Por Antonio Montoya H.*
Desde pequeños a todos nos enseñan en el hogar
y en el colegio a tener herramientas para ir aprendiendo en el trascurso de la
vida a tomar decisiones que obviamente van de menos a más y que, en la medida
de las circunstancias, pueden tener consecuencias positivas o negativas, las cuales
además de afectar a la persona que las toma, pueden, en otras circunstancias,
incidir en la vida de toda una comunidad de una manera negativa, como sucede actualmente.
En Colombia, en estos momentos estamos viviendo
unas circunstancias especiales con relación al mandato que ejercen actualmente
los alcaldes y gobernadores de nuestro país, tanto los de las grandes capitales
como las alcaldías de pequeñas ciudades, en donde las decisiones del año 2019
que se tomaron en forma racional, pasado apenas un año, han cambiado
radicalmente, por diversos motivos. Los ciudadanos quieren revocar ese mandato,
se han dado cuenta de que entre lo que decidieron en su momento y la realidad
actual hay abismales diferencias, no se cumplieron los sueños, los programas y
las promesas fueron olvidadas, los planes de gobierno simplemente se cambiaron,
los independientes no resultaron serlo y los otros, que representaron posiciones
políticas de izquierda o de derecha, no estaban preparados para gobernar.
Me dirán algunos que la causa de todo ese
incumplimiento de los compromisos adquiridos es por causa de la crisis
originada por el virus del covid-19, pero la realidad es que no. No se puede
garantizar que en el periodo de gobierno que le corresponda al elegido todo sea
color de rosa, por el contrario, uno se debe preparar para gobernar en tiempo
de crisis, porque el talante, la responsabilidad, la creatividad y la honestidad,
deben estar siempre presentes en todas las circunstancias sean estas positivas
o negativas. Lo que vemos hoy en los gobernantes es que parece que están en un
circo, dando espectáculo diariamente, controvirtiendo todo, en conflicto con la
comunidad y gobernando por Twitter; así no se genera respeto hacia la
comunidad, ni él mismo se gana el reconocimiento. Se requiere trabajar para
mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos y estabilizar las ciudades
con decisiones reposadas, analizadas y de largo plazo.
Por tales circunstancias los ciudadanos están
hastiados, no creen en nada, no hay gobierno, solo conflicto, no se actúa con
serenidad, se burlan por las redes de los que opinan diferente, es pues un caos
el que vivimos.
Por todo ello, en buena hora tenemos una
democracia participativa, en la que en todo momento el ciudadano continua
analizando, pensando y actuando, que además, fundamentada en la Constitución
del 91, donde se constituyó la figura de la revocatoria del mandato una ves
cumplido el primer año de gobierno, permite, previo cumplimiento de requisitos
ya conocidos en las redes sociales, iniciar los procesos revocatorios de los
mandatarios elegidos popularmente, eso sí permitiendo el derecho a la defensa o
a la réplica en audiencia pública y luego sometida a votación.
Los procesos revocatorios más sonados son los
de Bogotá, Cali, Medellín, Cúcuta y Cartagena, pero están en camino otros 28 más,
lo que indica que haber consagrado esta figura en la Constitución fue un
acierto, evita que el que viene realizando una mala gestión se mantenga en el
cargo hasta el fin de su mandato.
En Medellín, ese proceso está en marcha y el 25
de este mes de enero se dará, mediante la virtualidad, la audiencia pública en
las que se darán a conocer las razones para solicitar la revocatoria y el
alcalde o su delegado podrá defenderse. Luego se entregarán los formularios
para que los ciudadanos en las urnas tomen la decisión de revocar o no y para
ello, se requieren 92.000 firmas válidas. Creo que con las decisiones diarias
que toma el alcalde, la falta de criterio, el perjuicio para la ciudad, los
motivos que se aducen que ya pasan de los 50, está favoreciendo el crecimiento
del descontento ciudadano y por consiguiente estamos próximos a demostrar que requerimos
ciudadanos y gobernantes idóneos para desempeñar el cargo y representar
dignamente a la sociedad antioqueña, que tiene tradición, principios y valores,
y defiende la institucionalidad y la gobernabilidad. A las urnas.