Por John Marulanda*
Muchas veces los acontecimientos toman
rumbos impredecibles o no deseados por quienes planean futuros. Querer marcar
el paso de la historia a voluntad, puede terminar en estruendosos o silenciosos
fracasos. Eterna lucha entre el voluntarismo y el destino.
Washington y Teherán han repetido que no
quieren guerra entre ellos, pero los hechos parecen mostrar una trayectoria de
colisión que puede salirse de cauce. Los recientes atentados contra barcos
cisternas en cercanías al estrecho de Hormuz, válvula vital del petróleo
mundial, han subido la temperatura. USA, que acusa a Irán de los atentados,
acaba de aprobar 8.100 millones de dólares en transferencias de armas a sus
aliados saudíes, jordanos y emiratíes, al tiempo que envía armamentos y tropas
a la región. Irán, por su lado, ha decidido reiniciar su programa nuclear, aunque dice
que no planea retirarse del acuerdo de 2015.
El riesgo confrontacional es de carácter
global, pues Rusia por geopolítica y China por petróleo apoyan al régimen de
los ayatolás, mientras Israel, por defensa propia y Arabia Saudita, por odio
ancestral, lo atacan.
De estallar un conflicto, en
Latinoamérica sufriremos atentados contra objetivos norteamericanos y judíos
por parte de Hezbola. La organización terrorista proiraní, ha desplegado sus
células a lo largo de la región con el apoyo del chavismo y ha adelantado,
durante 20 años, una cuidadosa labor de ubicación, identificación y análisis de
blancos potenciales. Colombia sería blanco preferencial pues los carteles de
las FARC y del ELN, que continúan enarbolando el antiimperialismo yanqui como
bandera de guerra, unirían en solidaridad revolucionaria a las izquierdas
extremas del continente, aupadas por el Foro de Sao Paulo. Maduro y su banda
podrían lanzarse a cualquier loca aventura apoyados por Irán y por Rusia, que
jugaría, como en Siria, de actor de reparto y de oportunista mediador al mismo
tiempo.
Pero la perspectiva que más nos debe
preocupar, es la de la guerra comercial USA-China, que podría traer a la región
desempleo, pobreza y mayor conflictividad. Peligrosos panoramas que nos obligan
a estar atentos a lo que sucede en el Oriente Medio y en el escenario
Washington-Pekín, mientras día a día vemos que la paz habanera firmada con un
cartel comunista del narcotráfico solo ha traído desorientación moral, desazón
y creciente violencia.
La izquierda depredadora está atenta a
cuál de estos conflictos se desarrolla para, como siempre, ofrecerse como
salvadora y entonces someternos a sus designios estalinianos. Como en
Venezuela.