Por John Marulanda*
El relevo de alias
Pablo Beltrán en la jefatura del ELN, obedece a dos hechos: un cáncer que agota
a este hombre quien, a pesar de su pausado hablar, no logra ocultar su visión
política radical y en segundo lugar un “consenso”, según el término del comunicado,
lo que no es frecuente en esta organización. Este cambio no solo genera
expectativas e inquietudes, sino amargos recuerdos. Y es que sobre el nuevo
“Primer Comandante”, alias Antonio García, pesan unas 20 órdenes de captura por
secuestro y homicidio agravado. La masacre de Machuca, el secuestro de un avión
comercial en 1998 y el carro bomba de la Escuela General Santander en el 2019,
son algunos de los desafueros con su firma como autor o coautor.
Secta en crecimiento
El ELN ha sido una organización castrista con gran nivel de autocrítica, a diferencia de las FARC,
lo que se explica por su origen universitario, académico si se quiere,
impregnado por una fuerte influencia sacerdotal, lo que le da un cariz de secta
marxista leninista con motivación religiosa –la fementida Teología de la
Liberación–, que la hace más próxima a un grupo extremista islámico, que a un
tradicional grupo guerrillero latinoamericano. El espíritu religioso impregna
no sólo el discurso de sus cabecillas, sino que le da justificación moral a sus
radicales sentencias revolucionarias que culminan en ejecuciones sumarias “dolorosas
pero necesarias para ganar la guerra por el pueblo y los pobres”, según se
lee en alguno de sus documentos. En 1998, por ejemplo, ejecutó por la espalda y
en indefensión al Obispo de Arauca, monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve,
de 73 años.
En el 2021 varias
condiciones caracterizan al ELN. Gracias a su resiliencia, se ha convertido en
la organización armada ilegal de mayor crecimiento en toda la región,
transformándose en una amenaza terrorista igual o superior al Primer Comando
Capital del Brasil y al cártel de Sinaloa de México. Sus elementos merodean la
frontera venezolana-brasileña y las fronteras de Colombia con Perú, Ecuador y
Panamá.
Otra particularidad es
su definitivo involucramiento con las redes transnacionales del narcotráfico y
la minería ilegal. En este último negocio, el arco minero del Orinoco le
reditúa grandes cantidades de dinero por sus escoltas a cargamentos de oro y
coltán perteneciente a compañías chinas, que salen de los estados Bolívar y
Amazonas, y llegan a aeródromos clandestinos del Alto Apure, en Venezuela,
según denuncian desde Washington. A esto se agrega el avance de su control del
andén pacífico colombo-ecuatoriano, por donde sale más del 75% de la cocaína
que no para de producirse en el país neogranadino. Inclusive financia sus
propios semi-sumergibles para el transporte de la droga.
¿Juego desde Venezuela?
En todo el contexto
actual, es crítico el estímulo del gobierno venezolano a las actividades de las
células elenas urbanas en los disturbios del reciente Paro Nacional, aún sin
plena prueba o al menos sin confirmación de las autoridades en Bogotá. Pero la
“brisa bolivariana” fue una advertencia que, de confirmarse, plantearía serios
problemas de orden estratégico y de soberanía nacional no solo para Colombia:
en Venezuela, según la ONG Fundaredes, el ELN está presente en 19 de sus 23
estados.
El relevo de alias
“Gabino”, no ofrece un panorama propicio para un eventual diálogo de paz debido
a la consistente posición del gobierno colombiano de no ceder en sus
condiciones previas a cualquier negociación. Otro óbice a cualquier intento de
diálogo es la fuerte influencia del ahora “Tercer Comandante”, alias Pablito,
jefe del poderoso brazo armado que anima el desueto discurso sesentero que
monódicamente esgrime el ELN y que siempre nos retrotrae al clan de los
hermanos Vásquez Castaño y al Manifiesto de Simacota de 1965. Alias Pablito es
el cabecilla del llamado Frente de Guerra Nororiental, que campea
descaradamente en la frontera colombo-venezolana y es el jefe de los frentes
urbanos, que en Cúcuta mostraron sus capacidades con el carro bomba de la Brigada
30 y con el abaleo del helicóptero presidencial.
A lo anterior, se
agregan los intereses de Venezuela, empeñada en crear “la patria grande de
Bolívar” mediante una desestabilización regional con la estrategia del Foro de
Sao Paulo, el activismo del Grupo de Puebla, el aliento de Cuba y la complacencia de
Rusia, Irán y China. El ministro de defensa ruso renovó su apoyo a Venezuela,
Irán desvió dos barcos que venían con rumbo a Venezuela con material de guerra
y las vainillas de los disparos contra el helicóptero presidencial, son de
origen ruso e iraní.
Con todos estos
elementos, nuestras perspectivas apuntan a un recrudecimiento de las acciones
armadas en las ciudades por cuenta del ELN, teniendo como objetivos principales
unidades militares, policiales o altos funcionarios del Estado. Y, repetimos,
la frontera es un foco de inestabilidad regional que puede sorprendernos en
cualquier momento.