Por Antonio Montoya H.*
Como una película de suspenso hemos visto los colombianos como
los puntos que fueron objeto de consulta popular, que, aunque no lograron los
votos suficientes, sí permitieron mostrar claramente un sentir importante del
pueblo colombiano. Fueron 11,7 millones de votos, cifra respetable que hace
entender a cualquiera, aunque no tenga un coeficiente de inteligencia igual al
promedio, que se debían atender con urgencia los puntos que hacían parte de la
consulta y por ello, al día siguiente todos los sectores políticos se
comprometieron de cara al país, de tomar cartas en el asunto y por la vía legislativa
presentaría los proyectos de ley requeridos para luchar contra la corrupción.
La verdad es que nada de esto se cumplió; todo proyecto
presentado, por algún motivo no logró el objetivo de convertirse en ley de la
república, conllevando esto a que al final de esta legislación, la opinión pública,
sin excepción, alguna se sintiera engañada, por nuestros brillantes
legisladores, que mancillan la dignidad que representan, actuando contrario a las
reales y acertadas peticiones de los ciudadanos, lo cual no le hace bien a la democracia
y mucho menos al poder legislativo, el Congreso
de la República.
Qué horror, la desidia, negligencia y lentitud, en que fue
tratado el último proyecto de ley que pretendía acabar con los beneficios de
casa por cárcel para los delincuentes “de cuello blanco”, que no se pudo
convertir en ley de la República, rebosando la gota de confianza que cualquiera
pudo haber tenido por los congresistas.
Esto lastima porque hay hombres y mujeres valiosos en el Senado
como en la Cámara de Representantes, preparados y con un alto sentido de la
responsabilidad, que como congresistas y líderes son consecuentes con los
ciudadanos que los eligieron, pero no son muchos y una sola golondrina no hace
verano.
Es increíble, lamentable, grotesco que ninguno de los siete
puntos previstos en la consulta, sean hoy ley de la República. Se discutieron y
no se aprobaron: reducción del salario de los congresistas, la ley
antimermelada, el límite de máximo tres periodos para reelegirse, y el último y
más doloroso, el de eliminar los beneficios de casa por cárcel para los
delincuentes. Están en discusión otros tres y casi que aseguro que tendrán el
mismo fin, no serán ley de la República.
¿Qué hacer? Pregunta que se hace hoy toda Colombia. Se tienen
varias alternativas: la primera será intentar presentarlos nuevamente a partir
del 20 de julio que se inicia la nueva legislatura, con directivas nuevas que
puedan estar comprometidas con el cambio y con la aprobación de esos proyectos
de ley que son requeridos por el país. Una segunda, más difícil de lograr, sería
la de promover organizadamente, como acto ciudadano libre y voluntario en todo
el territorio nacional, el que no se reelija a ninguno de los congresistas
actuales. Sería una sanción por su floja e inoperante actitud legisladora, en
contravía del mandato ciudadano. La última que no creo que se logre es la del
cierre del Congreso, por su inoperancia.
Lo que sí deben tener claro los congresistas es que el pueblo
colombiano no cree en ellos, no les tiene confianza y mucho menos los respeta,
por su inoperancia, desidia y engaño al ciudadano. Deben dar un paso al costado
y retirarse a sus cuarteles de invierno a dedicarse a otras actividades
diferentes a la política y así acabar con este horror, por la dignidad de la nación.
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