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jueves, 28 de diciembre de 2023

A sacudirse Antioquia

Félix Alfázar González Mira
Por Félix Alfázar González Mira

No sabe uno por dónde arrancar para expresar la angustia, impotencia, el encierro y la insensatez sentida ante el avasallador centralismo del Gobierno contra Antioquia. Y esta, que con Pastora Londoño desde El Retiro en la colonia, José María Córdoba desde Rionegro (hoy Concepción) en la independencia y con Epifanio desde Yarumal y Bello en La República, le cantó y le canta siempre a la Libertad.

La suspensión de la delegación en temas mineros al departamento que se suma a la intervención de Savia Salud, la caja de compensación Comfenalco, el monitoreo a la megaminería, la desfinanciación de las 4G, revivir Caminos Vecinales, intentos de desintegración y para redondear la faena la intención de tomarse El Metro; no se puede recibir sino como una declaración hostil del Gobierno nacional que amerita que sus mejores hombres e instituciones, con la serenidad de análisis y la inteligencia que demandan los hechos, respondan con contundencia histórica a estas decisiones en contravía de la Constitución Nacional.

En su discurso de posesión el presidente Petro señalaba, en los diez puntos a cumplir, que era inexorable la aplicación cierta del artículo primero de la Constitución al establecer que Colombia es una república unitaria, descentralizada y con autonomía de sus entidades territoriales. Y está haciendo precisamente lo contrario: construyendo un centralismo voraz y alevoso en contra del desarrollo y la prosperidad de las regiones. Con mayores veras cuando reversa decisiones tomadas al tenor del artículo 302 que señala la pertinencia de desarrollar capacidades institucionales en los territorios para delegar, de la centralidad, funciones y competencias que válidamente puedan asumir los territorios. La delegación de esa competencia en el marco de la autonomía constitucional ha ocasionado que el 40% de la exportación de oro y minerales del país al igual que el 40% de la formalización minera nacional esté en este territorio, los 1.227 contratos de concesión hayan sido transparentes, único departamento del país en donde disminuyó la deforestación rehabilitando áreas, caracterización minera del territorio permitiendo definir rutas hacia la formalización, reconversión y reubicación de mineros; fiscalización minera eficaz que condujo a 213 decisiones de terminaciones de títulos dentro de total transparencia y más resultados imposibles de generar desde el Centro. Comparemos a Antioquia con la periferia minera nacional para darnos cuenta de que la autonomía es el camino. Lo demás son argumentos pueriles, de odio, de pasar cuentas de cobro, de división, politiqueros.

La historia de Antioquia, desde milenios prehispánicos, atravesando lo que denominan el descubrimiento, la conquista, la colonia y la república; siempre estuvo ligada a la minería con las explotaciones de sal y carbón en Guaca (Heliconia) y el oro en su espacio geográfico. Robledo en 1542 fundó la Ciudad de Antiochía, hoy Frontino, tierra y contornos del cacique Nutibara, detrás de El Dorado. Después de haberla establecida en Peque en 1541.

En 1785 comienza la gobernación de Juan Antonio Mon y Velarde llamado el regenerador de Antioquia al transformar el territorio de la provincia y con Francisco Silvestre la expedición de normas hacia el aliento de la minería aurífera.

Y repasemos la vocación autonómica y federal de nuestro departamento.

En 1812 en Rionegro se promulga la nueva constitución de la provincia, en la que esta se declara república independiente.

En 1813 se da el acto de independencia que desata definitivamente los lazos de dependencia de la provincia con España.

Hacia 1856, El Estado colombiano se declara una confederación, constitución que lleva la firma de don Mariano Ospina Rodríguez. El primer Estado soberano que se organiza es Panamá y el segundo Antioquia, bajo la dirección del conservador Rafael María Giraldo. Así se llega a la Convención de Rionegro, en 1863, con la Constitución de los Estados Unidos de Colombia, con sus nueve Estados soberanos. 78 años después se empezaba a cumplir la premonición de Mon y Velarde cuando le escribía a la corona española, “Aquella provincia, la más atrasada del Reino, llegará a ser algún día la más opulenta”. Solo se necesitaba soberanía total para el manejo de sus asuntos.

