Mostrando las entradas con la etiqueta Día de madres. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Día de madres. Mostrar todas las entradas

lunes, 9 de mayo de 2022

¡No le temamos a la verdad!

Por: Luis Guillermo Echeverri Vélez*

En su mes valgámonos de la razón para honrar a nuestras madres, fuente de valores, sacrificio y esperanza. Demos el debido respeto al origen de nuestras vidas, a las dos madres que todos tenemos, la que nos trajo a este mundo y la tierra que nos vio nacer libres y nos dio nuestra identidad como colombianos.

Pensemos hoy en el futuro de las nuevas generaciones honrando a las madres y a nuestra patria. Reconozcamos que Colombia es el mejor país del mundo y el único donde podemos convivir en familia y sentir amor por nuestra tierra, nuestra cultura y estar cerca de nuestros amigos y compañeros. Los buenos somos más. Se los debemos todos los que hemos sido privilegiados con salud, trabajo e ingreso, a los compatriotas menos favorecidos.

Colombia ha cambiado mucho dentro de sus posibilidades económicas como país en vía de desarrollo; hoy el nivel de vida es mucho mejor que el de hace 25 años. Eso no lo puede contradecir nadie. Y claro, con el incremento poblacional, también crecen y son más visibles los retos y los problemas, más aún si nos comparamos con otras naciones ya desarrolladas.

El caso es seguir trabajando unidos y con fe y esperanza para mejorar, transformándonos en un mejor país. Miremos esto de manera positiva. Vivimos el momento en que más ha progresado nuestra civilización. Elijamos en conciencia sin dejarnos equivocar por la dialéctica demagógica populista detrás de la cual se esconde el yugo destructor del sistema narco-comunista.

Hoy hay conocimiento abierto al alcance de todos, y gracias a ello, tenemos la opción de transformarnos positivamente y no caer en procesos autodestructivos como ha ocurrido con todas las revoluciones que plantea el populismo internacional desde la era del terror a manos de la degeneración idealista revolucionaria francesa, la interpretación rusa de Marx y el remedo latinoamericano e iberoamericano del socialismo del siglo XXI inspirado en Cuba y perfeccionado en Venezuela.

Dejemos de quejarnos y así aumentar las inevitables insatisfacciones sociales dando excusas a quienes de manera difamatoria promueven el caos como forma de llegar al poder. El país debe alejarse de ese mamerto negativismo morboso, que solo lo lleva a generalizar y hablar de problemas no de soluciones, pues esa mentalidad es la que le da la ventaja al individualismo egoísta sobre la unidad colectiva, a las organizaciones criminales y a la mentira que se esconde tras el discurso resentido con que se está engañando la base de nuestra gran nación a lo largo y ancho de nuestro hermoso país.

Entendamos bien el valor de tener un gobernante honesto, demócrata, que se ciñe a lo correcto y a servir. No nos neguemos a valorar los sacrificios económicos que nos han permitido tener una recuperación tan destacada. Jamás imaginamos estar de segundos en crecimiento global después de Israel en ese cuadrito que trae siempre al final la revista The Economist.

Colombia no necesita un éxodo como de nuestro país hermano. Justo cuando tenemos en nuestras manos la capacidad de transformar este país como lo hizo Japón, Corea, Singapur, Israel o los Emiratos Árabes Unidos, ¿vamos a tirar todo por la borda y a elegir un guerrillero terrorista resentido y de conductas personales irregulares?

Colombia no puede seguir descargando toda la responsabilidad de sus problemas sobre la figura de un presidente. Todos tenemos que asumir el papel del líder y elegir y respaldar al que mejor nos represente ante un mundo que tiene los deseos y la franca intención de apostarle al futuro de Colombia como una de las nuevas posibles potencias ambiental y energética a nivel mundial.

Fácil es destruir. Ahora es asunto de todos votar por la libertad, y empezar a trabajar por recuperar el tiempo perdido consintiendo la delincuencia, y continuar la construcción de un proceso de transformación positiva que bien lo merece la nación colombiana.

En agricultura como en economía, siempre hay un retardo entre la siembra y la cosecha, entre las acciones y los resultados. Gracias presidente Duque, su gobierno tomó desde el primer día las duras medidas que nos permitieron sobreaguar la pandemia y poder llegar al 2022 sobre la base del reconocimiento al manejo juicioso de nuestra economía.

Gracias presidente Duque, al igual que lo hizo el presidente Uribe, usted ha dejado claro con su liderazgo que si queremos algún día ser una nación culta y civilizada que sepa convivir en armonía, no podemos negociar con el terrorismo ni desistir en la lucha contra el crimen organizado en nombre de la legalidad, el emprendimiento social y económico y la equidad social.

Apoyemos nuestras instituciones empezando por aquellos soldados y policías que se juegan a diario la vida por proteger la nuestra. Rechacemos todo aquello que convive con la ilegalidad, la violencia delictiva y el terrorismo, y sigamos trabajando sin descanso en el difícil camino de la transformación y el desarrollo.

viernes, 6 de mayo de 2022

Madre solo hay una

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Todos hemos escuchado alguna vez “mi mamá es la mejor mamá del mundo”. Cualquiera diría que tan radical expresión es una exageración producto del sentimiento agradecido que los hijos tienen por sus madres. No es un exabrupto, es la verdad.

Las mamás son lo más parecido a Dios mismo. Con razón Juan Pablo I, el Papa catequista, dijera que Dios es Padre, pero sobre todo Madre. Y que un teólogo de la talla de Leonardo Boff escribiera un libro sobre el rostro materno de Dios. No para sorprender con un matriarcado celestial sino para evidenciar que las madres son tan únicas y excepcionales que no es blasfemo afirmar los característicos rasgos de femineidad de nuestro Dios.

