viernes, 27 de agosto de 2021

Con la desgracia no se hacen chistes

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Pululan en estos días por las redes sociales memes, videos y toda clase de chistes para referirse a los 4 000 afganos que llegarán al país, en calidad de refugiados, según anunció el gobierno nacional. En un contexto distinto al actual tal jocosidad sería realmente graciosa. Hoy la encuentro desafortunada y de mal gusto.

Que la gente de cualquier pueblo o nación tenga que huir de su tierra no es ningún chiste. Es una tragedia. A lo largo de la historia de la humanidad estas dramáticas situaciones se han repetido reiteradamente ante la mirada indiferente, si no cómplice e indolente, de otros pueblos que quizás no saben lo que significa dejar literalmente todo para poder salvar el propio pellejo y el de los suyos.

Recientemente hemos sido testigos de la migración venezolana en nuestra patria que bien puede superar los dos millones de personas. El infeliz régimen castro-chavista ha puesto contra la pared a millones de patriotas y los ha obligado a huir de su tierra, de su cultura y de su gente, abandonando por doquier sus pocas o muchas posesiones con tal de encontrar mejores oportunidades y condiciones para sobrevivir.

Ahora vemos por las imágenes que nos comparten los diversos medios, que la escena se repite en otra latitud muy lejana, otra cultura, otra religión, otras condiciones. Los talibanes se han tomado el poder en Afganistán y victoriosos, sin ganar la guerra, observan delirantes como el ejército del tío Sam ha salido con el rabo entre las patas después de gastar infructuosamente billones de dólares en una confrontación de nunca acabar. Las imágenes de la gente queriendo huir de Kabul, su capital, son espantosamente aterradoras. A como dé lugar, sin nada más de lo que llevan puesto, esperanzados, se hacinan en los grandes aviones con tal de salir de ese infierno. Los que no logran entrar se aferran desesperados a alas y alerones del avión para caer al vacío a los pocos segundos del despegue y matarse contra el piso. Eso, no me parece nada gracioso.

No sabemos nosotros qué es esto de quedarse sin tierra, sin casa, sin nada. Por eso resultamos tan excluyentes como xenófobos, tan crueles como payasos de baja estopa. No pareciera afectarnos para nada el dolor ajeno. Creemos jocositos que aquellos la pasan delicioso en su obligado turismo de pasar hambres y desprecios. ¿Qué tiene de chistoso recorrerse a pie cientos de kilómetros de una carretera solo o con su familia a expensas de alguien que generosamente les tire una moneda o les de una botella de agua?, ¿los afganos que llegan traen su pasaporte diplomático y pagarán cómodamente un hotel?, ¿vendrán en mejores condiciones que los vecinos de al lado? Excúsenme ser aguafiestas de esos chistes, pero la crisis humanitaria que vivimos es grave, con ellos como emigrantes y con los millones de nuestros propios que ya teníamos. La inequidad se acumula y todo seguirá igual si nuestra clase política dirigente sigue siendo la misma con los mismos, repartiéndose el erario, en tanto el pueblo sigue literalmente jodido.

Con la desgracia no se hacen chistes, porque estoy descubriendo que con el solapado argumento de que somos un pueblo resiliente y de buen humor, estamos peor que antes.