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martes, 3 de agosto de 2021

De cara al porvenir: para abajo ruedan las piedras

Por Pedro Juan González Carvajal*

Esta época impactada por la pandemia, a la cual no debe ni puede llamarse por ahora post pandémica, ‒puesto que todavía no la hemos superado‒, ha servido para que los líderes de las diferentes organizaciones puedan evidenciar su real valía, su entereza y su capacidad para enfrentar grandes retos.

Es el momento del ejercicio de la verdadera gerencia por parte de verdaderos gerentes, de asumir riegos, de tener prudencia, de ser proactivo, de ser motivador, retador e inspirador. Se pondrán en evidencia los gerentes mediocres, aquellos que saben pasar de agache, que están llenos de lugares comunes y que ponen el consenso ‒que es un medio y no un fin‒ por encima de los resultados inmediatos que hoy se requieren.

Esta posibilidad es una real exigencia, pues lo que hoy se encuentra en riesgo es la factibilidad, la viabilidad, la sostenibilidad y la sustentabilidad de todas las organizaciones planetarias, en el entendido de que, en términos económicos, cuando alguien pierde, alguien puede estar ganando y viceversa.

Y es que hoy el principal objetivo a lograr por las organizaciones es la supervivencia que garantice la continuidad de la operación, el cumplimiento de los compromisos, la preservación de los puestos de trabajo, la atención a las demandas de los públicos objetivos ‒stakeholders‒ y el impacto positivo en el entorno para servir como detonantes de cadenas de reacción positivas.

La cabeza de la organización debe hacer un gran esfuerzo por mantener la cabeza fría, lo cual no es fácil, pues las decisiones deben tomarse basados en la urgencia para atender la coyuntura ‒que no da espera‒ ya que están supeditadas a decisiones de instancias superiores, a decisiones que se toman en caliente sobre otras decisiones, a la dinámica, los ritmos y el compromiso de los miembros del equipo de trabajo, que no siempre son lo que se requiere, ya por su parsimonia, ya por su incapacidad para atender varios frentes al tiempo, ya por su desorden, ya por su incompetencia, ya por su temor o ya por su falta de comprensión y dimensionamiento de lo que está en juego. Estamos evidenciando, al menos en Colombia, la lentitud con la cual se toman decisiones, se elaboran procesos, se desarrollan proyectos y se obtienen resultados, tanto en las organizaciones privadas, como en las públicas, como en las sociales.

Pasar de la teoría a la práctica, de la idea al resultado, es una verdadera epopeya.

Hay que entender que estamos en un momento del tiempo similar al de un período de guerra. Quien no lo entienda así, quien no lo enfrente así, se convertirá en un lastre y en un estorbo para la dinámica organizacional requerida para pretender salir adelante.

Hay que hacer en menos tiempo lo que antes daba espera. Hay que revisar y ajustar los presupuestos, hay que ajustar y cumplir con los cronogramas, hay que evaluar y revaluar el portafolio de productos y servicios, hay que escuchar las sugerencias de los funcionarios en caso de que sean propositivos, hay que liberar las cargas fijas y tratar de convertirlas en variables, hay que mantener o crecer los márgenes de contribución gracias a ejercicios que permitan mejorar la eficiencia y la eficacia de los procesos, hay que sacarle mayor provecho a los activos y capacidades instaladas y ante todo, ser flexibles, proactivos, creativos, innovadores, ágiles y fluidos en el implementación, es decir, hay que hacer que las cosas sucedan.

Además, es necesario saber si lo que se tiene es un negocio cuyos ingresos dependen de eventos de alta probabilidad y bajo impacto ‒bajos márgenes‒, lo cual lleva necesariamente a la exigencia de los volúmenes, o si dependen de eventos de poca probabilidad y alto impacto, ‒negocios grandes‒, lo cual nos lleva a la búsqueda de altos márgenes.

