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viernes, 25 de noviembre de 2022

De todos y de nadie

José Leonardo Rincón Contreras
Por José Leonardo Rincón, S. J.*

Bogotá, como capital de la República, acoge a todos, propios y extraños. Es de todos y a la hora de la verdad: ¡de nadie! Muchos han querido y han logrado ser sus alcaldes, más como trampolín político para su carrera hacia la presidencia que propiamente porque les conmueva o interese su suerte. Saben que si lo hacen bien se les despeja el camino hacia la casa de Nariño.

Pero Bogotá es una cosmópolis enorme e inmanejable que a muy pocos les duele. Rolos, rolos, de esos cachacos auténticos originarios de esta sabana, pocos, pocos. Sus habitantes son en su mayoría la resultante de una simbiosis o, si se quiere, una amalgama de culturas y tradiciones de todas partes. Aquí hay de todo como en botica. Todos quieren usufructuarla, pero pocos están decididos a cuidarla. La modélica cultura ciudadana que uno viera en antaño en otras ciudades aquí ha brillado por su ausencia. La gente despotrica de su desorden, su inseguridad, sus basuras, su caos vehicular, su inclemente clima, todo lo que quieran, pero muy pocos estarían dispuestos a contribuir para sacarla adelante y hacerla bella y grata.

La pared y la muralla son el papel de la canalla, decían los ancestros con razón, sin embargo, una gaminería que pide se les respete ha pintorroteado muros y monumentos. No hay ninguna obra de arte, no hay expresión más allá de su afán de dejar constancia del querer marcar territorios y ensuciar más la ya mugrosa cara que tiene. Se colocan canecas de costoso aluminio para que se depositen allí las basuras y si no se las roban, tiran los desechos por fuera para contribuir a hacer más grotesco el espectáculo. Las torres de señalización se vuelven el tablero de pelafustanes desocupados que borran cualquier vestigio de información. Las estaciones del Transmilenio se vandalizan descaradamente cuando la turba se enardece y sus torniquetes de acceso son ridiculos monumentos que solo utilizan unos pocos, porque todos quieren colarse gratis en sus artículados.

Me impacta ver el multimillonario gasto haciendo ciclorutas, estrechando aún más las angostas calles, colocando miles de costosos taches que las demarcan, separadores y columnas verticales, hectolitros de pintura derramados en el piso con colores diferenciados, todo eso para que los intrépidos ciclistas sigan raudos haciendo cabriolas entre los carros o asustando gente en los andenes y esas lujosas vías que les hicieron, de adorno y a merced de ladrones que se roban lo que pueden. Millones de millones para artefactos inútiles y ni un solo peso para tapar los huecos de la destrozada malla vial. En estos días decían que diariamente se accidentan y mueren motociclistas victimas de caídas en cráteres abísmales. Prefieren pagar las autoridades miles de millones en SOAT, pólizas de seguros y abarrotadas salas de urgencias con jóvenes lisiados de por vida, que gastar en mejorar las vías. Pareciera que cada funcionario quiere lucirse con sus obras, pero que no hay planeación ni coordinación a la hora de ejecutarlas.

Sepultado Carreño y sus normas básicas de urbanidad. Olvidado Mockus el único alcalde que luchó por rescatar esas elementales normas de comportamiento ciudadano. Desterrada la educación cívica de las aulas. Ignorada desde la cuna por padres de familia y desde la escuela por amedrentados educadores… La caótica vorágine capitalina está a la deriva del sálvese quien pueda. Decía el popular Gómez Bolaños en sus libretos: “Y, ahora, ¿quién podrá defendernos?” ¿Algún torpe Chapulín o alguien con coraje, tenacidad y pantalones bien puestos?

lunes, 29 de abril de 2019

Contradicciones


Por Antonio Montoya H.*

Antonio Montoya H.
Colombia es un país contradictorio, nosotros, los ciudadanos, también lo somos. Nos la pasamos pidiendo acción, claridad, gestión y cuando eso que es tan escaso se da ya la consideramos equivocada, errónea y la criticamos fuertemente.

