Pedro Juan González Carvajal*
Por esta época, el año anterior, año de
elecciones, los agoreros de siempre, los quejumbrosos de siempre, exponiendo
sus razones, todas respetables, aseguraban que el 2018 era el peor año
económico en la historia del país, que Santos había acabado con la posibilidad
de hacer empresa y que el fantasma de Petro crecía como la espuma, lo cual
hacía decaer el espíritu empresarial y alejaba la posibilidad de inversión.
Ya en el 2019, pasado el período de las asambleas
de las empresas de acuerdo con el calendario establecido. Esas mismas voces
apocalípticas no saben qué hacer para ocultar las grandes utilidades obtenidas en
el ámbito empresarial y qué decir de los grandes Grupos Económicos (El
Colombiano: “Empresas buen balance en
2018”) lo cual quiere decir que Santos, en materia económica, no era tan
malo y que el fantasma de Petro se eliminó (o se aplazó) y todos tan contentos.
Desde que tengo uso de razón escucho la
expresión de que “este año va muy mal”
y al final, sin ser una cosa del otro mundo, se obtienen resultados razonables
para algunos, malos para otros y excesivos por lo buenos para los de siempre.
Jamás he escuchado la expresión “vamos bien o muy bien”, la quejadera es
el ejercicio común y ya hace parte de nuestra cultura gerencial.
Ojalá las nuevas generaciones de relevo en el
ámbito empresarial entiendan que es irradiando optimismo y trabajando duro como
se obtienen los resultados, a pesar de las dificultades en el camino, que son absolutamente
normales.
A pesar de haber superado los niveles de
incertidumbre que son normales, sería bueno que los acaldes, los gobernadores y
el propio presidente de la República, en las ya tradicionales y monótonas
sesiones de Rendición de Cuentas, nos presentaran los Estados Financieros de su
Municipio, de su Departamento y del País, como lo hace cualquier gerente
juicioso.
¿Cómo están los niveles patrimoniales de
Medellín y de Antioquia?, ¿cómo están los pasivos?, ¿cómo está establecido el
nivel de riesgo?, ¿crecieron o decrecieron nuestros activos?, ¿cuál fue el
impacto de la aplicación de las NIIF? Para eso existen la Contaduría Municipal,
la Contaduría Departamental y la Contaduría General de la Nación.
Así mismo sería sano que el país, siempre tan
alejado de las cuentas, supiera cómo nos fue el año anterior con cada uno de los
TLC firmados. ¿Cómo quedaron las distintas balanzas comerciales?, ¿cuáles TLC
se aprovecharon adecuadamente y cuáles no?
Estas inquietudes, de tener respuesta, nos
servirán como etapa de calentamiento para enfrentar los retos y las exigencias
que nos plantea el ingreso a la OCDE.
Ahora bien, es importante que los gremios
económicos sectoriales y subsectoriales y las Cámaras de Comercio, lideren
estos procesos de rendición de cuentas y de análisis económico del entorno,
para beneficio de sus afiliados y del propio país.
También es prudente, antes de que nos acabemos
de enredar con la moda de la llamada “economía
naranja”, que estudiemos y presentemos cuáles han sido los resultados
reales de aporte a la riqueza de las grandes cantidades de dinero aplicados en
el último decenio a los bien o mal llamados emprendimientos. Las incubadoras de
empresas sirven es para sacar polluelos, no para calentar huevos de manera
indefinida.
De igual manera, definir desde ahora, cuáles
van a ser las metodologías a aplicar para medir el verdadero impacto que los
nuevos apoyos a los vinculados con este nuevo color económico van a tener,
cuáles son sus presupuestos y cuáles los resultados esperados en un tiempo
predeterminado.
Si no hay cuentas claras, se acolita la
corrupción.