Por John Marulanda*
Hace casi dos años, en Bogotá, la Estambul de Latinoamérica, me preguntaba
qué tenía Colombia para espiarle. Muy poco, casi nada, argumenté entonces. Pero
hace pocos días, dos espías rusos, uno del SVR (Servicio de Inteligencia
Exterior) y otro del GRU (Servicio de Inteligencia Militar) fueron expulsados
del país.
El Colombia, hay oficializadas más de una docena de agencias extranjeras de
información, de inteligencia, entre otras la CIA, NSA, FBI, DEA, naturalmente,
el DGSE francés, el MI6, en CNI español, el BDN alemán, la Mossad, el SCRS
canadiense, la ABIN brasileña, y por supuesto el G2 y el SEBIN, sin mencionar
los agregados militares y las agencias privadas, subcontratadas por gobiernos. Actualmente,
según cuentas no oficiales, la embajada rusa en Bogotá registra 43
diplomáticos, 23 de los cuales serían agentes de inteligencia, número muy
crecido para un país que no produce tecnología de punta en lo militar, ni en lo
cibernético, ni en lo químico, nuclear o biológico, ni nunca ha tenido vocación
armamentista. Extraño que ahora la embajada rusa exponga a sus funcionarios en labores de
desestabilización en un país suramericano, tarea que han venido cumpliendo
desde los sesenta sus subalternos cubanos y permanentemente su aparato
propagandístico. Pareciera que se repiten episodios de la Guerra Fría, cuando
el espía de la KGB Nicolai Sergueievitch Leonov suministraba recursos y coordinaba los entrenamientos
en los países soviéticos de la dirigencia comunista de las FARC. O cuando la
periodista Helina Rautaavara, intercambiaba informaciones con el bandolero
“Chispas”, miembro del PCC.
Y es que las agencias de seguridad del Estado ruso van al grano: en el 78,
en Londres, asesinaron al desertor Georgi Markov, inyectándole una dosis letal
de ricino, chuzándolo “accidentalmente” con un paraguas en una nalga. Y hace
dos semanas, un agente de la FSB (Oficina Federal de Seguridad) reveló que al
opositor Victor Navalny, le colocaron agente nervioso Novichok “en los
calzoncillos”, en agosto de este año. La prensa occidental carga a los
servicios secretos de Putín las muertes del diputado Yushenkov en 2003, del
exespía Litvinenko, con polonio-210, y de la periodista Politkóvskaya en 2006, de la
activista Estemírova y la cronista Babúrova en 2009, y del
exministro y líder opositor Nemtsov en 2015. El exespía Skripal y su hija,
sobrevivieron un intento de asesinato en 2018, también con Novichok, producido
solamente en Rusia.
En el año en curso,
espías rusos han sido expulsados de 6 países europeos, mientras Estados Unidos
anunció la clausura de sus dos últimos consulados en Rusia, Vladivostok y
Yekaterinburg. Pareciera una estrategia de amplio alcance que incluiría el
evento de Colombia, amigo de siempre de Washington. Entre varias
especulaciones, algunos explican la expulsión de los rusos de Colombia, por un documento del
Comité de Espacio, Ciencia y Tecnología de la Cámara de Representantes de
Estados Unidos (“Rusia intenta influenciar los mercados domésticos de
energía de US, aprovechando los medios sociales”). En Colombia no se
necesita que los rusos hagan eso. Aquí hay suficientes mentecatos comunistas,
mamertos ignorantones, idiotas útiles y oportunistas, aplicando las directrices
de políticos “en busca de la paz”, que promueven la protesta social contra el fracking
y todo lo que sea tecnología energética, prefiriendo la leña para cocinar, como
en Venezuela.
El crimen organizado
transnacional (cocaína, minería ilegal, tráfico humano y otros ilícitos) sería
un interés común de todas las agencias foráneas de inteligencia en el país.
Pero en asuntos de inteligencia criminal, nuestra policía, la DEA y la Interpol
se llevan las palmas. Si se trata de infiltrar, penetrar e influenciar esferas
políticas, económicas y militares, mejor que espías son los lobistas que aquí
abundan. Y los chinos, más sutiles y mañosos, dan cátedra al respecto a la Casa
Blanca y al Kremlin.
Que buscan influenciar
las elecciones del 2022, es muy probable. Esa inevitable guerra cibernética ya
la testearon durante las elecciones del 2018, cuando se registraron más de 60
mil ataques a la página de la Registradora Nacional, rastreados hasta Venezuela
y Ucrania.
La presencia y
actividad de todos estos “espías” en Colombia, solo tiene una explicación
razonable: la inmediata vecindad con Venezuela y el plan en curso de Miraflores
para desestabilizar la región.