Por Pedro Juan González Carvajal*
La realidad nos evidencia que el relato democrático está en
crisis y que en la actualidad hay otro tipo de crisis dada por la inexistencia
de propuestas de relatos nuevos o alternativos.
Lo cierto es que desde hace unos 15 años se ha evidenciado
un descontento generalizado y creciente por parte de la población a lo largo y
ancho del planeta, y los Estados y los Gobiernos no atinan a pasar de
implementar estrategias de represión o de entregar subsidios.
Antes de pensar en un fortalecimiento de la democracia, se
debe garantizar la existencia y desarrollo de una Democracia Económica, pues de
lo contrario, cualquier propuesta será un refrito que puede ocasionar expectativas
positivas en el corto plazo, pero que desencadenará en una gran frustración,
con quien sabe cuál tipo de consecuencias.
Los gobernantes irresponsables y mediocres tratarán de
pasar de agache o de pasarle el problema a sus sucesores. Los verdaderos estadistas
entienden que lo que está en juego es el modelo democrático en su conjunto,
golpeado y agredido por las tradicionales, insuficientes y fracasadas posturas
populistas y autoritarias.
Se dice que la Democracia Económica es un movimiento filosófico
y político que sugiere la transferencia del poder de decisiones desde una
minoría de accionistas (stockholders en inglés) o empresarios hacia la
mayoría de partes interesadas (stakeholders en inglés), dando mayor
importancia a la sociedad frente a los mercados y un sistema político de democracia
directa, lo que se suele denominar en su conjunto como democracia inclusiva.
Mientras no haya una propuesta definitiva de cómo lograrlo,
todas las propuestas de instauración y los ejemplos concretos se basan en un
conjunto central de asunciones fundamentales.
El término fue popularizado por el economista
estadounidense J. W. Smith, quien formó el Instituto por la Democracia
Económica. Sin embargo, sus ideas se basan en otras anteriores, tales como las
de C.H. Douglas, Karl Polanyi, Henry George e incluso las de Adam Smith y Karl
Marx. Otros teóricos modernos de la Democracia Económica incluyen a David
Schweickart y Richard C. Cook. Además, una variedad de autores y posiciones que
se pueden en general definir como partidarios de la economía sostenible mantienen
visiones congruentes con la propuesta.
Los proponentes de la teoría están de acuerdo en que las
condiciones actuales de inestabilidad o inseguridad económica (ver precarización)
tienden a dificultar, o incluso a impedir, a la sociedad en general de obtener
los ingresos suficientes para consumir la producción total de esa sociedad. El
creciente control monopólico por parte ya sea de las empresas o el Estado sobre
los bienes comunes típicamente produce una situación de "escasez
artificial", resultando en un desequilibrio socioeconómico que restringe
el acceso de la mayoría a oportunidades económicas y disminuye el poder
adquisitivo de los ingresos en general, lo que conduce a una situación de
inestabilidad política y económica.
Asumiendo que los derechos políticos o constitucionales no
pueden ser ejercidos plenamente sin derecho a la propiedad, las propuestas de
la Democracia Económica sugieren una variedad de modelos para resolver los
problemas de esa inestabilidad o inseguridad y la deficiencia de la demanda
efectiva. En general, se promueve el acceso a los bienes comunes que hayan sido
privatizados o estén controlados por el Estado. Otras propuestas secundarias
abarcan la promoción de cooperativas, comercio justo, renta básica universal o crédito
social, y la promoción del desarrollo a través de iniciativas a nivel local o
regional.
Lo que no puede ser considerado es que la Democracia
Económica sea una postura disfrazada de comunismo en cualquiera de sus facetas.
No es así.
La iniquidad, la desigualdad, la injustica, la pobreza y el
envejecimiento de la población planetaria siguen en ascenso, en medio de una
desproporcionada concentración de riqueza y de los malos presagios que trae el
cambio climático.
¿Nos haremos los desatendidos? ¿Reconoceremos el fracaso de
la menos mala de las formas de gobierno hasta ahora intentadas? ¿Nos interesa
el futuro del planeta y de la especie? ¿Somos conscientes de los enormes
estragos que se avecinan por cuenta del llamado cambio climático impulsado por
nuestro consumismo ciego?
Pues va siendo hora de que los humanos saquemos lo mejor de
nuestra condición como especie y que los postulados políticamente correctos,
bonitos y vendedores de las ideologías religiosas, económicas, sociales y
políticas, salgan a flote y nos permitan generar nuevas reflexiones, nuevas
miradas y nuevos relatos para que podamos y sepamos aprovechar la
transformación digital que tenemos entre manos y que no podemos desperdiciar ni
dilapidar, pues es el único factor diferente que tenemos con respecto a sucesos acaecidos en
momentos históricos anteriores y que desembocaron en verdaderas revoluciones.
Que en la llamada era del conocimiento la solidaridad, la
generosidad y el pragmatismo nos acompañen.