Este domingo celebraremos el día de la madre. Ese día, nuestros sentimientos hacia ella se alborotan. ¿Cómo no agradecerle habernos llevado nueve meses en su vientre y haber dicho sí permitiéndonos nacer y vivir esta vida?

¿Cómo no reconocer su amor por nosotros con todos sus trasnochos, sus sacrificios, su trabajo de todos los días, su ingente capacidad de servicio, sus caricias, su ternura, su fortaleza en la adversidad, su generosidad a toda prueba, su preocupación constante, su sonrisa sincera, su exigencia?

Puede uno estar ya viejo, pero las mamás lo seguirán viendo a uno como su niño. Que hay que cuidarse, que se abrigue que se resfría, que si ya comió, que mi Dios lo bendiga, que ojo con esa persona que no le conviene… Tienen ellas tal conexión eterna con sus hijos que ni los hijos mismos lo saben. Es como si el cordón umbilical ahora fuese inalámbrico o funcionase por WiFi. Se las pillan todas: si uno está triste o con un problema, si está enfermo, si le pasa algo. Poseen unas antenas increíbles y son medio brujas: no se les escapa nada, así uno no se los diga.

Decía un villancico que “quiso Dios ser niño porque allá en el cielo no tenía con quién jugar, porque allá en el cielo no tenía mamá” y por eso se buscó la mejor mamá del mundo, la más grande y también la más humilde, la más feliz y también la más sufrida, la más sencilla y también la reina y señora. A la incomprendida con un embarazo de origen extraño, la más sufrida a la hora del parto, la angustiada en su huida a Egipto, la preocupada de Caná, la golpeada por las humillaciones a su hijo y su posterior asesinato, la dolorosa ante el cadalso de la Cruz, la que mantuvo firme la unidad del grupo apostólico, la madre de la Iglesia…

Es verdad, madre solo hay una y somos lo que somos en gran medida por la impronta que ellas han dejado en nosotros. Las madres expresan la misericordia profunda de Dios que cree, comprende, entiende, excusa, es paciente, se sacrifica. Aman generosamente sin discriminaciones odiosas o distinciones, puede ser un hijo motivo de orgullo o la oveja negra y calavera, los aman por igual. Son definitivamente excepcionales, únicas. Por eso decimos, madre solo hay una. ¡Felicitaciones a nuestras mamás!

domingo, 10 de mayo de 2020

Día de madres


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Quedaron atrás, por lo menos en este 2020, las tradicionales reuniones familiares que permitían el reencuentro físico de dos, tres generaciones, en un espacio físico de encuentro, reencuentro y hasta conocimiento familiar, en un mundo donde el concepto de la mal llamada independencia, ha venido haciendo mella en el importante concepto de familia y ha llevado a las personas a vivir solas, dejando solas a las que nos dieron la vida, a las madres y de paso a los padres y abuelos, hoy, pertenecientes a esa población vulnerable, dentro de la crisis que está pandemia nos ha generado.

Qué paradoja, a los que no nacimos en la virtualidad, nos ha tocado aprender a vivir en la virtualidad, que, viéndolo bien, ha permitido incrementar el muy rápido contacto con los seres queridos, contacto que por el acelere, por los trancones que incrementan las distancias y hacen el tiempo más escaso y que por la virtualidad misma, permite hacer muchas más cosas al mismo tiempo, en un contacto corto, más frecuente que el contacto físico de antes.

Los sentidos del oído y de la vista, remplazan el del tacto, que permitía ese contacto físico del abrazo que hoy en los tiempos del COVID-19 quedó abolido, prohibido y cayó de perlas, en los tiempos del acelere, de la escasez de tiempo, donde la virtualidad se convirtió en la única posibilidad de ver y oír a través de una pantalla a nuestros seres queridos.

“Ver y no tocar”, letrero que veíamos en los almacenes, ya hoy es un hecho, una conducta, un comportamiento, que no requiere de expresión física, el regalito de madres lo vimos en la pantalla, lo pagamos por la pantalla y ordenamos su envío por la pantalla; nunca lo tocamos ni tuvimos la satisfacción de entregarlo físicamente, inclusive, en muchos casos la entrega física estuvo prohibida, por el riesgo.

Todo se volvió fácil, práctico y rápido, pero raro, tan raro que ya nos invadió el síndrome de la cabaña: como todo lo puedo hacer desde casa y además no puedo salir de casa por los riesgos del contagio, termino prefiriendo no salir, ni los días que el pico y cédula, el pico y placa, el pico y género, etcétera, me permitan ese privilegio.

Definitivamente la calle se volvió de los domiciliarios, encargados de hacer que lo físico y lo virtual se encuentren.

Tiene gran parecido, con las épocas antiguas donde los mensajeros, los emisarios, permitían que lo físico llegara a pie, si mucho a caballo, en barco, tomándose mucho más tiempo que el que hoy se toman los domiciliarios de la virtualidad.

Hoy veremos las madres, pero no las podremos tocar, será una reunión virtual de máximo una hora, no pasaremos el día con ellas, no podremos sentir la sensación de abrazarlas, cogerles la mano, no estaremos en reunión de tres generaciones, pediremos el domicilio, veremos Netflix, nos arreglaremos para este especial día y para vernos bien en la teleconferencia, sí, tenemos el síndrome de la cabaña.

Aprovechemos para agradecerle al Creador, por la vida y por los medios virtuales y los domiciliarios, que nos permitirán celebrar, así sea en una forma diferente, el día de las madres.