miércoles, 30 de junio de 2021

¿Muchos para figurar o uno para ganar?

José Alvear Sanín
José Alvear Sanín*

Después del lanzamiento, en la semana que acaba de concluir, de otras tres candidatas para la presidencia, contabilizo como 40 nombres excelentes, con excepción del de Petro, execrable puntero (por varias cabezas) en esa carrera, y faltan datos de varios municipios.

En los íntimos pliegues de cada político está siempre agazapada la tentación presidencial, pero para que esta no lo exponga al ridículo debe operar la consideración de “lo posible”. ¡Si en Colombia hubiera siquiera 10 presidencias al mismo tiempo, sería lógico el número de aspirantes que se han presentado!

Ahora bien, por más torpezas que cometa Petro (que puede, al contrario, seguir posando de paloma), en junio del año venidero seguirá a la cabeza, y detrás de él llegará, si seguimos como vamos, un pelotón compacto de aspirantes, cada uno soñando con lograr el codiciado segundo puesto en la primera vuelta…

Arriesgada apuesta, entonces, la de los ilusos candidatos democráticos, porque existe el riesgo de que el segundo en esa fecha sea otro funesto izquierdista.

Como puede ver el amable lector, hay un candidato guiado por la estrategia, al que se oponen las docenas que apuestan por la táctica. Lo estratégico consiste en una preparación de años, una financiación inagotable y una figura conocida en todos los rincones, mientras lo táctico es soñar que “si gano el segundo lugar, el país, aterrado por el ejemplo de Venezuela, me rodeará para ganar en la segunda vuelta”.

El espejismo, la ilusión, de pasar a la segunda vuelta, nada tiene de sólido. Es un juego tan inseguro como el de la ruleta rusa, y este país no lo podemos jugar a la ruleta rusa. Si el año entrante Petro llega a la presidencia, será el fin de la patria y el principio de la revolución colombiana, para completar el dominio del subcontinente. La candidatura presidencial no puede, entonces, convertirse en un renglón adicional del curriculum vitae de ciudadanos meritorios.

La preservación de la democracia y del estado de derecho es asunto de vida o muerte, que exige perentoriamente la escogencia, desde ahora mismo, de un candidato viable, es decir, de alguien que pueda ganar las elecciones del 2022, tanto la del Congreso como la de la presidencia, y por eso tantas aspiraciones ilusorias deben retirarse de inmediato. Deponer los egos es imperativo.

Para ganar se requieren principios y suficiente financiación, con el fin de poder contar con medios masivos, equipos de trabajo, desplazamientos, grupos preparados para prevenir el fraude y otros para contrarrestar en las redes sociales las innumerables bodegas de la izquierda y las potentes emisoras que el gobierno ha construido y financia para las Farc.

Una campaña electoral moderna es una empresa que cuesta centenares de millones. Solamente un gran candidato puede obtenerlos, porque si seguimos como vamos, nadie va a financiar a tantos aspirantes porque “tanto pobre junto pierde la limosna”.

Aplazar la respuesta a la ofensiva revolucionaria para cuando se sepa quién queda de segundo en la primera vuelta equivale a suicidarse, porque el intervalo entre la primera y la segunda ronda es muy corto. Apenas alcanza para el último forcejeo.

La batalla de 2022 es la final y decisiva. Desde hoy mismo hay que prepararse para ganarla. De lo contrario nos tocará asistir a la película Colombia no-futuro.