viernes, 25 de octubre de 2019

A ver si cumplen


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Con sobrada sensatez, un periodista decía hace pocos días en un programa radial que los candidatos a alcaldías y gobernaciones saben muy bien que no van a poder cumplir con todo lo que prometen en campaña electoral.  También nosotros, los electores, de antemano sabemos que los candidatos por quienes votamos no nos van a cumplir. Ridículo, ¿verdad? Es un juego perverso al que nos exponemos cada vez que hay elecciones. Ellos mienten y nosotros, sabiendo que nos engañan, los elegimos.

Desde que tengo uso de razón, no recuerdo un solo candidato que ya electo haya cumplido su palabra. Eso sí, que resultó haciendo exactamente lo contrario, como aquel que iba a cerrar el Congreso por corrupto y resultó amangualado todo el tiempo con él a base de coimas que no de mermelada porque así no la llamaban. O el otro que pidió grabar sobre piedra que no iba a subir los impuestos y a todos nos sacó la piedra cuando lo hizo. O este otro que prometió menos impuestos y más salarios y está desesperado por subir los impuestos y bajar el salario mínimo porque, en boca de ministro de hacienda, es muy alto. Prometió no hacer fracking pero, igual, lo va a hacer con mucho cuidado.

Eso sucede a nivel país o en las pequeñas ciudades: los politiqueros y gamonales resultan siendo la misma cosa, la misma maquinaria mañosa con sus mismas prácticas. Mienten los de derecha y mienten los de izquierda, los de rojo, azul, naranja, verde o amarillo. Después dicen que les tocaba hacerlo porque no había más remedio. Siempre el culpable es el antecesor que dejó la olla raspada y las partidas comprometidas. El poder se alterna entre unos y otros porque siempre existe la vana ilusión de que las cosas “ahora sí” van a cambiar y a ser mejores. Dan risa viéndolos posar camaleónicamente, cambiando de partido y de color como cambiando de calzones. Los que ayer se insultaban, hoy se abrazan. Los que en público pelean, en privado toman whisky.

Este domingo volvemos a las urnas. Hay que votar. Ya hemos visto los desastrosos resultados de jugar a la ambigüedad y a creer en un voto en blanco que aquí en Colombia no significa nada. La abstención es tan mortífera como una mala elección. No se vale quedarse durmiendo en casa porque me dio pereza porque estaba lloviendo, o porque ya sabemos quién va a ganar, o porque no vale la pena porque todos son la misma cosa. Yo sí creo que hay gente que quiere hacer las cosas de modo distinto, que quiere romper con inveteradas costumbres, gente a la que hay que darle la oportunidad. Esperamos que el remedio no sea peor que la enfermedad. El hecho es que hay que ejercer el derecho ciudadano a elegir alcaldes y gobernadores, a escoger en conciencia y con buen criterio el mejor. No el que da 50 mil pesos, ni el mercadito, ni el simpático, o el que diga fulano. No. El que yo crea, sí. ¡A ver si cumplen!