Mención aparte merece la necesidad de mantener unido y motivado al equipo o grupo de trabajo. Todos tenemos intereses particulares, presiones individuales, familiares, empresariales, académicas, compromisos económicos y proyectos en remojo y además tenemos que atender y rendir en todos los frentes. Es así de duro, pero esa es la realidad que nos ha correspondido vivir.

La forma histórica de hacer las cosas, la reverencia a lo tradicional, ante esta coyuntura, podrían convertirse en la soga que apriete nuestro cuello y nos ahogue.

Es el momento no solamente de controlar gastos, sino, paralelamente, de generar más ingresos.

Uno no puede quitarle el oxígeno a la organización recortando gastos y costos de manera indefinida: si no hay cuidado con esto, podemos terminar anulando a la organización.

También es el momento de los sacrificios, de realizar contribuciones haciendo labores marginales, redistribuyendo cargas, de buscar economías de escala, de hacer realidad las integraciones horizontales y verticales en caso de que sean aplicables a la organización en particular, de no duplicar esfuerzos, de hacer las cosas bien desde la primera vez, que no haya que repetir mucho, que no congestionemos con reuniones permanentes, que dejemos trabajar a la gente.

No es el momento de remilgos, ni de debilidades, ni de contemplaciones, ¡Es hora de actuar!

¡Buena suerte y buena mar!

Nota: como es tradicional, el nombre propuesto para la nueva mal llamada reforma tributaria, “Proyecto de Ley de Solidaridad Sostenible”, es bien intencionado y es engañoso, pues trata de desvirtuar el verdadero sentido del proyecto de ley: asegurar un recaudo adicional para solventar la caja del Gobierno.

martes, 13 de julio de 2021

De cara al porvenir: guerra anunciada

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

Si tuviéramos buenos gobernantes, que no los tenemos, y si tuviéramos al menos un solo estadista, que tampoco lo tenemos, es claro que hay que reconocer que los paros, las movilizaciones, las marchas y los bloqueos a las carreteras no se van a acabar en el tiempo, y que, ante el orden de cosas y el incumplimiento por incapacidad de las obligaciones constitucionales por parte del Estado, pues tenemos que prepararnos para cuando cada cierto tiempo, sucedan acciones y eventos semejantes.

Partimos del respeto por el derecho a la protesta y el rechazo a los actos violentos de todo tipo.

Los bloqueos afectan la libre movilidad, el suministro de comida y el acceso a combustibles en algunas ciudades.

Tenemos tres enormes “talones de Aquiles” con respecto a los bloqueos. La mayor parte del transporte está concentrado por carretera, no contamos con la logística para almacenar alimentos en adecuada cantidad y calidad, y a estas alturas del partido, todavía tenemos que transportar combustibles a través de carrotanques.

Si en este país de incompetentes, ineptos y mediocres alguien al menos planificara, pues tenemos tres grandes objetivos por desarrollar en el corto plazo, independiente del gobernante de turno, para mitigar el impacto de los bloqueos.

Ponerle plazo final a la construcción y reconstrucción de nuestra red férrea nacional para tener una alternativa real, inmediata y poco costosa al transporte por carretera, lo cual permite un transporte masivo de mercancías, materias primas y comida, entre ciudades, y entre puertos y ciudades. También tener claras estrategias para poner a funcionar de manera inmediata, puentes aéreos para movilización de alimentos y productos de urgencia.

Qué pena tener que mirar al pasado, pero tenemos que volver a crear una entidad semejante al antiguo Instituto de Mercadeo Agropecuario -Idema-, no solo para justificar la existencia del actualmente débil Ministerio de Agricultura, sino para que, por fin, entremos en conciencia de trabajar por la autonomía y la soberanía alimentaria y podamos garantizarle a nuestros campesinos, herramientas concretas y prácticas de comercialización y de precios de sustentación, como requisito  estructurante para poder hablar con seriedad y con alguna posibilidad de éxito, de sustitución de cultivos ilícitos.

