Por John Marulanda*
La principal habilidad del diablo es hacernos creer que no existe, dijo el Papa en alguna oportunidad. Y esa es también la principal habilidad de los comunistas que, ahora disfrazados de benévolo socialismo o refinado progresismo, están intentando volver al poder de donde fueron desalojados después de dos décadas de pésimos gobiernos, ladronismo y represión a la libertad.
Lo
de Uribe se inscribe en esa lucha. Los efectos de su encarcelamiento
trascienden la ebullición de cotarro político local y sus ondas se extienden
por el continente. Basta ver los titulares de prensa, los pronunciamientos y
las redes sociales en todos los países latinoamericanos. El galimatías jurídico
que justifica la medida de aseguramiento, procede de unas muy desprestigiadas
cortes, con un 85% de la opinión pública que no confía en ellas.
Más
que explicar la decisión, el farragoso auto intenta enviar un mensaje
intimidatorio exhibiendo un trofeo de guerra simbólico de esta lucha entre los
valores y principios de nuestra cultura occidental y los de un globalismo que
nos quiere convertir en abejas para “salvar el mundo” y obligarnos a producir
para unas pocas reinas en el panal. Obrerismo a fondo, miseria a la vista.
Como
bien lo dijo el fiscal Nisman, “suicidado” por el régimen de la Kirchner, “el presidente Uribe es el muro de
contención que separa a Colombia del comunismo”. Ese muro desbarató 60 años
de una persistente intentona terrorista para apoderarse de la joya de la corona
de las débiles democracias liberales en Latinoamérica. En esta misma lucha
actual se inscriben Trump y Bolsonaro. La gran prensa, pervertida por
ambiciones monopólicas, muy difícilmente trasmitirá alguna buena noticia sobre
estos tres personajes que enfrentan un ataque inédito y a muerte. Mírese el
peligroso escenario de US con Antifa, algunos de sus miembros vinculados al
terrorismo sirio y con BLM, sus creadores declarados marxistas.
Por
estos lares, la alianza entre narcotráfico (Samper) y comunismo (Cepeda),
patente en el Grupo de Puebla, satélite del Foro de Sao Paulo, promueven el
narcosocialismo mientras Caracas prohija el brazo armado de las narcofarc.
Pero
en política, como en física, a toda acción corresponde una reacción en
dirección opuesta y con la misma intensidad. Todo el andamiaje jurídico de
utilería contra Uribe, está despertando una fuerte reacción de sus admiradores,
que son mayoría y de quienes no lo admiran, pero sufren la vergüenza de
magistrados venales y corruptos. El temor aquí, que por momentos parece un
deseo reprimido, es similar al del ciudadano norteamericano promedio frente a
los ataques sin sentido de la Antifa y el BLM: que se despierte una reacción
irracional de la extrema derecha que pueda escalar a un conflicto mayor. En
Estados Unidos se oyen voces advirtiendo una Guerra Civil. En Colombia,
percibimos la renovación de la cruda violencia de la cual no nos hemos alejado
y que el mal acuerdo de La Habana renovó.
En
el tablero del juego regional, la narcocamarilla de Miraflores, siempre a punto
del colapso, parece incólume a pesar del derrumbe del país; Evo tiene
alborotada a Bolivia, buscando regresar a su proyecto de incanato socialista;
Cuba hormiguea en Colombia planeando calculadamente sus pasos para ayudar al
éxito de los comunistas en el 2022; Irán-Hezbolá, aumenta su poder desde Venezuela;
Rusia, China, Turquía, calculan cualquier movimiento, cualquier pronunciamiento,
cualquier “ayuda”.
En
su última renovación cuatrienal del Libro Blanco de la Defensa, Brasil
contempla la posibilidad de su involucramiento en “tensiones y crisis en el entorno estratégico” ante los cuales “el país podrá verse motivado a contribuir a
la solución de eventuales controversias o defender sus intereses”. Este
giro en la política de seguridad exterior brasileña ¿es una diplomática alerta
regional?
Los
veredictos electorales en US y en Bolivia, en los próximos meses, marcarán el
rumbo político, económico y social de la región, un continente con vastos
recursos naturales, fronteras incontrolables, altos índices de impunidad y de
corrupción, y con las mayores tasas de homicidio del mundo.
En
esta cancha, urge la organización de poblaciones y sectores que no quieren
perder su libertad en manos de populistas de izquierda cuyo único trabajo ha
sido incentivar el odio generado en la envidia del éxito del trabajo duro e
inteligente.
Papel
protagónico cumplirá la Reserva Activa, la misma que derrotó a los
narcoterroristas con las armas legales y legítimas del Estado y que ahora
deberá aplastarlos con la fuerza de los votos. Lo de Uribe, pues, no es de
talla menor y se enmarca en una seria amenaza regional de desestabilización,
alentada por la dictadura venezolana.