Por el coronel John
Marulanda*
La Política de Seguridad y Defensa de este gobierno determina como
amenaza a la Seguridad Nacional, “la injerencia de potencias ajenas al
hemisferio”, entiéndanse Rusia y China. Igualmente, el documento declara la
necesidad de elevar “el nivel estratégico de la relación del país con potencias
aliadas con las cuales existen intereses comunes”, entiéndase USA,
fundamentalmente. El reciente comunicado ruso, advirtiendo sobre cualquier
avance armado contra su aliada Venezuela, caldea aún más el hervor de la guerra
sicológica entre potencias sobre un asunto geoestratégico vital para Colombia.
Actualmente, Moscú ha venido acrecentando su presencia militar en
la esfera cercana de influencia de Washington. Nicaragua, Cuba y de manera
especial Venezuela, son el trípode caribeño que sostiene al Kremlin en América
Latina, en medio del cual está Colombia. Managua recibirá corbetas misileras
prometidas por Putin mientras Unidades de Spetnaz (Fuerzas Especiales) campean
en Managua. La Habana protege la instalación de modernas antenas de espionaje electrónico.
Desde Caracas, misiles rusos S-300 apuntan al cielo colombiano; tanques T-72,
proan hacia Paraguachón; Sukhois, tienen en sus miras blancos críticos del país
y municiones calibre 5.56 y 7.62 para AK-47, ruedan por las comunas de
Medellín, Cali y Bogotá. El brazo armado de las narcofarc, exhibió en el Cauca
hace algún tiempo misiles antiaéreos Iglá y hoy intimida, extorsiona, secuestra
y asesina con fusiles Kalashnikov.
Frente al “mal interpretado” ultimátum de la Asamblea Rusa, la
respuesta serena pero enérgica de nuestro canciller es una declaración de
principios que desde hace mucho necesita la cultura política del país. Porque a
Colombia durante 8 años la irrespetó cualquier extranjero aparecido miembro de
alguna ONG u organismo internacional; vinieron funcionarios de otros países,
europeos especialmente, a decirnos a quién elegir, cómo legislar y a embutirnos
la impunidad de los depredadores marxistas-leninistas, con recomendaciones que
ni tienen cabida en sus propios países; mercenarios seudoacadémicos fueron
alquilados para tratar de vendernos falacias sobre las bondades socialistas del
siglo 21.
Cuando de intervención
militar se trata, Rusia no vacila: Cuba en 1962, Afganistán en 1979, Moldavia
en 1993, Georgia en el 2008, Ucrania en 2014, Siria en 2015. Y cualesquiera que
sean los siguientes avances rusos en la región, aunados a los inmensos
progresos comerciales de China, su astuta aliada antinorteamericana, tendrán
serios efectos en Colombia. Sin desechar oportunidades comerciales, económicas
y tecnológicas con Pekín y Moscú, debemos dejar en claro que pertenecemos a la
civilización occidental, capitalista, cristiana, liberal y demócrata.