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miércoles, 28 de septiembre de 2022

Ante el destape de Petro

José Alvear Sanín
Por José Alvear Sanín*

Aun después del completo destape de Petro en la semana que acaba de pasar, quedan muchos que lo siguen juzgando como si él fuera el presidente de la República de Colombia –Estado democrático y civilizado–, en vez de reconocerlo como el jefe de la revolución, que va a sustituir nuestra centenaria República por un Estado bárbaro, que eliminará todo lo que hemos edificado a lo largo de 212 años.

Como presidente de la República Petro es un fracaso. En cambio, como conductor revolucionario es sobresaliente y no ha cometido ninguna equivocación buscando ese fin. En las primeras interminables seis semanas llenó el gobierno de sujetos ineptos para la administración, pero perfectamente funcionales para la autocracia que están montando aceleradamente.

Basta pensar en la reforma tributaria, en la política explícita sobre las industrias extractivas y en la implícita sobre salud, en el estímulo a la ocupación de tierras y en la emasculación de las Fuerzas Armadas, para comprender hacia dónde va el gobierno y la inutilidad de criticar sus determinaciones. Todas ellas son tan inexorables como funestas para la República, pero conducentes a la revolución ya iniciada.

El viaje a los Estados Unidos fue escogido por Petro como escenario para su destape definitivo. El discurso en la Asamblea de las Naciones Unidas es infame desde el punto de vista de la democracia, las relaciones internacionales y el derecho. No corresponde a un jefe de Estado responsable, pero es congruente con el programa revolucionario del “exterrorista”. Desde esa perspectiva es inobjetable.

Petro se erige en un ecologista tan radical como infantil: la cocaína ya es verde, mientras petróleo y gas son elementos tóxicos y letales. Los 4 litros/segundo que consume su jet dejando huella de carbono no valen la pena, porque el gran iluminado fulmina su mensaje salvador desde la principal tribuna mundial, frente a la pobre humanidad que injustamente lo ignora…

Así comenzó el destape de Petro. En tres días decretó el inicio del narcoestado inerme de Colombia y anunció la “compra” de tres millones de hectáreas con bonos basura, para disfrazar la real expropiación de las tierras productivas, sin tener en cuenta ni el posible baño de sangre ni la segura escasez alimentaria, precursora de la hambruna estructural castrista que quiere para Colombia.

El destape se completó luego con el anuncio de una reforma pensional con repartición demagógica para extraños al sistema y expropiación de los cotizantes.

Hasta ahí el destape explícito, al que no podía faltar el implícito, que se dio en la sede de la Open Society Foundations, cuando Alexander Soros celebró la visita de Petro y su séquito, confesando “the importance of our long-standing commitments to the peace process, drug reform and protecting the Amazon” (!!!).

Estamos pues notificados de la triple orientación ideológica del gobierno que padecemos: 1. Castromarxismo. 2. Foro de Sao Paulo, y 3. Agenda legalizadora de las drogas, el aborto, la ideología de género, la eutanasia y la eliminación de cualquier vestigio cristiano en la sociedad, todo esto articulado por el Nuevo Orden Mundial, que promueven los Soros con incontables recursos económicos, mediáticos y políticos.

A Petro le está yendo muy bien, y a Colombia, muy mal. Hay pues que juzgarlo por lo que verdaderamente es y por lo que está haciendo, sin apartarse un milímetro de sus vitalicias obsesiones, nunca disimuladas, y que pondrá en ejecución a cualquier precio, en contra de 50 millones de colombianos, condenados a repetir la tragedia de Venezuela o algo aún peor.

martes, 17 de mayo de 2022

De cara al porvenir: ¿qué vamos a hacer con nuestro carbón?

Pedro Juan González Carvajal
Por Pedro Juan González Carvajal*

En el pódium de los principales productos que configuran nuestra base exportadora, aparece el carbón, y es gracias a este producto que hemos podido sobrevivir con menos sobresalto a los vaivenes del precio del petróleo en el ámbito internacional, en diferentes momentos del tiempo.

El carbón ha sido uno de los principales productos que han acompañado a la humanidad en el último milenio. Primero el carbón de leña que casi acaba con la floresta inglesa y luego el carbón mineral, como elemento de primer orden en los procesos de industrialización, al aparecer los motores y las máquinas a vapor.

La crisis ambiental que sufre el planeta hoy ha obligado de manera tardía a enfrentar con alguna voluntad política este fenómeno que podría llevar a la humanidad a su colapso.

El cambio climático como uno de los principales vectores de la crisis, lleva a enfrentarnos directamente con el uso o no de los combustibles fósiles, dentro de los cuales aparece obviamente el carbón.

