Por John Marulanda*
En este periodo post Kabul, los cerebros de los analistas y
los ojos del mundo están atentos al mar del sur de China y al estrecho de
Taiwán, que recalibrarán la fortaleza y la actitud norteamericanas como primera
potencia militar del mundo. América latina en este “interesante” mapa
geoestratégico, ha entrado discretamente a jugar su papel de reparto.
La “caída de Kabul” pronostica para nuestra región una
ofensiva política, diplomática, económica, mediática y eventualmente militar de
US. Tiene que lavar la cara frente a los ataques mediáticos de Rusia y China
que se burlan de “su supuesto poder global” y que enfatizan la no confiabilidad
en el apoyo norteamericano, mensaje muy sensible para Brasil y Colombia, a
menos de un año de sus elecciones y con las capacidades cibernéticas de Moscú y
Beijing, previamente demostradas a estos gobiernos de centro derecha.
Colombia, el mejor amigo de US en la región, ha acudido a
su llamado de apoyo humanitario y albergará unos 4.000 refugiados afganos, que
se trasladarán al país del norte en un impredecible futuro. La gran diferencia
con unos 10.000 migrantes haitianos, cubanos, venezolanos, asiáticos y
africanos varados en Urabá, frontera con Panamá, es que a estos musulmanes los
financiará la potencia. Y el primer hotel en ser utilizado para su albergue
será el de la Caja de sueldos de los militares retirados.
Se habla de una posible infiltración de miembros de
organizaciones radicales islamistas entre los migrantes afganos y el potencial
riesgo que representarían contra la seguridad pública de los países que los
hospedarán. Pero hasta ahora, Al Qaeda, Isis y Hezbolá, no están interesados en
abrir un nuevo campo de batalla, especialmente en este baluarte cristiano, sino
en usufructuar las ganancias del crimen organizado transnacional de la cocaína
y la minería ilegal (el coltán y el oro producen tanto o más dinero que la
cocaína) cuyos dineros lavan hábilmente.
Los afganos en general conocen el asunto del narcotráfico
del opio (llegó a ser casi la mitad de su PIB en años anteriores) y no se
extrañarán del negocio de la cocaína, pero debido a su idioma, cultura y
condición, será relativamente fácil su control.
El verdadero riesgo de tener afganos “temporalmente” pagos
por Estados Unidos, es que se instauren guetos, zonas de no intromisión, como
en París, Madrid, Fráncfort o Londres. Islas en donde impera la sharia, no
necesariamente en su versión Talibán, y en donde el Estado, sus leyes y su
policía, no aplican. La mejor apuesta caribeña, sin embargo, es que estos
afganos terminarán bailando cumbia o salsa, comiendo arepa, aficionados al
guayoyo y pariendo crías colombo-afganas.
De caer el poder político de Colombia en manos de la
izquierda amiga de Chávez, lo hemos dicho, el desprestigio militar
norteamericano por lo de Afganistán y el asentamiento de China, Rusia e Irán
principalmente en Venezuela, obligaría al Pentágono a tomar cartas serias en el
asunto. Si es que no las están tomando ya.
El asunto finalmente puede terminar en una confrontación
bélica entre señores de la guerra del ELN, las FARC, Hezbolá, carteles
mexicanos, bandas delincuenciales venezolanas tipo Tren de Aragua, mafias
europeas y asiáticas, militares nacionales y extranjeros, y otras
organizaciones ilegales. Algo que ya se está viendo en Arauca-Apure. En este
teatro del desastre, las ideologías serán artificios desacreditados y
subsidiarios al interés económico inmediato y a la consecuente lucha por el control
territorial. Con fondos ilícitos, los sexagenarios cabecillas marxistas
leninistas insistirán en financiar su revolución, a pesar de que la experiencia
colombiana les ha demostrado que el narcotráfico deprava su base combatiente.
La presencia de asilados afganos en Colombia y otros países
de la región, no se ve, en principio, como un riesgo de seguridad. Pero en este
peligroso juego “feopolítico”, muchas cosas pueden suceder.