Empiezan los hitos paisas con Pedro Justo Berrío al frente del Estado soberano. La educación superior consolidando la Universidad de Antioquia y la técnica creando la Escuela de Minas, los ferrocarriles, la minería de oro a gran escala, cultivo del café, la industrialización, la colonización antioqueña, los puentes sobre el río Cauca, en fin, Antioquia pasa a ser la más opulenta del país.

El subsuelo era de los Estados soberanos y la constitución de 1886 hace la gran expropiación de esos recursos por parte del centralismo avasallador pasando esa riqueza a propiedad de la nación. ¿Lo estamos repitiendo ahora 137 años después?

¡¿Qué hacer Antioquia?! Cómo los franceses en mayo del 68: ¡la imaginación al poder! No descartar la calle pura y dura. Hay que arrancarle de la garganta al centralismo los derechos constitucionales que asiste a las regiones.

Name, el presidente del Congreso señala que “esta medida desconoce el camino trazado por nuestra Constitución, vulnera el principio de progresividad de la descentralización y contradice el artículo 28 del Plan Nacional de Desarrollo”.

Vale la pena un ejercicio jurídico ante el otro poder público, la Corte Constitucional, para explorar si desde ese ángulo se obliga a cumplir la Constitución por parte del ejecutivo nacional.

sábado, 3 de agosto de 2019

Historia del federalismo en Antioquia (Cuarta parte)


Por Julio González Villa*

Juan del Corral, Girardot y Caldas

Julio González Villa
Nariño comenzó a minar las provincias admitiendo y promoviendo la anexión de corregimientos de estas a Santa Fé, lo que ocasionó un malestar generalizado entre las provincias y Santa Fe, al punto que Baraya, enviado por Nariño se pasa de bando a las Provincias Unidas. El mismo Francisco de Paula Santander, subteniente de Baraya, dijo: “El desagrado que los pueblos mostraban en lo general por la privación de su gobierno propio y su incorporación a Santa Fe; las protestas de las provincias de Pamplona y Casanare de unirse a Venezuela si se les quería forzar a dicha incorporación; las reclamaciones enérgicas de los gobiernos de Cartagena y Antioquia contra la política del de Santa Fe, y sobre todo una enérgica excitación dirigida al mismo gobierno por el de Caracas, creo que decidieron a Baraya y a los principales oficiales de su columna, a negar la obediencia al Presidente Nariño, si persistía en querer reunir por la fuerza las provincias;…” Henao y Arrubla; Historia de Colombia; Tomo I; Plaza y Janés; Bogotá, 1987; Pag. 407

Nariño marchó con su ejército el 25 de junio de 1812 y comenzó la primera guerra civil, lo que se ha denominado en la historia: La Patria Boba. La Unión contra Santa Fe. Antonio Nariño, presidente de Cundinamarca, contra Camilo Torres, presidente del Congreso de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.

Aparece el teniente coronel Atanasio Girardot con las fuerzas de la Unión. Los españoles se hacen fuertes en el sur apoyados por su gran fuerza en el Perú.

La Provincia de Antioquia responde ante los ataques de Sámano a Popayán: el Gobierno de Antioquia envía sus batallones. Ayuda que fue agradecida por Frutos Joaquín Gutiérrez desde Tunja en mayo 1 de 1813:

“El Gobierno de la Unión da a V.E. las gracias por el auxilio de armas y soldados que ha decretado a favor de Popayán, aun en medio de lo que tiene que temer esa Provincia y de lo poco con que todavía cuenta en aquel genero. Pero esto mismo eleva su mérito y lo hace más apreciable en vista de la indolencia y de la fría insensibilidad que manifiestan otros pueblos cuando padecen sus hermanos…” Francisco Duque Betancur, Ibidem, pag. 444

Juan del Corral, quien ya aparecía desde el 12 de enero de 1810 como un dirigente de Antioquia, es referido y elegido para regir los destinos de Antioquia: ante la ocupación de Popayán por los realistas, fue el mismo presidente de la Provincia de Antioquia, don José Miguel de Restrepo, “quien promovió el cambio, para que la Legislatura nombrara un gobierno fuerte como lo hizo en la persona de don Juan del Corral, con las atribuciones de Dictador, lo que se cumplió el día 30 de junio” de 1813. (Duque Betancur, ibidem, pag. 444)

