Por John Marulanda*
El fraile Francisco, en los siglos II y III de nuestra era, pleno medioevo,
logró, con gran dosis de autoconfianza, dominar el lobo de Gubbio. Este animal
feroz, rabioso, sangriento, inclemente, está presente en el Santoral cristiano
(San Columbaro, San Patricio, San Froilán, San Eustaquia, Santiago Apóstol,
Santa Quiteria y otros) pero es el Santo de Asís el que con mayor frecuencia se
cita, como ejemplo de la bondad dominando la maldad.
De Asís a Bogotá
No pude menos que recordar a este símbolo de mi religión cuando en un foro,
el jesuita Francisco de Roux me increpó por mis dudas sobre la sinceridad de
los lobos del partido de los comunes. Mi duda racional, como lo manifesté en una sesión de la ilegítima Comisión
de la Verdad, se basa en que lo que dice alias «Iván Márquez» en un video
coincide con uno de los artículos del estatuto del antiguo partido FARC
encabezado por alias «Timochenko». La sospecha, sin paranoia, forma parte de la
saludable duda razonable que recomendaba Descartes para llegar a la verdad. Y
ahí están las pruebas para sustentar la sospecha. La coincidencia señala la
estrategia diseñada desde los 60 por su apóstol mayor alias «Tirofijo», la
combinación de todas las formas de lucha que está en el ADN del marxismo
leninismo. Y es que, en su paroxismo, los comunistas giran alrededor de una
obsesión: la toma del poder. Y si hay que mentir, secuestrar, asesinar o
narcotraficar, lo harán con tal de lograr este objetivo, que en su fantasía
será el comienzo del arreglo de todos los problemas. La realidad monda y
lironda, demuestra que es al revés. Ahí están Cuba, Nicaragua y Venezuela como
una demostración palmaria del desastre que son los comunistas en el poder. Los talibanes
de Afganistán, al menos son francos y claros en su atroz actuar, a diferencia
de nuestros “talibanescos” comunistas, como bien lo explica José Alvear en un reciente artículo.
Sabiendo que la Iglesia es tradicionalmente una de las tres instituciones
de mayor confiabilidad en la opinión pública colombiana, los arquitectos de la
falaz Comisión de la Verdad, parida mal en La Habana, colocaron a un sacerdote
a su cabeza, pero uno que abiertamente ha confesado sus simpatías por el grupo
narcoterrorista del ELN, que tiene a sus cabecillas requeridos por la policía
internacional y protegidos por Cuba y Venezuela.
Curas y lobos versión Colombia
Las narcofarc durante 60 años han sido los lobos de Colombia, asesinando,
secuestrando, violando, siempre abrigados con la excusa de “por y para el
pueblo y contra el imperialismo, la burguesía criolla y la oligarquía
explotadora”. Y aunque algunos de ellos se ponen abrigos de oveja, sus
orejas los delatan. La impunidad y el premio político y fiscal que obtuvieron
en los acuerdos habaneros, generan aversión de la opinión pública: una reciente
encuesta los condena con un escaso 8% de aceptación (el ELN registra un 2%) y
la reacción de doña Carmenza López, en agosto del año anterior, al negarse a
recibir un abrazo de la senadora narcofariana alias Sandra Ramírez, expresa un
sentimiento nacional.
“«Timo» ha reconocido que ha asesinado y ha pedido perdón, yo he estado a
su lado en estos eventos”, me sermoneó de
Roux. ¿Le habrá puesto la pata en su mano, mansamente, como se relata en el
capítulo 21 de “Las florecillas de San Francisco” y se muestra en la
iconografía estándar?
En este torbellino de emociones negativas, el Íñigo Francisco de Roux,
imposta a Francisco de Asís buscando una verdad que se sabe por todos viciada
desde el principio, pues el sacerdote es adicto a la Teología de la Liberación,
doctrina que justifica asesinar con tal de buscar un pedazo de pan para los
pobres. Robinhoodismo tropical, y si no fuera por los antecedentes del clérigo,
me atrevería a pensar en un fenómeno de licantropía política.
La paz no se ve en Colombia y el horizonte pinta complicado. Crimen organizado
transnacional, corrupción en metástasis, justicia venializada, fortalecimiento
de grupos armados ilegales apoyados desde Venezuela, debilitamiento de las
fuerzas de seguridad del Estado. Y para rematar, una Comisión de Roux con un
informe final perverso que, a como dé lugar, quiere convencer al mundo de que
el Estado democrático es pecado, el socialismo es el paraíso y que los lobos
son vegetarianos.