domingo, 23 de junio de 2019

Venezuela


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Hace unos días escuche una exposición de un profesor de Eafit, columnista e investigador geopolítico, sobre las posibilidades que existen para arreglar el problema del hermano país. Mi conclusión es que ni por las buenas ni por las malas se arregla, y de arreglarse, es prácticamente imposible regresar al sendero del progreso y el bienestar. Venezuela ya es otra Cuba, donde sus habitantes se acostumbraron a vivir, aislados, en el pasado y de cuenta del estado.

El arreglo por las malas, sería con la intervención militar de los Estados Unidos al estilo Panamá. Inclusive la operación está totalmente planeada, las fuerzas de aire, mar y tierra, dispuestas y ubicadas, pero nadie se atreve a poner a andar el plan para sacar a Maduro del poder. Es que resulta que el problema no se arregla sacando a Maduro (vivo o muerto), por que Maduro no es el que manda en al Chavismo, que es al que hay que derrotar, ni siquiera Diosdao, el que manda es Padrino, ministro, jefe militar y contacto directo con las milicias.

El Chavismo esta conformado por la red de partidos afiliados al socialismo, por las fuerzas militares y unas milicias muy bien armadas, por si las fuerzas militares fallan, que serán apoyadas por las FARC, el ELN, y las bandas de los narcotraficantes.

Para una intervención militar, parece que primero tienen que negociar con Rusia, China, Cuba, Irán y Turquía. De todos estos países el más fácil es China, los otros como están pescando en río revuelto, son muy difíciles de cuadrar.

En conclusión, por las malas no va a ser el arreglo.

Miremos ahora como sería por las buenas, dialogado. A China y a Rusia hay que garantizarles el pago de lo que se les debe, pero a Rusia para que se quede tranquilo, toca darle algo más, al igual que a Cuba, Irán y Turquía. Inclusive ya como que trasladaron un avión grande con oro de las reservas venezolanas, para Turquía.

A Maduro, Diosdao, Padrino y todos los demás altos del gobierno, de la cúpula militar, del Partido Socialista, del Cartel de los Soles, etcétera, les tienen que garantizar su seguridad y la de sus familias, conservarles su dinero (sacado de las arcas del estado) y darles participación en el nuevo gobierno de transición. Sin estas mínimas exigencias, ellos no se van a tranzar y dejar el poder.

A los militares leales al régimen, también hay que sacarlos negociados, al igual que a las milicias y bandas que apoyan el régimen Chavista en Venezuela, asegurándoles que no irán a la cárcel y que por lo menos tendrán una remuneración decente para vivir.

No olvidemos que la ciudadanía Chavista esta acostumbrada a recibir religiosamente su mercadito gratis, sin trabajar como les gusta, tocaría recuperar la infraestructura productiva privada y pública, enseñarles y acostumbrarlos a trabajar.

Se podrán imaginar el dineral que podrá costar esta salida por las buenas, dialogado, ¿quién va a poner el dinero?, ¿quién se arriesgaría a prestarle a Venezuela dinero en estos momentos?, ¿qué empresarios estarían dispuestos a invertir en Venezuela?, un país con todos los indicadores en rojo, una economía destruida, una inflación inmanejable, que ha hecho migrar a sus ciudadanos a otros países, especialmente al nuestro.

El país con más reservas petroleras en el mundo, pero de petróleo de mala calidad, que ya nadie quiere y de quererlo, tocaría recuperar la infraestructura de extracción inoperante y deteriorada, a riesgo de llegar tarde, cuando se impongan las energías limpias. O sea, el petróleo que les permitió ser ricos y poner erróneamente a un país a depender únicamente de este renglón, ya no es la alternativa.

Mejor dicho, por las buenas y dialogado, tampoco va a ser el arreglo.

Ni me voy, ni me quedo, ni me devuelvo, a Venezuela no se le ve futuro por ningún lado.

Si en Colombia el Estado no deja de estar al servicio de la política, en un plazo no muy lejano, estaremos como Venezuela. Es que el sistema productivo, privado, mixto y público, ya no dan para producir el dinero que requiere el estado para su funcionamiento; un Estado gigante, asfixiando al sistema productivo formal, donde la palabra austeridad, no la conocen para no practicarla, donde el deporte favorito es crecer las nóminas vinculando y si no hay puestos creados, utilizando la figura de la contratación de prestación de servicios.