Por John Marulanda*
Mientras seguimos calibrando las consecuencias para la región
de la “caída de Kabul”, miremos algunos hechos interesantes en nuestro entorno cercano.
Nacionales, regionales y extracontinentales
El pasado 25 de agosto fue detenido y expulsado de Colombia
el sirio Samer Al Hasanieh, portador de cédula venezolana. Se le señaló de adelantar
actividades de observación y espionaje a bases aéreas militares en Mosquera y Bogotá.
Recordemos que, en marzo del 2019, el cubano José Manuel Peña, agente del G2 que
había ingresado al país desde Venezuela, fue detenido en Puerto Salgar, sede de
una base aérea de la FAC, mientras registraba aviones y su armamento. Lo apoyaban
dos médicos venezolanos, entrenados en Cuba.
El 27, otro sirio venezolano, Naman Waki, detenido en Estados
Unidos por hacer millones vendiendo carne en mal estado al gobierno de Caracas,
transfirió 21 millones de dólares por su fianza, una de las más altas registradas
en el país del norte. Tampoco se puede olvidar que, en diciembre del 2020, dos espías
rusos fueron expulsados mientras merodeaban por sectores energéticos de Colombia,
posando como empresarios influyentes en su país.
La situación se vuelve más interesante cuando el 29 del mismo
mes, nos enteramos de que Rahmat Asadi, un reconocido terrorista iraní, estaba tras
el intento de asesinato de dos empresarios judíos en Bogotá. Asadi subcontrató dos
narcotraficantes colombianos para la tarea. El iraní pertenecería a la Fuerza Quds,
organización militar con muchos de sus agentes en Venezuela.
Desde febrero, se supo de dos iraníes y su socio venezolano
explotando ilegalmente oro en el Chocó, sobre la costa pacífica, y de su “desaparición”
después de mover más de 50 millones de dólares en el negocio. Reportaban sus actividades
a coordinadores en Libia y Estados Unidos.
La concurrencia geopolítica y la alianza de conveniencia entre
crimen organizado transnacional y política, no es una rareza en el ámbito nacional
en América Latina, particularmente en los gobiernos dizque socialistas. En Venezuela
están los casos Alex Saad, colombiano, y de Waldi Makled, ambos de origen sirio,
por citar solo dos casos. La derecha no está exenta de ese maridaje, por supuesto.
Miren el caso Samper, vergonzosa situación reflotada por el expresidente Pastrana
en la Comisión de la Verdad de Roux.
De la Guerra Fría (ideología) a la Guerra Híbrida
(¿Realpolitik?)
Los vínculos entre gobernantes y funcionarios corruptos, espías
y empresarios extracontinentales, políticos y comunicadores, convergen en un solo
esfuerzo: tomar y mantener el poder. La ideología, entonces, se convierte en un
confite para los jóvenes que viven en una virtualidad globalizante y confrontacional,
alienados por las redes sociales.
Entretanto, el debate ideológico regional se envilece en una
oleada infructuosa de vandalismos, destrucción y muertes; China explota disimuladamente
el oro y el coltán venezolano y avanza sobre el litio de Bolivia, Perú y Chile;
Rusia permanece con su aparataje militar en Cuba, Nicaragua y Venezuela, y apoya
al narcoeln colombiano en las Naciones Unidas; Irán continúa con células de Hezbolá
desplegadas en toda la región lavando dinero del narcotráfico y con sus militares
campeando en Venezuela y Estados Unidos, después de los de Afganistán, genera desconfianza
y es señalado como un “amigo traicionero”. Agréguese a este boceto, un advenedizo
chileno financiado por Soros y empoderado, por ingenuos unos y perversos otros,
que busca debilitar a su voluntad las fuerzas militares y de policía, las defensas
naturales de las débiles democracias latinoamericanas. Todo esto en medio de un
flujo imparable de cocaína para suplir la demanda creciente de europeos, norteamericanos
y australianos, estresados por todo lo que está sucediendo, pandemia incluida.
Este mapa, debe llamar seriamente a la reflexión sobre el futuro
de estos países, que continuarán siendo actores descartables de intereses geoestratégicos
superiores y quedarán condenados al subdesarrollo y a la pobreza, a pesar de sus
grandes riquezas para el futuro de la humanidad. En 9 meses, las elecciones de Colombia
sellarán el destino de la región y en medio de la campaña electoral neogranadina,
Bogotá se parece a Estambul, la capital turca centro de convergencia de todos los
intereses geoestratégicos durante la Guerra Fría. Ahora los contextos son diferentes
pero la interacción entre crimen organizado, señores de la guerra, gobiernos corruptos,
ciberguerra, criptomonedas, empresarismo y redes sociales, ofrece todas las características
de una Guerra Híbrida.