Aumentar la red de oleoductos y gasoductos que deben llegar como mínimo a todas las ciudades capitales y a los puertos especializados, para no depender de la posibilidad de que los carrotanques se puedan desplazar.

¿Será mucho pedir? ¿Hay que ser posgraduado para poder pensar en estas soluciones inmediatas? ¿Por qué los representantes de todos los sectores de la institucionalidad no hacen propuestas pragmáticas para solucionar problemas?

En medio de la Gran Depresión, atendiendo las recomendaciones de Keynes y para poder jalonar la economía y generar rápidamente puestos de trabajo, los Estados Unidos aceleraron el proyecto de construcción de la red interestatal de carreteras, teniendo la previsión de que donde la topografía lo permitiera, se generaran trayectos de 3 o más kilómetros en línea recta para, simultáneamente a la vía carreteable, se tuviera una red de pistas de aterrizaje de emergencia, por lo que pudiera pasar.

Eso solo lo piensa una sociedad previsiva. Ahora que Colombia ha tratado por fin de desatrasar la construcción y modernización de nuestra malla vial, gracias a las llamadas Autopistas de la Prosperidad, ¿Creen ustedes que hayamos tenido la mentalidad previsiva de aprovechar conscientemente los trayectos en línea recta para tener también algunas pistas de aterrizaje de emergencia o para uso militar? La respuesta contundente es NO. Por eso hemos sido, somos y seguiremos siendo por un largo tiempo, un país subdesarrollado.

Los colombianos no necesitamos empleos temporales para paliar la coyuntura. Necesitamos empleos dignos y estables.

Los colombianos no necesitamos programas asistenciales para que nos regalen dos semestres de matrícula. Necesitamos que la educación en todos los niveles tenga opciones de gratuidad.

Los colombianos no necesitamos sistemas de salud ineficientes y excluyentes. Necesitamos un sistema de salud preventivo y correctivo básico y equitativo.

Algunos teóricos de la economía a nivel planetario hablan de una renta básica universal. Como nosotros estamos acostumbrados es al manejo politiquero de los subsidios (con honrosas excepciones), pues no alcanzamos a dimensionar la magnitud de esta propuesta, que hace sentido.

Los colombianos necesitamos gobernantes que nos expliquen de modo Coquito, que, para poder pensar en las anteriores soluciones, pues tenemos que pagar impuestos para poder lograrlo. Y que para eso hay que pensar en refundar nuestro sistema tributario. Y para que lo anterior sea posible, pues hay que extirpar el flagelo de la corrupción.

No estoy hablando de cosas imposibles. Miremos la organización de los Estados Nórdicos. ¡Sí se puede! Pero hay que cambiar nuestro chip que hace que justifiquemos vivir al borde de la legalidad-ilegalidad y pensar en un proyecto de transformación cultural, antes que, de transformación digital, teniendo como instrumento un adecuado sistema educativo.

De no hacerlo, pues preparémonos o resignémonos para vivir el resto de nuestros días y los días de las generaciones futuras, en un país mediocre, subdesarrollado, pobre, inequitativo y corrupto.

¿Muy halagüeña esta radiografía del porvenir? ¿Cierto que no? ¡Pues trabajemos para que eso no sea así y reconozcamos y aceptemos que no por hacer más de lo mismo, podremos esperar resultados distintos!

NOTA: en medio de la actual coyuntura, socio-económico-política y pandémica, el Congreso Nacional ha evidenciado una vez más, su falta de altura. ¡Qué lástima, pero eso es lo que hay!

miércoles, 16 de diciembre de 2020

¿Puede sobrevivir la democracia al IVA “universal”?

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Nadie desconoce el enorme costo requerido para la mitigación de los terribles efectos económicos de la pandemia sobre las clases menos favorecidas, no siendo el menor el inevitable aumento del desempleo.

