Por Pedro Juan González Carvajal*
Es justo tomarse un descanso de los temas
globales y locales que saturan nuestra cotidianidad. Por hoy, olvidémonos del
virus, de Trump, de la JEP, de movimientos revocatorios de mandatos y
dediquemos un rato a un tema que, por cuenta de la pandemia, ha tenido un año
totalmente atípico.
Iniciaron las eliminatorias a Qatar 2022, con
un buen arranque de nuestra selección en la primera ronda, y un estrepitoso
fracaso en la segunda, pero, con la triste sensación de ver los partidos con
los estadios vacíos, de ver jugadores que no pueden ser convocados por estar
afectados por el covid-19 o por estar preventivamente en cuarentena. Ojalá en
el 2021, podamos ver de nuevo a los aficionados en las tribunas pues, como lo dijo
alguna vez Enrique Santos Discépolo, en una película en la que fue guionista y
actor, el hincha es una de las razones de ser del fútbol: “El hincha es el alma de los colores, el hincha no se ve, el hincha se
da todo sin esperar nada, ese es el hincha, ese soy yo”.
Y hablando de hinchas…cómo no hablar de
Nacional. Terminó la segunda y turbulenta era del profesor Osorio, gracias por
los títulos de su primera etapa, y por el trabajo y profesionalismo de siempre.
¡Buen viento y buena mar!
En esta segunda etapa se mostró confundido,
irascible, errático. Desde la misma confección de la nómina, tomó decisiones
equivocadas al pedir la contratación de jugadores que no tienen nada que hacer
en un equipo de la dimensión del Verde y al dejar zonas totalmente
desequilibradas, la más notoria de ellas, la zona defensiva. En un equipo en el
que el propio Osorio y el profesor Rueda
tuvieron como baluartes a Henríquez, Murillo, Nájera, Estefan Medina,
Dávinson Sánchez, Daniel Bocanegra cuando fungió de central, Carlos Cuesta,
Felipe Aguilar y en el que los hinchas de mi generación vimos a Óscar Calics,
Teófilo Campaz, Pacho Maturana, el Zurdo López, el Polaco Zemenewics, José Luis
Brown, Nolberto Molina, Andrés Escobar, Luis Carlos Perea, Iván Ramiro Córdoba,
Aquivaldo Mosquera, entre otros, resulta desconcertante ver a los centrales que
hoy tiene el equipo y resulta incomprensible que llegado el momento de escoger entre
Nicolás Hernández y Segura, se haya optado por este último, privilegiando la
talla sobre la técnica.
Hoy el equipo cuenta con algunos jugadores buenos,
Andrade, por ejemplo, ninguno excepcional, y otros que no están a la altura de
la camiseta bicampeona de América. Hay jugadores que no generan ni empatía, ni
simpatía y mucho menos uno solo que pueda catalogarse como ídolo.
Viendo los partidos que se han jugado desde la
reanudación del torneo, con presentaciones lamentables, siento que lo mejor que
le ha pasado a Nacional es estar jugando con el estadio vacío pues se ha
ahorrado la rechifla de la hinchada que es tan exigente como la historia misma
del equipo lo permite.
Aunque no tiene relación directa con el
rendimiento deportivo y en el entendido de que cada quien puede “hacer de su
capa un sayo”, qué feo se ve Déinner Quiñones con su exótico peinado. Como lo
hizo alguna vez un director técnico de la selección brasilera, debería ser
regla para presentarse a los entrenamientos y a la cancha, tener una
presentación personal adecuada. El peinado de fuentecita se lo puede hacer para
ir a una fiesta, pero no para estar en el lugar de trabajo. Ahora bien, el día
que sea la figura del equipo, que se lo eche al hombro, que quede como goleador
histórico y desbanque a Armani y a Henríquez como los más veces campeones, me
comprometo a que yo mismo adoptaré el motilado estilo Quiñones.
En fin, a lo mejor normas como esas, pueden
parecer más rígidas que la cintura de Braghieri.
En este año atípico Nacional ha quedado
eliminado en la primera serie del torneo final, pero independientemente a que
hubiera avanzado, en cualquier caso, es indispensable acertar en la designación
del nuevo D.T. y en la confección de una nómina equilibrada y competitiva.
Además, es necesario marcar diferencia con los recursos con los que se cuenta,
como el centro de alto rendimiento el cual, hasta ahora, solo ha traído
consecuencias nefastas pues fue el detonante de la salida del técnico campeón
de la Copa Libertadores, Reinado Rueda.
Pidamos lucidez a nuestros directivos, pues más
de tres años de sequía de títulos y de tumbos en las decisiones, no son lo
normal para un equipo como Nacional.