viernes, 20 de agosto de 2021

Cójanlo, cójanlo, suéltenlo, suéltenlo

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Somos un país desconcertante. Vivimos quejándonos del Estado ineficiente. Todos los gobiernos son malos. La justicia es inoperante y si funciona es para los de ruana. Palo porque bogas y palo porque no bogas. Criticar por criticar es nuestro lema, nada nos gusta, nada nos satisface. SI no hay vacunas ¿por qué no han llegado? Si llegaron, ¿por qué no de la marca que me gusta? El canibalismo en las relaciones sociales nos tiene con sobrepeso.

El tema de hoy no es exagerada caricatura. Cuando el raponero callejero corre con su botín, la gente le abre paso gritando “cójanlo, cójanlo” y cuando el policía de la esquina, obediente a su tarea por fin lo atrapa, le gritan “suéltenlo, suéltenlo”. Queda uno súpito. Al fin qué: ¿que se haga justicia, o que sigamos lo mismo? Incomprensible.

La tal Epa, esa misma que con un martilllo en mano destruyó una estación de Transmilenio, frente a millones de colombianos que mirábamos impotentes su desfachatada sonrisa mientras lo hacía. Esa que fue solo regañada dulcemente por la autoridad y que en segunda instancia es condenada a un tiempo de cárcel, ésa misma resulta ahora inspirar benevolencia, compasión y ternura. Pobrecilla ella, angelical criatura, víctima de una justicia que se ensaña con tan simpática jovencita. Hasta movilización nacional exigiendo su libertad. Los psicólogos sociales nos deben una explicación: cójanlo o ese anhelo implacable de disciplina y orden. Suéltenlo o la apoteosis de la anarquía y el desorden. Nos movemos esquizofrénicamente entre querer rigor, mano dura y, a la par, ser blandos, permisivos, laxos.

En el fondo alcanzo a vislumbrar un resentimiento generalizado contra la justicia desbalanceada, porque no es que la muchacha esa no se merezca una fuerte y merecida sanción. No. El problema es que estos ladronzuelos de calle y estos vándalos sociales se convierten en chivos expiatorios de una justicia radical y muy severa contra ellos y bastante ciega, ineficiente y complaciente con los ladrones de cuello blanco que se roban miles de millones, han ordenado masacres, roban a cuentagotas a todo el país y no les pasa nada, siguen ahí, impunes, toteados de la risa. Esa es la injusticia. Porque es bien sabido que en las cárceles hay muchos que por poca cosa pagan largas condenas en tanto siguen sueltos otros que deberían estarlo para siempre. Y como si fuera poco, el expresidente sale a proponer entonces amnistía general para todos. ¡Por Dios!

En mal momento o coyuntura se da esta confrontación, porque impávido el país entero mira cómo el carrusel de las contrataciones sigue robándose miles de millones sin que les pase nada, en tanto le meten cinco años de cárcel a esa pobre niña. De modo que, si no han cogido a tan protagónicos ladrones, dejen suelta a la muchacha, es la radical conclusión. Estamos mal, muy mal. Desde que la justicia se corrompió, “que entre el diablo y escoja”.