Si bien el gobierno merece reconocimiento por el acertado manejo de esta inédita experiencia, no ocurre lo mismo con las medidas que empiezan a agitarse para lograr la recuperación. El ejecutivo ha logrado para 2021 la aprobación de un presupuesto de unos 314 billones, superior un 24% sobre el bien deficitario de 2019, año supuestamente normal. Tendrá entonces, que apelar no solo a un enorme endeudamiento, sino que habrá que imponer a un país exhausto una nueva “reforma tributaria” para recaudar 20 billones adicionales. Buena parte de esos nuevos ingresos dependerá de un IVA “universal” del 19%, empezando por todos los alimentos. Y aun si el Congreso la aprueba, queda por ver si eso se traduce en igual recaudo.

Por parte alguna el gobierno habla de austeridad, ahorro, eliminación de gasto suntuario y de programas inútiles o perjudiciales —como todos los derivados del acuerdo final—, reducción o aplazamiento de inversiones, venta de empresas o activos, disminución de nóminas paralelas etc.

Como coincido plenamente con el reciente y acertado análisis presupuestal de Hernán Uribe López, paso solamente a referirme a las repercusiones políticas de la reforma tributaria que se prepara. http://www.lalinternaazul.info/2020/12/09/nueva-amenaza-de-reforma-tributaria/

 

Nadie merece el calificativo de estadista, si no sopesa los efectos políticos de las disposiciones tributarias. Baste considerar el amplio respaldo popular que saludó el inicio del gobierno del doctor Duque, que se deshizo con el anuncio del ministro Carrasquilla, a los pocos días, de un IVA “universal” del 19%, empezando por todos los alimentos. Aunque el Congreso modificó esa reforma, el gobierno ya jamás se recuperó plenamente, con los consiguientes efectos desfavorables sobre su popularidad y su credibilidad.

Ahora bien, pretender, en medio de la miseria generalizada que trajo la pandemia, gravar con 19% de IVA toda la canasta familiar, puede colmar las obsesiones tecnocráticas de un ministro olímpico que del país solo conoce los altos círculos capitalinos, pero puede acabar de desgastar la imagen del gobierno y de los partidos democráticos y dar al peor candidato populista los votos que todavía le faltan para ganar las elecciones.

Entonces, si el gobierno propone ese IVA, “se quedará con el pecado y sin el género”, porque esa locura tributaría no prosperará en el Congreso, pero la tambaleante democracia colombiana sufrirá su efecto político destructor.

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La conquista de los mares, de Van Loon - Para un bibliófilo pocos placeres superan el rescate de un buen libro polvoriento, como me ocurre con frecuencia. Acabo de terminar la lectura de “La conquista de los mares”, en bella edición de Luis Miracle (Barcelona, 1936). Su autor, Henrik Willem van Loon (1882-1944), fue un holandés-americano, uno de los más populares en su tiempo. Su obra mayor, voluminosa e insuperable, “Las artes”, ha caído en el mismo injusto olvido que las otras de su abundante pluma, erudita e irónica, cumpliendo así la triste e inexorable ley que a muy pocos perdona después de la muerte.

Van Loon ilustraba sus libros con rápidos, originales y vigorosos esbozos, que en esta historia de la navegación son especialmente valiosos, porque en buena parte compensan cierta debilidad de la obra, dado que su autor no era marino y se detiene en los umbrales del gran desarrollo tecnológico de la navegación, a partir de mediados del siglo xix. En cambio, su relato es interesantísimo en lo que toca con las horrorosas condiciones en que a lo largo de los siglos transcurría la vida de la marinería, desde las canoas primitivas hasta las precarias naves que cruzaron, primero con remeros y luego a impulsos del viento, y durante largos meses, los océanos, bajo los más crueles e implacables capitanes.

Nunca antes vi tan claramente el inmenso costo humano que hizo posible, más que el dominio de las inmensas masas marinas, la intercomunicación de todos los territorios del mundo.

