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martes, 16 de mayo de 2023

Entrevista con Luz Aidé Gaviria

Antonio Montoya H.

Nuestra invitada para el entrevista de la semana en El Pensamiento al Aire es la abogada Luz Aidé Gaviria Zapata. Es especialista en derecho procesal de la Universidad de Medellín y durante 28 años ha adquirido una amplia experiencia en la rama judicial. Con ella hablamos del derecho, de la familia y de la virtualidad.

No dejes de verla.

martes, 10 de agosto de 2021

De cara al porvenir: el metaverso

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Se dice que el metaverso es el universo paralelo construido de manera virtual y que hoy recibe gran acogida debido a los últimos desarrollos computacionales, informáticos y de comunicaciones.

Zuckerberg define el metaverso como “Un entorno virtual donde puedes estar presente con personas en espacios digitales. Puede pensar en esto como Internet incorporado en lugar de simplemente mirar. Creemos que será el sucesor del Internet móvil”.

De igual manera, la línea que separa lo real de lo virtual se hace cada vez más delgada.

Se abren nuevas e inmensas posibilidades ante este nuevo desafío tecnológico, pero lo que personalmente más me inquieta es que seguimos construyendo posibilidades enormes sin que todavía hayamos ayudado a resolver los problemas y las necesidades básicas que afectan a la mayor parte de la población, pareciendo que la realidad tecnológica en sí misma fuera un universo paralelo a la que no le interesa ni le importa lo que pasa a su alrededor.

El tema demográfico se interpone entre los buenos augurios tecnológicos y su verdadero impacto en la construcción de bienestar colectivo, lo cual hace que la tecnología se esté convirtiendo hoy en un instrumento de exclusión.

Y no es que para consolarnos sea suficiente con los anuncios y aún con el incremento de la cobertura y el acceso a la tecnología, sino hemos podido responder eficazmente a la pregunta ¿Qué nos ganamos con tanta sofisticación sin haber alcanzado los mínimos necesarios para vivir dignamente?

Se anuncia con bombos y platillos que el acceso a Internet será considerado como servicio público fundamental, pero la gente no tiene empleo y se sigue empobreciendo, haciendo que el argumento circular esgrimido sea falso, pues entonces no se tiene trabajo, pues no se está debidamente capacitado y no se está debidamente capacitado porque no se tiene acceso a la tecnología.

No señor. Mientras no exista voluntad política, los asuntos económicos, sociales y tecnológicos no unirán esfuerzos ni compartirán focos comunes y el nivel de unos pocos crecerá exponencialmente, mientras que la mala situación de la mayoría seguirá empeorando, haciendo que la brecha de la injusticia, la iniquidad y la inocuidad del modelo democrático, sigan en aumento.

En lo local, el maestro Echandía acuñaba su célebre frase de “El poder para qué”, que serviría como guía para parafrasearla y concluir que “La tecnología para qué”.

Ahora bien, mi razonamiento está acompañado conscientemente de un alto grado de ingenuidad, pero lo que quiero dejar claro es que, a través de la historia, los desarrollos tecnológicos han servido solo marginalmente para ayudar al mejoramiento de las condiciones de la mayoría de los humanos, lo cual es entendible desde las lógicas del poder, con las cuales uno finalmente estará de acuerdo o no.

No solo es necesaria la democratización del acceso, sino, y, sobre todo, la democratización de los impactos positivos aportados por el uso de la tecnología, que solo así podría ser vista y valorada como una herramienta favorecedora a los intereses generales de la especie.

domingo, 10 de mayo de 2020

Día de madres


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Quedaron atrás, por lo menos en este 2020, las tradicionales reuniones familiares que permitían el reencuentro físico de dos, tres generaciones, en un espacio físico de encuentro, reencuentro y hasta conocimiento familiar, en un mundo donde el concepto de la mal llamada independencia, ha venido haciendo mella en el importante concepto de familia y ha llevado a las personas a vivir solas, dejando solas a las que nos dieron la vida, a las madres y de paso a los padres y abuelos, hoy, pertenecientes a esa población vulnerable, dentro de la crisis que está pandemia nos ha generado.

Qué paradoja, a los que no nacimos en la virtualidad, nos ha tocado aprender a vivir en la virtualidad, que, viéndolo bien, ha permitido incrementar el muy rápido contacto con los seres queridos, contacto que por el acelere, por los trancones que incrementan las distancias y hacen el tiempo más escaso y que por la virtualidad misma, permite hacer muchas más cosas al mismo tiempo, en un contacto corto, más frecuente que el contacto físico de antes.

Los sentidos del oído y de la vista, remplazan el del tacto, que permitía ese contacto físico del abrazo que hoy en los tiempos del COVID-19 quedó abolido, prohibido y cayó de perlas, en los tiempos del acelere, de la escasez de tiempo, donde la virtualidad se convirtió en la única posibilidad de ver y oír a través de una pantalla a nuestros seres queridos.

“Ver y no tocar”, letrero que veíamos en los almacenes, ya hoy es un hecho, una conducta, un comportamiento, que no requiere de expresión física, el regalito de madres lo vimos en la pantalla, lo pagamos por la pantalla y ordenamos su envío por la pantalla; nunca lo tocamos ni tuvimos la satisfacción de entregarlo físicamente, inclusive, en muchos casos la entrega física estuvo prohibida, por el riesgo.

Todo se volvió fácil, práctico y rápido, pero raro, tan raro que ya nos invadió el síndrome de la cabaña: como todo lo puedo hacer desde casa y además no puedo salir de casa por los riesgos del contagio, termino prefiriendo no salir, ni los días que el pico y cédula, el pico y placa, el pico y género, etcétera, me permitan ese privilegio.

Definitivamente la calle se volvió de los domiciliarios, encargados de hacer que lo físico y lo virtual se encuentren.

Tiene gran parecido, con las épocas antiguas donde los mensajeros, los emisarios, permitían que lo físico llegara a pie, si mucho a caballo, en barco, tomándose mucho más tiempo que el que hoy se toman los domiciliarios de la virtualidad.

Hoy veremos las madres, pero no las podremos tocar, será una reunión virtual de máximo una hora, no pasaremos el día con ellas, no podremos sentir la sensación de abrazarlas, cogerles la mano, no estaremos en reunión de tres generaciones, pediremos el domicilio, veremos Netflix, nos arreglaremos para este especial día y para vernos bien en la teleconferencia, sí, tenemos el síndrome de la cabaña.

Aprovechemos para agradecerle al Creador, por la vida y por los medios virtuales y los domiciliarios, que nos permitirán celebrar, así sea en una forma diferente, el día de las madres.