Por Pedro
Juan González Carvajal*
Azar, suerte,
buenos vientos, favorabilidad de ciertas condiciones, hado, sino, ventura,
casualidad, signo, estrella, suceso, acaso, rueda, vicisitud, son todas aproximaciones
a aquello que en lo cotidiano denominamos como buena suerte.
Para Maquiavelo,
la fuerza, los recursos y la fortuna son la tríada que debe poseer el Príncipe
para poder aspirar a salir triunfante, sin que el acceder a estos atributos,
garantice la victoria.
En el mundo
empresarial se habla de la acción empresarial como los esfuerzos conscientes
que hace el equipo de trabajo con los recursos que tiene disponibles para
vencer las dificultades y sacar adelante los resultados esperados, y otra cosa
es el evento empresarial, que son aquellos acontecimientos sobre los cuales no
se tiene control, pero que, de acontecer, pueden favorecer o perjudicar lo que
la empresa está intentando conseguir por su propio esfuerzo.
En el mundo real
hay humanos que cuentan con suerte desde su nacimiento, y otros a quienes las
afugias los acompañan durante toda la vida, sin entrar en el análisis de si el
uno será más feliz que el otro.
Iniciar la vida
en “cuna de oro” da cierta ventaja indiscutible, que algunos sabrán aprovechar
mejor que otros. Por su parte, existen personas capaces de sobreponerse a todas
las condiciones desfavorables posibles y alcanzan el éxito.
El destino puede
ser entendido como el entramado de acontecimientos que rodean el devenir de la
existencia y es posible que cada persona sea consciente total o parcialmente de
esta compañía y sepa responder, reaccionar o proaccionar ante estas
circunstancias.
Nuestro gran
Egan Bernal se fracturó la clavícula y no pudo asistir al Giro de Italia.
Froome tuvo un accidente y no pudo asistir al Tour de Francia. Egan se recuperó
y participó en el Tour de Francia, en el cual no estaba previsto que
participara y se lo ganó brillantemente. Ahí están las circunstancias y uno las
aprovecha o no.
Bajo otra
perspectiva, eso sucede a nivel de las sociedades humanas. Colombia es un país
riquísimo en recursos naturales, tiene una privilegiada ubicación geográfica,
la mayoría de su gente es buena y trabajadora, pero unos pocos se han encargado
de administrarla mal, de robársela y de mirarla como botín personal.
Sin embargo, la
pasividad de la gente buena se convierte fácilmente en complicidad. Una cosa es
que yo no robe y otra que no me duela ni me interese que saqueen a Colombia, mi
mal querido y mal administrado país.
Se peca por
acción y por omisión y aquí hay pecadores en todos los bandos.
Mientras no
tengamos una justicia que funcione, que tenga dientes, que sea operativa y
oportuna, no será suficiente que pensemos en una justicia reformada que incluya
cadenas perpetuas o penas de muerte, pues ante la consuetudinaria impunidad,
aquí no pasará nada.
Pasando a otro
aspecto, importante noticia mediante la cual se informa que, a junio 8 de este
año, las utilidades de Ecopetrol ascienden a 6.2 billones de pesos. Hay que tener
en cuenta que estos buenos resultados, así como si fueran malos, no
corresponden a una buena o mala gestión, sino al vaivén de los precios
internacionales, debido a factores geopolíticos y geoeconómicos sobre los
cuales un país como Colombia no tiene injerencia.
Como en sus
mejores épocas expansionistas, el presidente Trump anuncia que quisiera comprar
a Groenlandia, tal como sucedió con Alaska en 1867, cuando por 7 millones de
dólares se la compraron a los Zares Rusos. Recordemos que, en 1946, recién
terminada la Segunda Guerra Mundial, los Estados Unidos le ofrecieron 100
millones de dólares a Dinamarca por este territorio, de importancia
geoestratégica capital si se llegara a derretir el Ártico.