viernes, 14 de agosto de 2020

Escribir por escribir

José Leonardo Rincón Contreras

Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Hace algunos años había un programa radial nocturno que se llamaba “Hablar por hablar”. Era un espacio abierto donde la gente llamaba a la emisora y hablaba de cualquier cosa. La habilidad de la periodista que orientaba el programa, a quien después conocí y me sorprendió por su juventud, era lograr una buena interlocución conversando sobre el tema propuesto, preguntando, planteando alternativas, buscando soluciones, aconsejando, etc. En el fondo, lo que se buscaba era que la gente tuviera una tribuna de expresión y diálogo. Hubo temas interesantes y otros no tanto, pero creo que la audiencia gozaba identificándose o no con los temas propuestos. Siempre había algo de qué hablar y en todos los casos fue una catarsis que ayudó a muchos a drenar sus propios atascos existenciales.

Cuando se escribe y más en el caso de una columna semanal, muchas veces constreñido por el espacio, la cosa es distinta. Ni se puede uno extender demasiado, ni se puede hablar de cualquier cosa. El reto es tratar de ser genuino en el texto que aluda a un tema que pueda también resultar atractivo para quien lo lee. Cuando uno escribe se da a conocer en su pensamiento, expone sus principios y valores, se revela en sus pasiones y en sus fobias. Busca cautivar al lector y llegarle, tocarle, impactarle, interpelarle, ponerle a pensar, y quizás, suscitar polémica. No se trata de escribir por escribir pues, se supone, hay que ponderar muy bien lo que va a quedar consignado por escrito: lo escrito, escrito está, pues a diferencia de cuando se habla, no hay vuelta atrás: es que lo que quise decir, de pronto no me hice entender, me comprendió mal, el tono que usé no fue el adecuado, habría que matizar…

Más escribir no es fácil y es verdad que no todo el mundo tiene la habilidad para hacerlo. Tampoco es una realidad que brote espontáneamente o de forma automática. Se necesita inspiración y no siempre se está inspirado. Es más, hay ocasiones en las que quisiera escribir simultáneamente sobre cinco asuntos distintos y la pluma fluye sin descanso y hay otras en las que no se ocurre siquiera una íngrima y sola, y la musa se ha tomado vacaciones. A veces, el artículo del viernes está escrito desde el jueves y otras veces faltando dos horas para publicarlo no se ha ocurrido nada. Siempre existe la conciencia de la responsabilidad sobre eso que se escribe pues, aunque uno quiere expresar lo que piensa y siente, en un país tan complejo como el nuestro, no se trata de echar leña al fuego para polarizar y destruir, sino para hacer reflexionar críticamente con la intención de construir y proponer.

Finalmente, escribir, como orar, cantar, pintar, bailar… es una destreza que se adquiere con la práctica constante y se evoluciona y progresa cuando se ha tenido buenos maestros de lengua castellana, redacción y ortografía (aunque parece ser que hoy día eso ya no se enseña, y si se hace, no es con el rigor de antaño). En mi caso, el reto lo tuve hace ya poco más de 25 años, cuando siendo rector del Colegio San Francisco Javier en Pasto, el director del Diario del Sur, me pidió mantener la columna de mi predecesor, debajo de su editorial, todos los miércoles. Dejé de hacerlo unos cuantos años, hasta que Antonio Montoya me convenció volver a la columna semanal los días viernes en su blog de El Pensamiento al Aire. A ellos les agradezco confiarme ese reto semanal, nada fácil, pero sí muy placentero. Y a ustedes por leerme con paciencia, siempre: ¡muchas gracias!