viernes, 21 de junio de 2019

Los que patean la lonchera


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón Contreras
Muy sugestiva esa coloquial expresión que suele utilizarse en el medio laboral para señalar crítica, por no decir despectivamente, a quienes teniendo un trabajo cometen una serie de errores contra las personas o instituciones para las cuales prestan sus servicios.

De modo contrario a los “work-aholic”, como su extremo, me refiero, entonces, particularmente es a esos infelices personajes que abundan en el mundo de las empresas y organizaciones y que, gozando de la bendición de contar con un empleo, se dan el lujo de patear la lonchera. Esos que llegan tarde reiteradamente y siempre tienen las mismas excusas, pero que a la hora de salir curiosamente tienen el reloj adelantado y son rigurosos para cumplir con su horario. Quizás sean los mismos que se aprovechan de las así llamadas “pausas activas” para consultar varias veces al día las redes sociales en su celular, prolongar el cafecito con sus compañeros, alargar la hora del almuerzo e ir al baño más de la cuenta. La empresa que “para eso tiene plata” tiene que cumplirles sin falta, esa es su obligación, pero ellos no ponen de su parte.

Tantos años como llevo trabajando, a veces de jefe, a veces de subalterno, y me espanta ver lo que muchos hacen… como la secretaria aquella que el jefe le pidió por lo menos cinco veces lo mismo y nunca lo hizo por absoluta dejadez y pereza, pero la tan de malas se la pillaban leyendo revistas de modas y jugando cartas en su computador… claro, la sacaron, y no tuvo inconveniente en declararse víctima. O al profesor aquel, recién desempacado de las europas, henchido de prepotencia por su preclara inteligencia, que le llamaban la atención porque trataba mal a sus estudiantes a quienes hacía sentir brutos e ignorantes porque no leían en inglés, no estaban a la altura de sus exigencias, y cuando lo echan se va lanza en ristre contra la, a su juicio, mediocre institución. Casos podría contarles por docenas.

Esos funcionarios de rango intermedio que resultan nefastos porque saben que tienen el poder efectivo, filtran lo que les conviene: de la alta dirección hacia abajo, en efecto cascada, lo que consideran importante. Y hacia arriba, lo que les parece. Con “la sartén por el mango”, desinforman, manipulan, sesgan. Nunca dicen toda la verdad. De doble faz, suelen ser lambones y obsecuentes con el superior jerárquico y duros e implacables con sus dirigidos. Rara vez se dejan poner en evidencia, porque tienen esa sagacidad para acomodarse camaleónicamente a las conyunturas. Hacen mucho daño y cuando son descubiertos se transforman en enemigos de quienes eran sus más eximios cepilleros.

Patean la lonchera aquellos que debiendo servir al público con diligencia y eficiencia, se hacen sentir desde sus apoltronados puestos estatales. Son lentos y morrongos. Les encanta la tramitomanía, que las filas sean largas y que la gente se estrese, que falta una firma, que no le pusieron el sello, que los papeles están incompletos. Y cuando el paciente impaciente vuelve creyendo cumplidos los requisitos, siempre falta algo. ¿Por qué no lo dirán todo de una vez, claro y preciso? No. Hay que hacerse sentir. Hay que darse ínfulas de ser muy importantes.

Cuando una entidad decide prescindir de algún funcionario, muchas veces prefiere indemnizarlo que acudir al tedioso proceso de descargos, testigos, memorandos y cartas. Siempre habrá manera de apelar y sentirse desprotegido y no faltarán los proteccionistas y garantistas alcahuetes que se pongan del lado del mal trabajador. Es un desastre, pero nunca se reconocerá que la decisión fue justa y motivada. La empresa preferirá perder una plata a seguir con esos zánganos y mediocres que enrarecen el ambiente laboral. ¡Cuánto daño le hacen al país! Y lo que uno lamenta es que entre tantos desempleados hay gente muy buena, muy valiosa, que merecería estar donde otros no.

Las cifras sobre el incremento del desempleo son realmente preocupantes. Después de muchos años, hemos vuelto a los dos dígitos. No me voy a meter en análisis políticos, pero la forma como se maneje el tema, sabemos todos, tiene afectaciones económicas. Mantener el espejo retrovisor, incentivar la polarización, seguir atacando el proceso de paz, permitir el incremento de la violencia contra líderes sociales, no cumplir con lo prometido en torno al aumento de los impuestos, no haber sacado adelante los proyectos de ley anticorrupción, entre otras cosas, es como escupir para arriba o pegarse un tiro en los pies. La confianza inversionista se deteriora, los indicadores económicos, tan susceptibles a estas coyunturas, entran en caída. Es otra manera de patear la lonchera, la gran lonchera colombiana.