Las encuestas arrojan datos inseguros, es cierto, pero no pueden descartarse en el análisis político. La más reciente es aterradora: el candidato castro-chavista ocupa el primer lugar, con intención de voto del 23 %, y lo sigue el del socialismo caviar, con 11 %, lo que indica que esos dos individuos —si no hay un cambio dramático— van a la segunda vuelta para que el país escoja entre uno malísimo y otro todavía peor.
Esta comprobación de algo ampliamente percibido desde hace meses parece no asustar. La actitud predominante es la de que es imposible que un irresponsable, con nutridos y malos antecedentes, vaya a ganar. Por tanto, las señoras y señores de los estratos 5, 6, 7 y 8 siguen con la mayor tranquilidad participando en agradables juegos de salón, siendo el favorito el de lanzarse a la presidencia.
Si Petro y Fajardo suman el 35 % de los votos para la primera vuelta, queda un 65 % para disputarse entre 32 personajes intercambiables y similares por ancestros, posgrados, trayectoria profesional, reconocimiento social, etc.
La más sencilla división indica que cada uno de ellos sale del partidor con 2,0325 % de opinión electoral, mientras no se lancen más aspirantes…, y en esta lista no figuran todavía los posibles aspirantes del CD.
Desde luego, no todos van a perseverar, pero es posible que 10 o 12 sigan hasta la primera vuelta, esfuerzo que solamente les permitirá ese día conversar con el más opcionado para negociar, con sus dos o tres congresistas afines, una cuota de poder: embajada, contrato o inspección de Policía.
Pensar que eso no pueda pasar aquí es una actitud lógica para gentes bondadosas, sencillas, desinformadas y bien-pensantes, como tantos abuelos, la cajera del supermercado, el jardinero… pero en la dirigencia —porque a ella pertenecen estos 32—, esa posición solamente puede indicar o que se ha perdido toda capacidad de reacción, o que se impone la resignación ante algo inevitable, frente a lo cual hay que acomodarse…
Antes de las elecciones siempre se espera la orientación de los expresidentes. Tenemos cinco: Gaviria y Samper, con Petro; Pastrana, hasta ahora callado; Uribe, indeciso, y Santos, que en el momento definitivo puede irse con su amigo Petro o con Fajardo…
Y si hablamos de plata y de medios, Petro es el único que los tiene, y por montones.
A mí no me da temor señalar el peligro mortal en que se encuentra un país que sale arruinado por la pandemia, carcomido por el narcotráfico e invadido por la corrupción.
Colombia, al borde del abismo, necesita con urgencia un Churchill o un De Gaulle, porque la respuesta no puede venir de esos 32 amateurs.
Quod deus vult perdere, prius dementat (Si los dioses quieren perder a alguien, primero lo enloquecen), es uno de los pocos latinajos que recuerdo, y en Colombia parece que estamos enloquecidos y tal vez ya poseídos por la pulsión de muerte de la que hablaba Freud.