El 2 de agosto de 1813, ya en el cargo de dictador, don Juan del Corral dirige a Antioquia la siguiente proclama:

“Vuestros representantes conocieron los grandes peligros que de todas partes amenazaban al estado, y han ocurrido al único remedio que la experiencia de todos los siglos ha enseñado que debe adoptarse en medio de aquellos: Tal es la concentración del poder en un hombre, cuya voluntad sea la ley, o lo que es lo mismo la creación de un Dictador. Al hablaros con ese carácter con que se me ha revestido, yo no diré otra cosa sino que he renovado solemnemente el propósito que siempre tuve de sacrificarme todo entero por la salud de la Patria. No creáis, ciudadanos, que ésta sea una expresión estéril de mis labios; mis operaciones y mi conducta, a la cual apelo, os lo dirán mejor, y en todo tiempo responderán de la verdad de mis sentimientos. El cielo es testigo de que mi corazón no abriga uno solo que no sea dirigido al bien común, por el cual os vuelvo a asegurar, ciudadanos de Antioquia, que no omitiré sacrificio alguno por doloroso y terrible que me fuera”. Duque Betancur, ibídem, pag. 447

La Dictadura era una magistratura extraordinaria consagrada en la Roma republicana, necesaria, consentida y requerida cuando en caso de guerra peligraba el Estado mismo. Cincinato fue un claro ejemplo de los alcances de la Dictadura.

El 11 de agosto de 1813, siguiendo el ejemplo de la Villa de Mompós, de Cartagena y de Cundinamarca, se declara la independencia absoluta de España: el Estado Soberano de Antioquia desconoce como rey a Fernando VII y a cualquiera otra autoridad que no emane directamente del pueblo, o sus representantes; “rompiendo enteramente la unión política de dependencia con la metrópoli y quedando separado para siempre de la Corona y Gobierno de España”.

Francisco José de Caldas ante la reacción monárquica en Popayán viajó a Antioquia donde fundó la Maestranza en Rionegro. “En Medellín fundó luego los cursos de la Academia de Ingenieros en donde enseñó a sus discípulos álgebra, arquitectura militar y fortificación, artillería, arquitectura hidraúlica, geografía, cartografía y otras,…” entre 1814 y 1815. (Francisco Duque Betancur, ob cit. 455)

Al regresar Caldas a Bogotá, escribió lo siguiente sobre Antioquia:

“Esta Provincia en el día es un nuevo pueblo. Todo es guerra, defensa y actividad. No se piensa, ni se trata de otra cosa que de la organización de tropas, construcción de armas de todo género, y de apurar los últimos sacrificios con absoluta generosidad, y resignación. Cada momento crece la confianza pública, de manera que si el enemigo intenta pisar este suelo feliz, saldrá escarmentado de su loca temeridad. Tenemos un cuerpo respetable de tropas en Zaragoza para defender este punto contra cualesquiera tentativas de los españoles…”

“El que, como Editor de este periódico, haya examinado la estructura topográfica de la Provincia de Antioquia, el genio, las virtudes, las costumbres, y el modo de vivir de sus habitantes, no dudará que ella debe triunfar de sus agresores. El territorio, erizado de altas montañas por todas partes, que hacen los caminos difíciles, e impracticables. Sus fronteras, coronadas de baluartes soberbios que ha levantado la naturaleza, y que apenas ofrecen acceso por gargantas casi impenetrables, no serán escaladas por todos los tiranos reunidos, mientras que la moral de sus pueblos contribuya de algún modo a favorecer la defensa física de aquella Provincia. No, jamás será esclavizado un país, cuyos habitantes conservan esa semilla primitiva de costumbres de las sociedades políticas; que frugales y endurecidos con el trabajo aún no se han enervado por los vicios de una sensualidad refinada; y que dóciles y obedientes a las órdenes de su gobierno, saben caminar sin violencia ni coacción por la senda del honor, a que voluntariamente los dirige su íntegra probidad”.

