José
Leonardo Rincón, S. J.*
El tema del liderazgo ha ocupado en mi vida un lugar relevante durante
40 años, desde que participé como estudiante en el Curso de Líderes Lasallistas;
más adelante como jesuita al coordinar los cinco primeros años el Curso Taller Nacional
de Formación Integral, experiencia diseñada para los jóvenes líderes de los
colegios jesuitas y hasta el día de hoy y durante un cuarto de siglo orientando
los destinos de diversas instituciones académicas, asociativas y gremiales. Ya
teóricamente, ya mediante la misma práctica cotidiana, me he dado cuenta de que
muchas problemáticas tanto globales como locales, en todos sus niveles y
presentaciones, tienen tras de sí una crisis de liderazgo o, para ser más
exactos, una crisis en la forma de concebir el liderazgo.
Todos los grupos humanos, para que puedan funcionar, casi que natural y
espontáneamente aceptan la necesidad de que alguien tome las riendas, dirija,
anime, organice, inspire, oriente, señale el norte, enderece el rumbo… y no
propiamente porque sean tontos borregos o rebaños sumisos, sino porque el
carisma de ir al frente, como cabeza visible, obviamente no lo tienen todos. Dije
al frente, pero pude haber dicho también al lado, hombro a hombro. Evité decir
atrás para no imaginar la tarea de arrear o empujar, aunque en un momento dado
haya que asumirse, a pesar de ser muy desgastante.
Y es que hay quienes asumen todavía hoy que el liderazgo es un don
reservado a pocos, cuando en realidad, así como las inteligencias, hay
liderazgos múltiples.
Esos liderazgos de héroes solitarios al mejor estilo de los súper héroes
de la ciencia ficción como Supermán, Batman, Aquaman, la Mujer Maravilla,
Spiderman o el Capitán América, que salvan al mundo con sus poderes
sobrehumanos, cuando ya todo parecía perdido, y suscitan un increíble final
rosa en sus películas, solo se dan en los cómics o en el séptimo arte. Pero hay
algunos que han nacido con el… ¿Qué será?, ¿Síndrome?, ¿Complejo? de sentirse
“mesías” y sin tener más poderes que los que tenía el Chapulín Colorado
(proverbial caricatura del anti-héroe), luego se crecen con dinero, armas y
respaldo popular, se embarcan y nos embarcan en unas aventuras realmente de
locura. Y ya estoy pensando en figuras asuntas de la noche a la mañana, que
idiotizaron pueblos enteros durante años… Sí, estoy pensando en tipos como
Hitler con el pueblo alemán, o más recientemente Chávez con los venezolanos,
Kim Jong-un con los coreanos y… perdonen, Trump con los norteamericanos, para
no incursionar en los susceptibles predios criollos que no aceptarían se les
tildara de estúpidos, así lo fuesen.
Lo que vi en directo por televisión, el pasado martes, me dejó
literalmente estupefacto. Un presidente que venía en franco descenso de
popularidad, cuestionado éticamente por sus comportamientos personales pasados,
los públicos ante el fisco evadiendo impuestos, políticos por su poca claridad
en la relación con los rusos y el manejo de los conflictos internacionales, de
pronto, como por arte de magia, asesorado por los genios, resulta concitando a
la nación toda, aprovechando su informe sobre el estado de la unión, para
efectivamente superar las diferencias partidistas y unirse en torno al noble
sentimiento de volver a hacer grande a América. En el Twitter, así lo consigné
inmediatamente: “el arte perfecto de tocar las más sensibles fibras del
sentimiento nacionalista norteamericano que le gusta oír lo que quiere oír”. Y
el arte de lograr que con un discurso de frases cortas y subyugantes, cada 30
segundos, el auditorio todo, de republicanos y demócratas, lo aplaudiera de
pies con verdadero frenesí: el culto del congreso a un hombre que con su bien
lograda estrategia se ganó esa noche la reelección que tenía entre perdida y
envolatada. “Si yo no hubiera sido presidente, estaríamos en una guerra nuclear
con Corea”… y si él no fuera el que ha sido, no hubiera puesto el tatequieto
comercial a los chinos, no hubiera acabado con Isis, no estaría acorralando a
Maduro, no construiría un muro para impedir el ingreso de indeseables inmigrantes
que le quitan el empleo a los nativos gringos, no estaría controlando la
expansión del VIH, no apoyaría impedir el aborto avanzado y no lograría otra
vez que los productos que allí se consumen tuviesen la etiqueta: “madre in
USA”, sólo para citar algunos de los temas que embelesaron a los presentes.
Vamos a ver qué se sigue. Porque la historia, aunque conocida, pareciera
estar condenada a repetirse. Es increíble, por lo peligroso, cuando un
liderazgo con su cautivante oratoria seduce a un pueblo de esa manera. Me
impresionó la actitud prepotente y soberbia de quien sabe que lo tiene todo
controlado, de quien con su rostro evidencia un ego exacerbado. Pero más temo
el desenlace en el inmediato futuro: así las cosas, ¿a donde iremos a parar? Lamentablemente,
la historia se repite. Absurdo, pero cierto. Ahora será encumbrado, aplaudido,
reconocido, amado, exaltado. Mañana será depuesto, vilipendiado, excluido,
odiado, juzgado. Y me pregunto si el
problema del mundo es que tenga mucho loquito suelto o si en realidad el
problema es que haya pueblos enteros que felices se vayan con su loquito de
turno al abismo. Pasa en las películas, pasa en la historia, pasa en la vida
real. Usted ¿qué opina?, ¿le gustaría
dejarse manipular por los de derecha o de izquierda, o tiene conciencia crítica
y no traga entero?, ¿esos son los liderazgos que queremos o habrá otra manera
de entenderlos y ponerlos en práctica? Ahí les dejo ese trompo en la uña.