Me voy a referir a tres casos puntuales en los que la justicia colombiana, específicamente el Consejo de Estado, alto tribunal de la rama judicial, se pronunció y emitió tres sentencias que afectaron a tres altas personalidades. Con dos de los fallos perdieron la curul Antanas Mockus y Ángela Robledo; en el otro, la decisión fue favorable y se salvó la vicepresidenta Marta Lucia Ramírez.

Me atrevo a decir que las tres decisiones fueron acertadas, no obstante, los de la izquierda, comunistas y demás, corren a opinar lo contrario, porque casualmente las tres sentencias fueron adversas a sus intereses políticos. Aclaro no estoy defendiendo interés alguno en el tema y no tomo partido, por ello, para que los ciudadanos con calma puedan comprender la magnitud de lo ocurrido, enunciaré los elementos de cada uno de los casos y así, al final, tomarán su propia decisión frente a la pérdida de investidura de dos de ellos y a la conservación de la misma en el tercer caso.

Caso Antanas Mockus: se da la nulidad de la elección porque se demostró que Samuel Murrain, director ejecutivo de Corpovisionarios, había firmado con el Estado un contrato, que es igual a decir que se comprobó que actuó a nombre y representación de Antanas Mockus, quien era el representante legal de dicha firma. Aunque fue por un alto valor esto no tiene incidencia, lo que sí es de relevancia y objeto de la nulidad de la elección es que se dio cuatro meses antes de las elecciones al Congreso y violó de una manera clara la norma sobre contratación. Es cierto y no admite duda en contrario que se firmó el contrato violando normas y por eso fue la nulidad de la elección.

Caso Ángela Robledo: se demandó por la figura jurídica de la doble investidura al cambiar del Partido Verde a la Colombia Humana, sin cumplir con los requisitos establecidos en la ley. Para cumplir la norma y no perder la investidura debió renunciar al Partido Verde doce meses antes de presentarse como candidata a la vicepresidencia por el movimiento Colombia Humana, lo cual se convierte en un hecho evidente, que tampoco admite discusión alguna, y por ende, probada la causal, la consecuencia es la pérdida de investidura.

Caso Marta Lucía Ramírez: fue demandada por las mismas razones que Ángela María Robledo y por ende se buscaba la pérdida de investidura, pero el de uno y otro fueron casos distintos, diferencia que fundamentalmente radica en que la vicepresidenta no ocupaba ningún cargo de elección antes de postularse, su origen fue distinto y de esa forma no tenía que renunciar a nada.

En conclusión, tres casos diferentes fallados coherentemente. Así y todo, hay inconformismo. Dicen unos que se busca acabar con la oposición, afirmación que no tiene sustento alguno. Se falló con base en requisitos previamente establecidos, y fue por cuenta propia que perdieron la curul quienes la perdieron, porque desde el principio se les dijo lo que podía ocurrir, porque incumplieron con las reglas del juego. Aun así, no han tenido la dignidad de reconocer su error y aceptar que la justicia operó en debida forma. Otros dicen que son fallos amañados, pero no prueban por qué.

En estos casos se falló pronto, para unos en justicia, para otros no, pero, la independencia de la justicia se vio, no admite duda. Lo que debemos invitar es a que se acepten los fallos y se corrijan los errores cometidos porque de lo contrario los volverán a cometer.

Esta semana tendremos un nuevo round, esta vez en el Congreso, donde se debatirán las objeciones, si ganan los que están a favor de no tener en cuenta las seis (6) objeciones presidenciales saldrán a decir que ganó la justicia, si se logra aceptar alguna objeción dirán que se está en contra de la paz. Por mi parte solicito respeto a las decisiones, sean favorables o no, porque esa es la única forma de creer en la justicia y en el Congreso de la República.