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Cumpliendo, cumpliendo y cumpliendo – Como del mutuo respeto de los compromisos depende la vigencia y obligatoriedad de los convenios, nunca he podido entender por qué el gobierno se empeña en cumplir todo lo pactado —contra la voluntad popular— con las FARC, mientras ellas se obstinan en incumplirlo totalmente. La entrega apenas del 0.07% —reconocida por el gobierno— de la irrisoria suma prometida por esa organización, es simplemente una burla cínica e intolerable, que no justifica la prórroga que se les concede una y otra vez a lo largo de estos cuatro años.

Y ahora, obedeciendo a una de las cláusulas del acuerdo final, el Ministerio de Educación publica cartillas para guiar al magisterio en el adoctrinamiento de la infancia en la ideología de género, ofendiendo los sentimientos morales y religiosos de la mayoría de las familias.

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¡Reconstrucción o catástrofe!

viernes, 19 de junio de 2020

Efectos de la pandemia

Por José Leonardo Rincón, S. J.* 

José Leonardo Rincón Contreras
Los reales efectos de la pandemia apenas comenzamos a visualizarlos, pero se verán más plenamente en el mediano y largo plazo. Algunos de ellos serán juzgados como trágicos y desoladores y otros como altamente positivos y alentadores. Como la moneda con sus dos caras, como el yin y el yang, como lo es todo en la vida, con sus más y sus menos, ambivalente, según como se viva y mire.

A nivel sanitario impactará el creciente número de contagiados y muertos por el coronavirus, pero, por lo que se va viendo, no llegará a las dramáticas cifras de la así llamada peste española de hace un siglo. Se dirá entonces que, gracias a los avances de las ciencias de la salud, se pudo prevenir y controlar para que sus efectos no fueran más devastadores. Se habrán acelerado las investigaciones y seguramente en inédito tiempo récord se habrá producido la vacuna. La higiene y la asepsia serán un requisito obvio para la convivencia.

A nivel económico una recesión global que paralizó el mundo varias semanas, que quebró muchas empresas, llevó el desempleo a los dos dígitos, aumentó en decenas de millones el número de pobres y mató más seres humanos que el mismo virus, también habrá mostrado que para estos cíclicos fenómenos la gente se prepara mejor de modo que la recuperación sea más rápida. Frente a las negativas cifras financieras de marzo, sorprenden las positivas de abril y mayo. El desafío es reinventarse, ser creativos, flexibles, y quienes lo están haciendo saldrán adelante exitosamente.

A nivel laboral y educativo las TIC nos obligaron a acelerar el cambio de anclados paradigmas y a familiarizarnos con el digital mundo de la informática y las comunicaciones de última generación. Queda en entredicho la presencialidad en oficinas y centros educativos de todo nivel y la vetusta forma de manejar ciertos asuntos. Sin embargo, tendrá que replantearse el mundo de las relaciones interpersonales y sociales pues el contacto virtual de ningún modo reemplaza en su valor la interacción directa. No todo puede ser desde la casa. Qué hartera y qué impotable rutina que toda la vida discurra allí: el cine, la música, la comida, las compras, todo a domicilio o por suscripción, cuando el verdadero encanto del ser humano está en su socialización.

Los autores de la posmodernidad ya advertían hace décadas que la religión se privatizaría. ¡Qué insulza y perezosa una fe casera, por televisión, con eucaristías en vivo pero por pantalla, solitaria, distante, sin comunidad! Un contrasentido con su misma esencia del “re-ligare”, esto es, relacionarse con Dios, los otros, el entorno, directamente, empáticamente. Si va a ser a distancia, por suscripción o por una aplicación del celular, “apague y vámonos”.

Los efectos de esta pandemia todavía están por verse. No dije nada sobre los efectos psicológicos, por ejemplo. Sin embargo, ya se sienten. Esta pandemia nos cambió la vida en cuestión de pocas semanas. No seremos los mismos de antes. El asunto es si seremos o no mejores seres humanos. ¿Usted qué dice?