viernes, 8 de febrero de 2019

Liderazgos peligrosamente seductores


José Leonardo Rincón, S. J.*

José Leonardo Rincón
El tema del liderazgo ha ocupado en mi vida un lugar relevante durante 40 años, desde que participé como estudiante en el Curso de Líderes Lasallistas; más adelante como jesuita al coordinar los cinco primeros años el Curso Taller Nacional de Formación Integral, experiencia diseñada para los jóvenes líderes de los colegios jesuitas y hasta el día de hoy y durante un cuarto de siglo orientando los destinos de diversas instituciones académicas, asociativas y gremiales. Ya teóricamente, ya mediante la misma práctica cotidiana, me he dado cuenta de que muchas problemáticas tanto globales como locales, en todos sus niveles y presentaciones, tienen tras de sí una crisis de liderazgo o, para ser más exactos, una crisis en la forma de concebir el liderazgo.

Todos los grupos humanos, para que puedan funcionar, casi que natural y espontáneamente aceptan la necesidad de que alguien tome las riendas, dirija, anime, organice, inspire, oriente, señale el norte, enderece el rumbo… y no propiamente porque sean tontos borregos o rebaños sumisos, sino porque el carisma de ir al frente, como cabeza visible, obviamente no lo tienen todos. Dije al frente, pero pude haber dicho también al lado, hombro a hombro. Evité decir atrás para no imaginar la tarea de arrear o empujar, aunque en un momento dado haya que asumirse, a pesar de ser muy desgastante.

Y es que hay quienes asumen todavía hoy que el liderazgo es un don reservado a pocos, cuando en realidad, así como las inteligencias, hay liderazgos múltiples.

Esos liderazgos de héroes solitarios al mejor estilo de los súper héroes de la ciencia ficción como Supermán, Batman, Aquaman, la Mujer Maravilla, Spiderman o el Capitán América, que salvan al mundo con sus poderes sobrehumanos, cuando ya todo parecía perdido, y suscitan un increíble final rosa en sus películas, solo se dan en los cómics o en el séptimo arte. Pero hay algunos que han nacido con el… ¿Qué será?, ¿Síndrome?, ¿Complejo? de sentirse “mesías” y sin tener más poderes que los que tenía el Chapulín Colorado (proverbial caricatura del anti-héroe), luego se crecen con dinero, armas y respaldo popular, se embarcan y nos embarcan en unas aventuras realmente de locura. Y ya estoy pensando en figuras asuntas de la noche a la mañana, que idiotizaron pueblos enteros durante años… Sí, estoy pensando en tipos como Hitler con el pueblo alemán, o más recientemente Chávez con los venezolanos, Kim Jong-un con los coreanos y… perdonen, Trump con los norteamericanos, para no incursionar en los susceptibles predios criollos que no aceptarían se les tildara de estúpidos, así lo fuesen.

Lo que vi en directo por televisión, el pasado martes, me dejó literalmente estupefacto. Un presidente que venía en franco descenso de popularidad, cuestionado éticamente por sus comportamientos personales pasados, los públicos ante el fisco evadiendo impuestos, políticos por su poca claridad en la relación con los rusos y el manejo de los conflictos internacionales, de pronto, como por arte de magia, asesorado por los genios, resulta concitando a la nación toda, aprovechando su informe sobre el estado de la unión, para efectivamente superar las diferencias partidistas y unirse en torno al noble sentimiento de volver a hacer grande a América. En el Twitter, así lo consigné inmediatamente: “el arte perfecto de tocar las más sensibles fibras del sentimiento nacionalista norteamericano que le gusta oír lo que quiere oír”. Y el arte de lograr que con un discurso de frases cortas y subyugantes, cada 30 segundos, el auditorio todo, de republicanos y demócratas, lo aplaudiera de pies con verdadero frenesí: el culto del congreso a un hombre que con su bien lograda estrategia se ganó esa noche la reelección que tenía entre perdida y envolatada. “Si yo no hubiera sido presidente, estaríamos en una guerra nuclear con Corea”… y si él no fuera el que ha sido, no hubiera puesto el tatequieto comercial a los chinos, no hubiera acabado con Isis, no estaría acorralando a Maduro, no construiría un muro para impedir el ingreso de indeseables inmigrantes que le quitan el empleo a los nativos gringos, no estaría controlando la expansión del VIH, no apoyaría impedir el aborto avanzado y no lograría otra vez que los productos que allí se consumen tuviesen la etiqueta: “madre in USA”, sólo para citar algunos de los temas que embelesaron a los presentes.

Vamos a ver qué se sigue. Porque la historia, aunque conocida, pareciera estar condenada a repetirse. Es increíble, por lo peligroso, cuando un liderazgo con su cautivante oratoria seduce a un pueblo de esa manera. Me impresionó la actitud prepotente y soberbia de quien sabe que lo tiene todo controlado, de quien con su rostro evidencia un ego exacerbado. Pero más temo el desenlace en el inmediato futuro: así las cosas, ¿a donde iremos a parar? Lamentablemente, la historia se repite. Absurdo, pero cierto. Ahora será encumbrado, aplaudido, reconocido, amado, exaltado. Mañana será depuesto, vilipendiado, excluido, odiado, juzgado.  Y me pregunto si el problema del mundo es que tenga mucho loquito suelto o si en realidad el problema es que haya pueblos enteros que felices se vayan con su loquito de turno al abismo. Pasa en las películas, pasa en la historia, pasa en la vida real.  Usted ¿qué opina?, ¿le gustaría dejarse manipular por los de derecha o de izquierda, o tiene conciencia crítica y no traga entero?, ¿esos son los liderazgos que queremos o habrá otra manera de entenderlos y ponerlos en práctica? Ahí les dejo ese trompo en la uña.