Por Antonio Montoya H.*
Es indiscutible la gravedad de los
acontecimientos que vivimos en el mundo por los cambios de gobierno que, uno a
uno, suceden en los países de Centroamérica, Suramérica, África, Asia y muchos
otros, algunos motivados por temas religiosos como el caso de Afganistán con
los talibanes fundamentalistas; en otros, por el solo deseo de poder, caso
Haití, y en otros por la penetración de ideologías contrarias a la democracia
que han ido permeando la mente de los ciudadanos, modificándola lenta e
imperceptiblemente como en Venezuela, Perú, Bolivia y Argentina, que están en
manos del comunismo, aunque simplemente lo plantean como países socialistas. Ahí
está el gran error de la gente.
En otros, como Colombia, están cercándonos por
todas las formas posibles, desde la guerra con las disidencias de las FARC y el
ELN, desde la educación con Fecode, desde los gobiernos, con las alcaldías que
han ido obteniendo con resultados perversos, pero ahí están, con la instigación
al paro nacional, a los bloqueos y al desabastecimiento. Es pues una clara,
ordenada y sistemática lucha contra la democracia.
Por todo ello, debemos ser enfáticos en
defender la democracia, nuestro sistema de gobierno, que puede avanzar y
contribuir cada vez más a ser mejores a nuestros ciudadanos, obteniendo calidad
de vida, trabajo, salud y seguridad, eso sí, combatiendo a los bandidos que nos
perjudican como los corruptos que roban el erario; a ellos todo el peso de la
justicia, rápido y sin dilaciones.
Uno de los propios problemas de la democracia,
que los hay, es el de dejar que desde la educación se dañe la mente de nuestros
jóvenes ya sea en el bachillerato o en la universidad. No obstante, creo que
todos aquellos comunistas y socialistas de pacotilla, que predican el cambio de
sistema y de gobierno no les ha tocado perder su libertad, ni su capacidad de crear
empresa, ni de desarrollar su intelecto; no han perdido la opción de tener
bienes propios, pero pronto les sucederá y lograrán entender que los tienen
como idiotas útiles permeando la mente de la juventud para después darles un
empujón y dejarlos a un lado, como paso en Nicaragua, Venezuela, Bolivia y
otros muchos otros países del mundo.
Lo que no entiende la gente, los ciudadanos, es
que el comunismo, “es una doctrina económica, política y social basada en el
pensamiento marxista que defiende una organización social en la que no existe:
a. La propiedad privada.
b. La diferencia de clases.
c. Los medios de producción están en manos
del Estado.
d. Se supone que el Estado distribuye los
bienes de manera equitativa y según las necesidades”.
Miren bien, que de forma expresa los coloque en
renglón independiente: los cuatro numerales, cambian de un tajo la forma en que
vivimos: es así como la industria pasa a manos del Estado y este, simplemente
la pierde porque no invierte, no tiene interés en mejorar y crear compañías,
solo en sacarles el dinero y luego dejarla en manos de los trabajadores que no
tienen cómo hacerla producir, es decir el caos completo.
La propiedad privada desaparece, el Estado es
dueño de todo, no hay incentivo para el ser humano, su creatividad colapsa y el
Estado decide por él, es decir quedamos como seres inertes, sin rumbo ni
motivación, y obviamente las clases sociales desaparecen; por lo bajo todos
estaremos iguales, habrá la clase dominante de los gobernantes y los demás
estaremos en la olla.
Sí señores, ese es el comunismo, sistema que no
prosperó, que se derrumbó con la caída del muro de Berlín, y Rusia entendió que
el sistema fue fallido y tuvieron que cambiar, aunque aún les falta. China comprendió
que si no cambiaba también fracasaría y hoy es próspera; en ambos países su
pretensión inicial se modificó y hoy son países ricos en los que la propiedad
privada existe.
El socialismo promulga que “la
propiedad y la administración de los bienes de producción sean de las clases
trabajadoras con el fin de lograr una organización de la sociedad en la cual exista
igualdad política social y económica”.
Vendrán también otros interesados como los
talibanes; posiblemente no tengan entrada en América, pero son persistentes y
no se sabe nunca con ellos. Y si allí, en Afganistán, por segunda vez regresan
al poder estableciendo un gobierno basado en su interpretación extrema de la
ley islámica, no faltarán otros fundamentalistas que quieran lo propio con
Colombia.
Señores ciudadanos colombianos, no dejemos que
nos cambien sin luchar, sin dar la batalla. Podemos lograr una Colombia mejor
en democracia y con pujanza, si entendemos en que aguas están pretendiendo que
entremos. Viva la democracia, viva nuestra historia.