viernes, 26 de noviembre de 2021

Tortuoso camino

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Cinco años celebra el acuerdo de paz. Más de cuatro tomó firmarlo. Una década dilatarlo. Por lo menos 30 anhelarlo.

Belisario Betancur fue el primer mandatario que recurrente y formalmente, en su discurso, habló de la paz y de la necesidad de alcanzarla. Romántico y poeta soñador, suspiraba con el asunto, después de ser testigo de primera mano del desangre bipartidista y de los albores de la guerrilla. Banderas blancas y palomas resultaron ser icónicos símbolos que se fueron desgastando con el paso de los años, por los escasos resultados y por la falta de voluntad política para lograrla por parte de quienes tenían en sus manos hacerlo.

No ha sido fácil, no todo ha sido fracaso, pero es un hecho que, desde entonces, hemos recorrido un tortuoso camino hacia la paz. Hubo evidencias relativamente tempranas de que era posible. Sobresale lo logrado con el M-19, un grupo que siempre rompió el molde de la guerrilla convencional, comunista e influenciada ideológicamente por las líneas de Moscú o Pekín. Sin embargo, la paz ha tenido siempre enemigos y detractores, unos ocultos y soterrados, otros abiertamente manifiestos. Pareciera que la paz no es un unánime objetivo y eso resulta desconcertante.

Personalmente estoy convencido de que hay un grupo importante para quien la guerra, o conflicto armado, o como quieran llamarlo, es un negocio lucrativo. Al fin y al cabo, la venta de armamento a nivel global es rentable como toda industria que se respete. Tendrá, pues, que alimentar destrucción y muerte en cualquier latitud mundial, paradójicamente, para poder sobrevivir. Divide y reinarás es su consigna porque, como dice otro adagio: en río revuelo, ganancia de pescadores.

Para otros, no puede haber paz si no hay vindicación. La monstruosa guerra ha generado miles de víctimas en todos los bandos. Sabido es que muchas familias han padecido en carne propia la tragedia de perder miembros de uno y otro lado. El dolor es enorme y las heridas están abiertas. No es fácil eso de perdón y olvido. La memoria se mantiene viva y por eso la repetición es una amenaza constante.

Pero también el asunto es de justicia y equidad. En tanto no existan, la paz no será posible. Respecto de la justicia, duele en el alma la impunidad. Todo tipo de desgracias acontecen y no pasa nada. Sin Dios ni ley los delincuentes, vulgares y los de alto coturno, se pasean orondos y retadores, fortalecidos frente a un sistema penal debilitado, sin dientes ni recursos, cada vez son más descarados y agresivos. Respecto de la equidad, es vergonzoso saber que nuestro país es de los más inequitativos del mundo por la distribución de su riqueza: unos pocos tienen mucho y la gran mayoría poco o nada. Si eso que está de moda llamar capitalismo consciente se hubiera puesto en práctica antes, los ricos tendrían más riqueza, pero habría poca pobreza y una mayoritaria clase media con sus necesidades básicas satisfechas. Otro sería el cuento.

Hace casi 40 años el presidente de la Comisión de la Verdad, Francisco de Roux, escribió un texto magistral sobre los vacíos de la paz, un escrito ágil y asequible para comprender que, en tan complejo panorama colombiano, unas cuantas y acertadas decisiones hubiesen marcado un rumbo diferente y agrego yo, muchas vidas se habrían salvado y seríamos un país próspero y con mejores estándares en todo.

La paz seguirá su tortuoso camino hasta que dejemos de ser tan mezquinos solipsistas que solo pensamos en nuestro confort particular, así los otros estén en la olla, y, hasta que efectivamente y con hechos demostremos que ese cacareado amor por la patria se traduce en transformaciones sociales profundas. Es claro que solo los acuerdos firmados no eran suficientes y que por más fallas que pudieran tener eran el inicio de una nueva etapa, pero primó más el afán de retaliación, del “ojo por ojo y diente por diente”, así quedemos todos ciegos y muecos. Entre tanto, otros nos están sacando provecho. Así las cosas, hago un llamado a los tuertos que quedan para que tengan un tris de sensatez y cordura a ver si logramos salvarnos y vivir en paz.