Por José Leonardo Rincón, S. J.*
Lo que acaba de vivir Nicaragua es realmente
bochornoso, vergonzoso. Unas circenses elecciones que de antemano se sabían
fraudulentas, porque el dictador encarceló a los siete candidatos que se le
oponían. Ridículo.
A finales de los 70 y comienzos de los 80 la
revolución sandinista era motivo de esperanzadora inspiración para los
oprimidos países gobernados por déspotas y tiranos en Latinoamérica. La familia
Somoza se había instalado en el poder por décadas empobreciendo al ya
empobrecido pueblo nica. Los Chamorro, desde La Prensa hicieron oposición, pero
fueron perseguidos, violentados, asesinados. Muchos clérigos, entre ellos el
jesuita Fernando Cardenal, abierta y directamente se unieron a la causa
revolucionaria, de modo que cuando cayó la dictadura la fiesta fue enorme y la
alegría desbordante. Un nuevo amanecer había acontecido. El nuevo gobierno
presagiaba cosas buenas: sacerdotes eran el canciller y algunos ministros. El
pueblo se había sacudido del yugo y este triunfo icónico eran un hito
histórico.
Tanta belleza no duró mucho y una vez más se
confirmó que el poder corrompe, téngalo quien lo tenga. Porque, no nos digamos
mentiras, querer el poder cuestionando a quien lo ostenta, no es para servir,
sino para tener el turno de poder mandar y dirigir, para hacer lo que no se ha
hecho, para tener el control de las cosas, para perpetuarse en él, para…
repetir la historia. Daniel Ortega, otrora revolucionario de izquierda ha
resultado peor que Anastasio Somoza. Uno a uno, los líderes del idilio fueron
hechos a un lado y en los asomos de la democracia esos ideales se fueron trastocando.
El capitalismo salvaje, neoliberal indiferente,
ha enriquecido unos pocos a costa de las grandes mayorías, abriendo brechas
nada fáciles de superar. Los discursos populistas de corte socialista tienen
allí, en bandeja, el pretexto para ofrecer un mejor mañana para todos. No es
verdad. No lo ha sido ciertamente. Qué
pena, pero la revolución cubana instaló a los Castro en el poder por 60 años y
si bien mostró resultados interesantes en salud educación, el precio de la libertad
se pagó muy caro. La revolución bolivariana instaló a Chávez y a Maduro por más
de 20 años y no parece verse al pueblo muy contento con sus resultados. En
otras latitudes, cuando la oposición ha conquistado el poder, no ha sabido
aprovechar su cuarto de hora para hacer un buen gobierno, mostrar gestión
eficiente y evidenciar resultados. Han sido igualmente decepcionantes.
El comunismo no fue mejor que el capitalismo
que tanto criticó. Tenemos que aprender en carne ajena. Las dictaduras
militares y fascistas, las dictaduras socialistas y comunistas, los
capitalistas rampantes, todos ellos, no velan sino por sus propios intereses.
El pueblo siempre pierde y lo hace por ingenuo, seducido por floridos discursos
engañosos, desesperado por el hambre y la necesidad. Nosotros, ad-portas de un
nuevo proceso electoral, deberíamos parar un momento y pensar críticamente, no
tragar entero, no comer cuentos. ¿Hasta cuándo la historia tendrá que
repetirse?, ¿Cuándo seremos capaces de construir algo propio, novedoso,
diferente, pero, sobre todo, justo y equitativo?