“¡Habitantes de Antioquia! Recibid este tributo de mi gratitud, que ahora lejos de vosotros puedo pagaros, sin otro estímulo que el de la verdad. Cuando un tirano infame me arrebató mi patria y mi familia, no dejándome partido que escoger entre la emigración y la muerte, vosotros me brindasteis una hospitalidad generosa. Cuando yo no podía hallar en el país que me dio el ser, otra cosa que proscripciones, y exterminios, vosotros me colmasteis de honores, dándome parte en la administración de vuestros intereses. Vuestras virtudes me son queridas; y yo respeto ese suelo sagrado en donde debe tener un asilo la libertad. Conservad vuestras costumbres inmaculadas, que forman vuestro principal ornamento. Ellas y las barreras que ha levantado la naturaleza en vuestro país, deben inspirarnos el noble atrevimiento de desafiar la cólera de todos los opresores, en la confianza de vencerlos”. Fco Duque Betancur, ob cit, pag. 455

Don Juan del Corral fallece en Rionegro el 7 de abril de 1814 (En la Catedral de Rionegro, en la nave lateral derecha, se encuentra enterrado el gran Juan del Corral). Viene la reconquista española de Antioquia a manos del Coronel Warleta, quien entra por el Nechí, nordeste y toma a Medellín en abril de 1816.

jueves, 11 de julio de 2019

La historia del federalismo en Antioquia (segunda parte)

Por Julio González Villa*

La constitución antioqueña de 1811

Julio González Villa
Habíamos dejado nuestro primer artículo en 1810, es decir, repasamos la actitud de Antioquia ante la invasión napoleónica a España. Revisemos las actitudes antioqueñas una vez se dictaron las actas de independencia de 1810.

El 27 de junio de 1811, la Suprema Junta de Antioquia, obsérvese bien como la Provincia de Antioquia habla por sí misma a través de su propia Junta, a quien nomina Suprema, esa Junta Suprema, dictó una constitución provisional en donde manifestó reasumir su soberanía:

“Que desde el instante en que el señor don Fernando VII, sin el consentimiento de la nación abdicó la Corona en una extranjera dinastía, y fue cautivado por el Emperador de los Franceses, los pueblos, y entre ellos el de Antioquia, reasumieron la soberanía y los sagrados e imprescriptibles derechos concedidos al hombre por el Autor Supremo de la Naturaleza, en cuyo goce y ejercicio entraron desde el 20 de julio, que fueron depuestas en Santafé las autoridades que indebidamente lo impedían”. Francisco Duque Betancur; “Historia del Departamento de Antioquia”; Imprenta Departamental; 1967. Pag. 425.

Llama la atención de esa proclamación de 1811 cómo quienes redactaron, suscribieron y promulgaron esa primera Constitución, están absolutamente influenciados de los dictados de la Revolución francesa: los conceptos de soberanía y los sagrados derechos del hombre.

Esta Junta Suprema, que dictó esa constitución el 27 de junio de 1811, estaba compuesta por José Elías López Tagle, doctor José María Montoya (de Rionegro), pbro. doctor Lucio de Villa (de Medellín), don Manuel Antonio Martínez, don Juan Nicolás de Hoyos (de Marinilla) y doctor José Antonio Gómez. Mírese que esas son las villas realmente importantes de Antioquia en ese entonces, Santa Fe de Antioquia (la capital), Medellín, Rionegro y Marinilla.

Esta Constitución de 1811, contraría la de Cundinamarca que aceptaba un sustituto de Fernando VII, si este no podía venir a Bogotá “sustituto que sería un ‘presidente, como vicepresidente de Fernando VII’” (Henao y Arrubla). En Antioquia se manifestaba un nuevo espíritu ya que hacía referencia al despotismo de tres siglos y se exhortaba a los ciudadanos con frases como esta: “Conoced vuestros derechos, estudiad los fundamentos de la política, y ganad el inestimable bien de la libertad”. Fco. Duque Betancur, ob cit, pag. 428

En su título 3 se consignó:

“1. El presidente del Estado ejercerá el Poder Ejecutivo en toda la Provincia. 2. El Presidente se mudará cada seis meses y se nombrará del cuerpo de los representantes, a pluridad absoluta de sufragios”.