Los recientes compromisos por tratar de hacer frente al cambio climático parten de declaraciones y compromisos por parte de los países industrializados para ir disminuyendo paulatinamente el uso de los combustibles fósiles, hablando de puntos de llegada a mediados del presente siglo y para el caso del carbón, se habla y se firman acuerdos para dejar de consumirlo en ciertas regiones del planeta al finalizar el presente decenio, es decir, al 2030.

Como “una cosa piensa el burro y otra el que lo está enjalmando”, la guerra entre Rusia y Ucrania ha dejado al descubierto la enorme dependencia de muchos de los países dizque poderosos del petróleo y sobre todo del gas ruso, lo que podría llevar a atrasar el cumplimiento de los compromisos pactados con respecto a dejar de usar el carbón en el corto plazo, lo cual evidenciaría, de nuevo, que el corto plazo se impone al largo plazo y que entonces las economías  están por encima de la sostenibilidad del planeta, lo cual muestra lo “cabeciduros y egoístas que somos”.

Para un país subdesarrollado como Colombia, lo anterior podría ser visto como una “buena noticia”, aun cuando el que pierda sea el planeta como un todo, sin olvidar que nosotros los colombianos, también hacemos parte y estamos en ese planeta agonizante.

Sin embargo, es importante que hagamos un detente y pensemos un momento: antes del inicio de la guerra entre Rusia y Croacia ya se conocía la decisión de la Comunidad Europea, de Israel, y aún de China, que son nuestros principales compradores de carbón, de disminuir el volumen de compras hasta llegar a un punto de no trabajar más con carbón.

La pregunta seria es: ¿y quiénes, en este momento, están estudiando en Colombia la manera cómo vamos a reemplazar para nosotros este importantísimo renglón de exportación? ¿El gobierno? ¿Los gremios económicos? ¿La academia?

Que yo sepa, ninguno, lo cual evidencia una vez más el pequeño país al cual pertenecemos y a la mentalidad indolente que nos domina.

Si fuéramos un país serio, que no lo somos, todos los recursos de investigación destinados por Minciencias deberían orientarse a buscar soluciones y alternativas a este problema y todas las instituciones de educación superior deberían estar preocupadas por este asunto de innegable importancia para la sostenibilidad del país.

Lamentablemente, esto no es así y lo más seguro es que ni siquiera tengamos conciencia de la dimensión del problema al cual estamos enfrentados.

¿Con cuáles productos, bienes o servicios vamos a reemplazar y a compensar los miles de millones de dólares que nos genera la exportación de carbón?

¿Cuál va a ser el impacto que sufrirán las comunidades que están asentadas en geografías carboníferas cuyo día a día gira alrededor del carbón?

¿Será que nos tendremos que comer nuestro carbón por falta de previsión?

¡Amanecerá y veremos!

jueves, 25 de abril de 2019

Petróleo (oro negro)


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Este recurso natural no renovable, súper contaminante desde su extracción hasta su utilización, fuente de energía en vía de extinción, ha sido el factor de enriquecimiento desproporcionado de unos pocos; a su vez, medio de subsistencia de los países productores; es más, la economía colombiana tiene una muy alta dependencia de las exportaciones de este mineral, inclusive la tendencia en estos momentos es a que su precio suba.

Desafortunadamente los grupos guerrilleros, paramilitares y demás bandas al margen de la ley, criminales que en última instancia obedecen al narcotráfico y a las fuerzas paralelas a las del Estado, como lo establecen los objetivos del partido comunista, están utilizando el petróleo, luego de procesarlo en refinerías clandestinas, como insumo de primer orden en los laboratorios de producción de cocaína. Todo esto lo disfrazan con las voladuras al oleoducto que atraviesa buena parte del país, con afectaciones ecológicas, sociales y económicas muy graves; aun así, Ecopetrol genera utilidades; ¿cómo sería si se lograra un acuerdo con el ELN?

El agotamiento físico de las reservas, el descubrimiento de otras fuentes para producir energía, la necesidad de cuidar el medio ambiente, hacen que el petróleo tienda a desaparecer en un corto, de pronto, mediano plazo. Claro que eso mismo pensaba yo con el carbón, hace unos 30 años, cuando nos correspondió manejar minas de socavón para la extracción de este mineral, hoy súper demandado por las grandes potencias que todavía lo utilizan en su generación de energía.

