Por Pedro Juan González Carvajal*
Como
este es un país conformado por colombianos y no por verdaderos ciudadanos,
tradicionalmente se sabe que se van a tomar decisiones o se toman decisiones
que nos afectan de manera directa, pero de manera folklórica, nadie expresa su
legítimo derecho democrático a decir que no está de acuerdo, dando un ejemplo
viviente y continuado de lo que es la indolencia que nos caracteriza.
Esta
introducción sirve para expresar mi desacuerdo con una nueva reforma
tributaria, por más angelical que sea el nombre que hoy se le coloque: “Proyecto
de Ley de Solidaridad Sostenible”.
Es
indudable que se requieren unos 30 billones de pesos adicionales para poder
enfrentar los retos que nos ha presentado la pandemia y que la aplicación de
los recursos está bien intencionada y bien dirigida por parte del Gobierno
hacia la población más afectada y a la necesitad de tratar de evitar una
hecatombe en términos de generación de desempleo si desaparecen más empresas y
unidades económicas informales.
Con
lo que no estoy de acuerdo es con la fuente de donde saldrán los recursos, lo
cual demuestra el facilismo y la falta de creatividad de este y de todos los
gobiernos anteriores que han recurrido a este mecanismo, el de las mal llamadas
reformas tributarias, para generar ingresos adicionales y aliviar la caja.
Sea
lo primero resaltar la falta de carácter y de compromiso de todos aquellos
gobiernos que en todos los escenarios han reconocido que hace falta una reforma
tributaria estructural y no la acometen ni la lideran por falta de
gobernabilidad, o dicho en palabras parroquiales, porque no tienen la fuerza
política suficiente, o si la tienen, la emplean para sacar adelante otro tipo
de intereses.
Lo
segundo, es la pasividad cómplice de los gobiernos al no enfrentar de manera
frontal el flagelo de la corrupción, enraizada hasta los tuétanos en esta
sociedad y en este sistema político nuestro.
Se
habla, en órdenes de magnitud, de que la corrupción anual en el país ronda la
cifra de los 50 billones de pesos, y en vez de ir a buscarlos, pues más bien
nos meten la mano a los bolsillos y lo peor, nos dejamos violar plácidamente.
Es
allí donde deben centrarse los esfuerzos, ya que evitando y controlando esa
vena rota, generaríamos unos “ahorros” de casi dos reformas tributarias
anuales, lo cual, ahí sí, podría apalancar la reactivación de la economía y la
atención, primero subsidiada y luego promovida, de la calidad de vida de la
mayoría de los colombianos.
Gravar
las pensiones es un despropósito, una burla y un atraco para aquellos que hemos
ahorrado y aportado nuestros recursos con esfuerzos durante la vida laboral. Las
pensiones no son un regalo ni una dádiva del Estado, sino el producto de
nuestro trabajo: ¡Respeten!
Otra
cosa es que tampoco se ha acometido la gran empresa de garantizar pensiones
para todos los ciudadanos, como debe ser: Ahí está la plata de la Corrupción y
ahí están los recursos consuetudinariamente mal manejados por parte de las entidades que han dizque
administrado los bienes provenientes de las extinciones de dominio a
narcotraficantes, recursos que no se han visto en la proporción esperada y que
han sido otra fuente de malos manejos y de corruptelas.
Mientras
tanto, seguimos de fiesta. Ya llega la Semana Santa, que para muchos es una
“Parranda Santa” y veremos y seremos testigos impávidos de cómo se agudiza la
crisis por el COVID ante los contagios que se generarán y que se sabe con
anticipación, generarán un tercer y un cuarto pico.
¡Qué
bendita especie la nuestra!
Quisiera,
finalmente compartir uno de los pocos mensajes inteligentes que he recibido
últimamente, que hace parte de Cuentos para Monstruos de Santiago Pedraza: “El
hombre lobo viajó por el mundo, buscando algún procedimiento médico que pudiera
evitar su horrenda transformación. Después de unos años, encontró a un grupo de
doctores capaces de hacer su sueño posible. Estaba harto de convertirse en una
criatura grotesca, violenta, e inconsciente. Al despertar del procedimiento, se
sintió satisfecho con el resultado, así que se fue a vivir tranquilo al bosque.
Estaba feliz, nunca más volvería a convertirse en hombre”.