Es en 1811 que se establece el sello de Antioquia:

“En la ciudad de Antioquia, capital de la Provincia, a dos de septiembre de mil ochocientos once; congregado en su Palacio el Supremo Poder Legislativo, y propuesta por materia de sus deliberaciones el sello de que deba usar el Estado, las insignias y uniformes de los individuos de la Representación Nacional, y el Tribunal de Real Hacienda, se acordó lo siguiente:

“Que se rompa inmediatamente el sello del Estado, en forma ovalada, dividido en cinco cuarteles y con una inscripción en la circunferencia, que diga: FE PUBLICA DEL ESTADO LIBRE E INDEPENDIENTE DE ANTIOQUIA, la cual irá orlada por un lado con una palma, y por el otro, con un olivo. El principal de los cinco cuarteles lo ocupará un cuervo posado sobre un árbol frondoso; el segundo, una torre; el tercero, un león; el cuarto, dos brazos y manos enlazadas, y el quinto seis ramas de palma cogidas con una cinta; y en la extremidad, las seis iniciales R.Z.C.Y.C.B. Cuyas armas son alusivas a los cuatro ilustres Ayuntamientos; y las del último cuartel, a los seis lugares no sujetos a departamento capitular que son: Remedios, Zaragoza, Cáceres, Yolombó, Cancán y San Bartolomé”. Francisco Duque Betancur, ob cit. Pag. 432.

Se debe destacar, conforme a este sello, la tradición minera de Antioquia. El nordeste antioqueño protagoniza la economía antioqueña, Remedios, Zaragoza, Cáceres y Yolombó.

Al finalizar 1811 se instala la Primera Asamblea Constituyente de Antioquia donde se destaca en el juramento que hicieron los constituyentes “la omisión absoluta del nombre real” (Francisco Duque Betancur, Pag. 434):

“¿Juráis a Dios y a la Patria servir, ejercer y desempeñar bien y fielmente el delicado encargo que os han conferido los Pueblos de este Estado y de darles una Constitución que les garantice sus sagrados e imprescindibles derechos de libertad, seguridad y prosperidad; sostener nuestros dogmas católicos y hacer se guarde la Religión sagrada que profesamos, por lo cual si necesario fuere, derramaremos hasta la última gota de nuestra sangre?”.

Ya Antioquia rompe con el Rey.

Antioquia promueve una unión con las demás provincias. El 27 de noviembre de 1811 las Provincias de Antioquia, Cartagena, Neiva, Pamplona y Tunja se confederan y crean el Estado que llamaron Provincias Unidas de la Nueva Granada, dándose una constitución. Cundinamarca, es decir, Bogotá, se niega a suscribir esa Acta de Federación por sus ambiciones centralistas:

“…han proclamado sus deseos de unirse a una asociación federativa, que remitiendo a la totalidad del Gobierno general las facultades propias y privativas de un solo cuerpo de nación reserve para cada una de las provincias su libertad, su soberanía y su independencia, en lo que no sea del interés común, garantizándose a cada una de ellas estas preciosas prerrogativas y la integridad de sus territorios…”

Es importante destacar cómo Antioquia reconoce que existen algunas circunstancias que ameritan una centralización y en esto se distanció de la Provincia de Cartagena que era radicalmente federal por sus defensas militares (murallas, castillos, etc..) y por su enfrentamiento con provincias contrarrevolucionarias, es decir, dominadas por españoles, como lo eran Riohacha y Santa Marta, al otro lado del río Magdalena:

“Por otra parte la Junta de Cartagena se dirigió a todas las demás provincias por medio de un manifiesto en el que proclamaba el sistema federal de gobierno, en oposición al central que propiciaba la Junta Suprema del Reino en Santafé de Bogotá. Para lo primero contaba Cartagena con sus buenos elementos bélicos y con su posición de avanzada para la defensa, a tiempo que proponía la reunión del Congreso, no en Bogotá, sino en Medellín, por su clima medio y su situación intermedia. A esto la Provincia de Antioquia mantuvo una actitud de prudencia y como se verá más adelante, aunque optó por el sistema federal, fue partidaria de la centralización de los ramos de Guerra y Hacienda, como lo reclamaba la elemental necesidad de la defensa nacional”. Fco. Duque Betancur, ob. Cit, pag. 427