Colombia debe aprovechar las pocas reservas que le quedan, así sea utilizando el fracking, con responsabilidad ambiental total. Las autoridades ambientales deben hacer una revisión minuciosa del cumplimiento de las normas ambientales en todas las explotaciones petroleras en nuestro país. Son muchas las denuncias de las comunidades sobre las afectaciones en sus territorios con dichas explotaciones y aquí no estamos hablando de que los afectados sean de izquierda o infiltrados, son afectados en su patrimonio y en su medio ambiente, circunstancias de fácil medición cuando hay voluntad de hacerlo. Todos los explotadores de petróleo se tienen que dar la pela, dejar la codicia, invertir en todas las medidas de mitigación; no se la pueden ganar toda y dejar embaladas a las comunidades con los problemas ambientales que generan.

Definitivamente, si las medidas de mitigación ambiental resultan tan costosas, que no permitan el cierre financiero del fracking, no se podrá explotar ese petróleo y no se pueden permitir ningún tipo de esguinces que terminen afectando los acuíferos, y por ende a las comunidades, para hacer que los proyectos cuenten con cierre financiero.

La codicia sin hígados, así genere muchas utilidades para muy pocos que se puedan justificar con impuestos y regalías, dejan miles de hectáreas inutilizadas y a sus dueños en la miseria, totalmente desamparados, y más si se trata de comunidades pobres y olvidadas.

De aquí la importancia de que sean empresas del estado, o por lo menos de economía mixta con mayoría de capital público, las que puedan adelantar este tipo de proyectos. No hay cuña que apriete más que la del mismo palo, en este tipo de empresas, el cumplimiento de las normas ambientales por parte de sus administradores tiene que ser al pie de la letra, so pena de sanciones que pueden generar acciones de repetición que afectan sus propios patrimonios; además, las entidades de vigilancia y control quedan por fuera de la posibilidad de que sus funcionarios sean comprados para hacerse los de la oreja mocha o desviar investigaciones. No es sino mirar como le han caído a las EPM todas las autoridades de vigilancia y control, por el tema de Hidroituango.

En YouTube encontramos la historia de los países árabes y las riquezas de los jeques y sus inmensas familias, en países que eran absolutamente pobres y hoy, gracias al petróleo, son inmensamente ricos, entre comillas, porque gran cantidad de su población vive en condiciones precarias de pobreza y unos pocos en una riqueza que les permite en sus colecciones de automotores de alta gama, carros y motos forrados en diamantes, palacios y aviones  forrados en oro; en fin, una cantidad de  excentricidades  obscenas, que, gracias a la codicia, no permiten que esos recursos mal utilizados se inviertan en el bienestar de las comunidades más pobres. Inclusive, en esos países petroleros son conscientes  de que sus reservas se están agotando y están convirtiendo esos desiertos en ciudades modernas orientadas al turismo, al comercio y a los servicios. Me asalta la duda de si ya no hay una sobreoferta de turismo en el mundo y los excedentes de ese oro negro se deban invertir en otras actividades productivas.

En Colombia, Ecopetrol, empresa mixta con mayoría de capital público, produce muy buenos dividendos para alimentar el presupuesto de la nación; paradójicamente, Reficar ha sido factor determinante en los resultados de la empresa, pero no podemos olvidar que el presupuesto de la nación está desbalanceado y se requieren más recursos para poder llevar bienestar a las comunidades más desfavorecidas. Pero la sostenibilidad de la empresa depende del fracking, mientras se proyectan a las otras energías alternativas, con miras a los próximos 10 o 20 años de reservas en nuestro territorio.

Venezuela tiene que moverse rápido y poner a funcionar a toda máquina su empresa petrolera PDVSA. Sería su salvación a la crisis; siempre y cuando, la codicia, que también genera corrupción, se los permita, evitando que sean unos pocos los que se lucren y puedan iniciar el proceso de reconstrucción de su país, que cuenta con las mayores reservas de ese oro negro.

Mejor dicho, toca aprovechar la riqueza que nos pueden generar las reservas del petróleo, haciendo su extracción con responsabilidad ambiental y social, sin codicia y sin corrupción, aprovechándolas en la satisfacción de las necesidades más sentidas de las comunidades más desfavorecidas, invirtiendo en infraestructura productiva, generadora de empleo y de riqueza, y preparando la empresa para el futuro con energías alternativas que suplan el agotamiento del petróleo.

Esas energías alternativas también se tendrán que hacer con responsabilidad social y ambiental, son infraestructuras muy costosas que, en su instalación y funcionamiento, utilizando el aire, el sol, el agua, el mar, presentarán afectaciones al medio ambiente; todo objeto extraño a la naturaleza afecta el medio ambiente.

El mundo requiere de la energía para su supervivencia y desarrollo.