda del Penal Marcos Paz, en la provincia de Buenos Aires, olvidado de
sus propios compañeros de armas y de todos aquellos políticos, empresarios y
civiles que lo animaron a “enderezar” el rumbo del país, hoy en medio del
desastre kirchnerista. Esas son las miserias del poder. En Venezuela, la muerte
(¿homicidio?) del general Raúl Isaías Baduel, en la prisión de máxima seguridad
de Fuerte Tiuna, presuntamente por covid-19, es una muestra de cómo actúan las
dictaduras vestidas de civil mientras escarban la felicidad del pueblo. Esas
son las consecuencias de las malas compañías. En Colombia, el general Jesús
Armando Arias Cabrales cumple 35 años de condena por los supuestos
desaparecidos del Palacio de Justicia, mientras los autores del holocausto
disfrutan las prebendas del poder y uno de ellos puntea las encuestas para la
presidencia. Así es la pérdida del rumbo moral del país neogranadino.
¿Desaparecen los ejércitos nacionales?
Además de los jefes militares, las instituciones castrenses
también están siendo asediadas y afectadas. El miércoles 3 de este mes, en
Bolivia, el presidente Luis Arce, de la cuerda del neo inca socialista Evo
Morales, ha asumido el control total de los ascensos militares, excluyendo al ministro
de Defensa y revocándole atribuciones para sugerir o decretar cargos en las
Fuerzas Militares, aumentado de esta manera la injerencia política en la
estructura castrense.
Dos días más tarde, en el Perú, el presidente Pedro Castillo
ordenó el ascenso a generales de dos coroneles, hijos de un viejo amigo en su
tierra natal en Cajamarca. Al negarse el comandante del Ejército por estar ya
cerrada la selección, el presidente lo destituyó a él y al comandante de la
Fuerza Aérea. Los militares retirados advirtieron en un comunicado, la
politización del estamento militar y el proceso de desestabilización que esto
significa, tanto como nombrar 10 ministros de Defensa en 100 días de gobierno.
Estos dos recientes hechos, son resultado de la estrategia
del Foro de Sao Paulo para convertir los Ejércitos Nacionales de la región, a
través de decisiones políticas y de nuevas doctrinas ajenas a las realidades de
los países, en guardias pretorianas politizadas que garanticen la
perdurabilidad de las camarillas que acceden al poder, como en La Habana desde
hace 60 años, en Caracas desde hace 22 y en Managua desde hace 20. La
alternancia en el poder, característica fundamental de una democracia, por
supuesto que no se contempla en el ejercicio del totalitarismo
marxista-leninista-maoísta, del castro-chavismo. Acaba de suceder en Nicaragua.
La “Doctrina Lleras”
Nunca, como en las actuales
circunstancias, adquieren relevancia las palabras del presidente Alberto Lleras
Camargo, en el Teatro Patria, el 9 de mayo de 1958: "Yo no quiero que
las Fuerzas Armadas decidan cómo se debe gobernar a la Nación, en vez de que lo
decida el pueblo; pero no quiero, en manera alguna, que los políticos decidan
cómo se deben manejar las Fuerzas Armadas en su función, su disciplina, en sus
reglamentos, en su personal...". Una clara aplicación de lo que desde
1904, Arthur Bentley había descrito en su teoría de élites y grupos de presión
en cualquier gobierno, asignándole a los militares, además de su misión
constitucional, un papel de defensa de sus intereses gremiales. Esta tarea, que
debería recaer sobre los militares y policías retirados, desafortunadamente los
encuentra por estos días dispersos y confusos en medio de una lucha política
vinculada al crimen organizado transnacional.
Después de la constitución del 91 y con el nombramiento de
los ministros de defensa civiles, la “Doctrina Lleras” se modificó
fortaleciendo la subordinación militar al poder civil y demandando de políticos
y burócratas nombrados para dirigir la seguridad nacional, un mayor
conocimiento de los asuntos pertinentes. Esto, desafortunadamente, no se cumple
a cabalidad y la miríada de expertos académicos y teóricos sobre la seguridad
pública y la defensa nacional, ha concluido en el poco promisorio escenario
colombiano y regional actuales. Y los militares y policías retirados, los
veteranos, siguen esperando la oportunidad de aportar su invaluable
experiencia.