Luis Alfonso García Carmona
El mar de
confusiones en que se debate el país por cuenta de la falta de coherencia de
sus dirigentes (gobernantes y jefes políticos) impide tener la suficiente
claridad para adoptar conductas benéficas para su futuro.
Antes que pensar en
emigrar en busca de desconocidos horizontes, o de refugiarse en una peligrosa
indiferencia por los asuntos públicos que conciernen a todos, lo recomendable
es acudir a la reflexión para encontrar la claridad que nos permita
aportar algo de provecho por esta agobiada patria antes de que sea demasiado
tarde.
Comencemos por
identificar las causas responsables de la confusión política y, una vez
conocidas, procedamos a neutralizarlas para alcanzar la deseada claridad:
1.
Crisis de representatividad por parte de quienes se
arrogan la función de orientadores de opinión.
2.
Desorientación ideológica, mediante infundados
señalamientos de “extrema derecha” u otros parecidos, a quienes no comparten
las mismas ideas, con el único propósito de desorientar a la opinión.
3.
Multiplicidad de alianzas que, con el embeleco de
una inviable unión, sólo conducen a una renuncia a los valores fundamentales
que debemos preservar o al continuismo, en cabeza de otro que seguirá
con el mismo proyecto político en una especie de testaferrato.
4.
Falta de claridad en las propuestas para enmascarar su
verdadera dirección. Se ofrece, por ejemplo, aumentar los ingresos de la clase
trabajadora, cuando lo que se persigue es la ruina de las empresas, el aumento
del desempleo y el caos social.
5.
Desconexión entre gobernantes y gobernados.
Cuando carece el régimen del respaldo popular, se incrementa la persecución
política, se fomenta la criminalidad, se deterioran de los programas de
bienestar social, se aumentan las cargas tributarias y se incentiva la
corrupción a través de la impunidad. De esta manera se llega al país
totalitario en el que cada vez se requiere menos apoyo popular y más crecimiento
de la burocracia estatal.
6.
Fragilidad institucional. Es una tradicional falencia
del sistema democrático que la izquierda radical sabe aprovechar para
desmoronar la separación de poderes, el >Estado de derecho, el respeto a la
voluntad soberana del pueblo y el orden público, y, en consecuencia, precipitar
la llegada del marxismo-leninismo.
7. La confusión genera miedo pues todos los instrumentos de poder radican
en una burocracia temporal que aspira a perpetuarse en el poder a través
del miedo, y el miedo inhibe a la sociedad para levantarse contra la iniquidad
y restaurar el orden.
8. El pensamiento caduco y egoísta de las castas políticas
acostumbradas al “laisssez faire, laissez passer” (dejar hacer, dejar
pasar) ahoga cualquier movimiento independiente que, sin el aval de los
depositarios tradicionales del poder, irrumpa en el escenario político para
dispersar la confusión y traer claridad a la noche más oscura de nuestra
historia.
9. Quienes más se benefician con la confusión son los que alimentan los
vetos a sus rivales con cualquier excusa, y los que proponen uniones de
liliputienses sin posibilidad alguna para detener la entrega del país al
totalitarismo narco-comunista.
Revisemos la
convulsa coyuntura actual y nos toparemos fácilmente con aquellos que
contribuyen a propagar la confusión en su propio beneficio y con el líder
que en este estado de supervivencia requiere el país, el independiente Abelardo
de la Espriella, para salir del fango de las vanidades y enfrentar con fervor
patriótico al verdadero enemigo que todos a una debemos combatir.
