Por José Alvear Sanín*
No hay duda de que las propuestas, o promesas, de Petro son
irresponsables en grado sumo, pero tienen indiscutible eficacia electoral.
Desde luego, la irresponsabilidad ya es un rasgo notorio de inmoralidad, pero
lo peor es que esas propuestas son, en realidad, promesas para cumplir desde
que se inicie el mandato.
Petro no habla por hablar:
* Cuando promete acabar con la exploración y con la
explotación minera y petrolera, sabe que la inmensa mayoría de los jóvenes son,
o creen ser, ecologistas convencidos de que no puede existir minería
ambientalmente correcta.
* Cuando anuncia “compra” de latifundios, sabe cómo
disfrazar su expropiación y no ignora que la gente piensa: 1. Que la reforma
agraria, que reparte tierras, es siempre justa. 2. Que no existe otro tipo de
reforma agraria. 3. Que la “explotación” es el único título justo de propiedad
y que toda tierra inculta tiene que ser cultivada, ignorando las realidades
económicas, la demanda real de alimentos y la importancia de los terrenos
incultos.
* Cuando promete rebajar los alquileres para que la gente
disponga de más dinero, sabe que los inquilinos pobres son más que los
arrendadores, que se presumen ricos y abusivos, y que, para los primeros, el
alquiler es siempre oneroso.
Y así sucesivamente: seguridad social y educación
gratuitas, pensiones no contributivas para todos, compartir las “casas
grandes”, comprar “las segundas viviendas” para adjudicarlas a quienes no
tengan alojamiento, etc[1].
Y, finalmente, emitir billones continuamente, para
financiar el déficit astronómico ocasionado por esas políticas.
Desde luego, un país que también deja de exportar petróleo
(como acaba de anunciar, dizque para tener doce años de combustibles mientras
llegan los vehículos eléctricos), que prohíbe las exportaciones de carne y de
azúcar, y reparte las tierras productivas, mientras se emite incansablemente,
no tarda en convertirse en la tercera Cuba o segunda Venezuela.
Ningún votante “racional” lo hará por Petro, si seguimos el
pensamiento tranquilizante de los optimistas, que consideran que el pueblo es
consciente de la irresponsabilidad del demagogo que puntea en las encuestas,
pero la triste verdad es que los electores “racionales” no son mayoría, ni siquiera
en los estratos altos. Una elevada proporción de los sufragantes, en todos los
países, son “pasionales”, bien sea por motivaciones históricas, regionalistas,
raciales, de simpatía o de conveniencia personal (sobre todo esta última es
determinante).
Un electorado aquejado secularmente por la pobreza,
exacerbada por la pandemia y agudizada por el desempleo, tiende a creer más en
quien le anuncia ríos de leche y miel que a quienes hablan el abstruso lenguaje
económico del esfuerzo, el ahorro, la innovación, la globalización, la ciencia
y la tecnología.
He ahí el busilis. A Petro hay que ganarle haciendo ver a
dónde conduciría en pocos meses al país, y no seguir esperando un milagro en
los dos últimos meses de la campaña. La verdadera información al electorado hay
que iniciarla desde ahora, con energía y contundencia. Cada minuto cuenta. Hay
que hacerle saber a la gente que en las elecciones del año entrante son de vida
o muerte para el país, que nunca ha habido parecidas y que pueden ser las
últimas verdaderas.
Mientras Petro recorre el país con abundantísimo dinero
(sin que nadie pregunte de dónde procede), con acceso a la reposición,
abundantes “bodegas” para copar las redes sociales y medios fletados, una o dos
docenas de “autocandidatos” sin plata, sin partidos y sin medios, peroran con
tesis más o menos etéreas.
Cada uno de estos ciudadanos aspira al segundo puesto en la
primera vuelta, a ver si en la segunda recoge el susto colectivo y gana por una
nariz…
¿Pero dónde está aquello del susto? Petro no solo está
blindado judicialmente, sino que es tratado con la más exquisita cortesía en
los medios, como el “Honorable senador” que no es. Y mucho me temo que con
igual exquisita cortesía se lo tratará, como a un candidato decente y normal,
cuando lleguen los debates televisados entre candidatos.
Al pueblo, desde hoy, repito, hay que mostrarle quién es
Petro, cuáles son sus antecedentes y sus amigos, de dónde proceden sus bolsas
de dinero y sus mansiones, cuáles son sus conexiones con el narco-castro-chavismo,
hasta dónde es mentiroso y a qué infierno va a conducirnos, porque, con un gran
aparato publicitario en su favor, Petro oculta sus antecedentes y se está
presentando como un luchador incansable e incomprendido de la justicia social,
partidario de la vida y humanizador del capitalismo.
Esta estrategia no está siendo contrarrestada. Para mañana
es tarde si se sigue tolerando, pero como no hay un candidato, ni voluntad de
tener uno que sí dé la pelea, que tenga ganas de ganar y esté dispuesto a
responder de manera contundente a las amenazas y a las falacias, las
perspectivas de la democracia, sin capitán, no son las mejores.
[1] Y lo más sorprendente
es que con frecuencia, una vez lanzados al aire estos despropósitos,
desaparecen de las redes sociales.