Por Santiago Cossio*
Muchos años atrás el Partido
Liberal y el Conservador eran las grandes fuerzas políticas antagónicas con
diferencias ideológicas que defendían a capa y espada sus postulados. El
ejercicio democrático se respetaba, pero luego llegó el llamado Frente Nacional
y la sombra de Maquiavelo comenzó a aparecer. Relativamente hace poco, se
unieron para votar por el mismo, (Santos) en la llamada unidad nacional. Esto
me llevó a la pregunta. ¿Qué tan necesario son hoy los partidos políticos? ¿Qué
desdibujadas ideologías persiguen más el reparto burocrático que una causa
mayor de buscar el interés general sobre el particular?
Hoy estamos a toda
suerte de cruces ideológicos mimetizado en cantidad de partidos y grupos
significativos de ciudadanos que se acomodan a las oportunidades del momento.
Salen fórmulas de todas partes. Vote por el que diga este, vote por el que esté
en contra del otro, qué viva el partido del chontaduro, del tomate, la Coalición
de la Esperanza, de la Experiencia, el Pacto Histórico, el nuevo y viejo liberalismo,
el equipo ganador, el centro-centro y cuánta impactante fórmula que sume votos.
Aparecen candidatos de
todas las estirpes y con variopintas estrategias de marketing político. Salir
sin camisa, cargando niños ajenos, comiendo sancocho en plaza, marchando por
cualquier motivo o abrazado con algún influencer
político.
Los ciudadanos deben ir
más allá del simple partidismo e investigar la historia, trayectoria y
propuestas de cada candidato. Es un gran paso para formar una cultura política
que fortalezca la democracia.
En mi opinión personal
la Ley de bancadas es una muestra de cómo a estas alturas se coarta el
pensamiento. No se puede estar de acuerdo en todo. Cada persona debería tener
autonomía sobre sus decisiones. Las curules no deberían ser de los partidos
sino de las personas y cada quien debe hacerse cargo de su pensamiento e
ideología más allá de los desdibujados partidos.
P.d.1. En las
elecciones a Congreso del 2018 surgieron 1.4 millones de votos anulados y/o no
marcados. Lo que denota un alto analfabetismo político.
P.d.2. En plena era
moderna donde las tecnologías de las comunicaciones las tenemos en la palma de
la mano debemos buscar una comunicación bidireccional permanente entre electores
y representantes políticos.
P.d.3. El engaño al
sufragante debe ser un delito sancionado con la destitución. Ocurre cuando se
promete algo en campaña y se hace lo contrario luego de ser elegido. Es mejor
sospechar de políticos que ofrecen ríos de leche y miel.