Por Pedro
Juan González Carvajal*
Yo no sé si “el
man será Germán” o sí efectivamente “Betty es la más fea”, pero lo que sí
siento y percibo, sin ser un televidente consumado, es que al menos en este
momento coyuntural, uno prende la televisión en horario nocturno y puede verse
que en uno de los grandes canales nacionales no están dando películas ni telenovelas
alrededor de la historia y de los personajes del narcotráfico en nuestro país.
¡Bravo! Ojalá el “rating” sea generoso y demuestre que con producciones
livianas que hacen reír o al menos sonreír, se logra estimular una catarsis
colectiva, en medio de un país cuya realidad cotidiana es francamente nociva y
tóxica también en el hoy, realidad que no merece la pena ni siquiera ser
seguida a través de los noticieros.
Una cosa es que
el fútbol sea hoy complemento del “opio del pueblo”, masificado cada vez más
con torneos y transmisiones permanentes, y otra es que, con creatividad,
podamos emplear los medios de comunicación para entretener, educar, informar,
hacer reír, esperanzar, analizar y colaborar en la construcción de una base
social al menos respetuosa y tolerante.
Efecto de la
globalización, también son las modas en temas y formatos de programas que,
sobretodo, la televisión, replica y reproduce a lo largo y ancho del planeta.
Siendo respetuoso con los gustos de cada quien, pues cada persona se entretiene
a su manera, ya sea durmiendo, haciendo deporte, rascándose las glándulas,
viendo televisión, comiendo mocos, o viendo realities, entre otros
variados conjuntos de posibilidades.
El producto reality
está desgastado y no genera mayor atracción. Se anuncia inicialmente como una
competencia y termina siendo una gran cocina donde las intimidades de todos con
todos parecieran ser la razón del ser del programa. ¡Guácala!
Cada época trae
su afán, pero ya en Colombia no vemos personajes de la talla de Gloria
Valencia, Pacheco, J. Mario Valencia, Alfonso Lizarazo, entre los grandes
presentadores y Antonio Panesso Robledo, José de Recasens, Alberto Dangond
Uribe, entre algunos pocos, como divulgadores de la ciencia la cultura y el
arte.
Hace ya 24 años
la Corte Constitucional legalizó el uso de la dosis mínima. Como este país es
un país cangrejo, que avanza un paso y retrocede tres, un país retrógrado con
mentalidad del paleozoico y cerebro de protozoario (con el perdón de los
protozoarios), hoy, casi un cuarto de siglo después, tuvo la Corte
Constitucional que volver a pronunciarse a favor de lo ya aprobado, pero las
mentes retardatarias aprovechan para alborotar el avispero como si fuera cosa
novedosa. Definitivamente Colombia puede ser vista como el reality más
ridículo de todos.
Nos encanta
desgastarnos con temas ya superados. Obviamente la gran mayoría de nuestros
jóvenes, por no haber tenido la oportunidad de estudiar historia por las
decisiones estúpidas de nuestros gobernantes, no saben lo que quiere decir
tener “una discusión Bizantina”, lo cual es lamentable. Lo malo es que
los adultos, que en teoría sí estudiaron historia, o no fueron a clase, o no
entendieron, o no les importa.
A principios del
presente siglo el Puerto de Tribugá era considerado como estratégico y viable
ambiental, comercial y económicamente. Ahora resulta que no lo es. ¿En qué
quedamos?
Al sartal de
estupideces recientes agreguemos la autorización para la explotación minera en
Salento y dizque la solicitud de una nueva comisión de expertos para evaluar la
alternativa del uso del fracking. Siendo coherentes, pronto nombraremos una
nueva comisión para evaluar la factibilidad del Metro de Bogotá, otra para
estudiar si el glifosato es perjudicial para los humanos, otra para evaluar los
perjuicios para la salud del asbesto, y por último, una comisión con apoyo
internacional para investigar a profundidad si el agua moja.
Pobre nuestra
exuberante y riquísima Colombia, tan mal querida y tan mal gobernada.
NOTA: Ojalá los precandidatos a la Alcaldía continúen con los esfuerzos
de la actual administración para mejorar el espacio público, continúen con la
recuperación de aceras y separadores, aumenten el número de bahías donde sea
posible y sean generosos con la señalización en el pavimento y a nivel general.