jueves, 13 de noviembre de 2025

Los nuevos símbolos

Fredy Angarita
Fredy Angarita

Cada generación inventa sus propios gritos, pero los jóvenes del siglo XXI ya no gritan, viralizan, ya no alzan pancartas de tela, sino imágenes que viajan en un segundo por pantallas anónimas, memes, íconos, banderas nacidas del manga. Lo que antes era ideología, hoy es símbolo; lo que antes era consigna, ahora es #hashtag.

En Asia y África, la bandera de One Piece –una calavera con sombrero de paja–, ondea en manifestaciones que exigen democracia, electricidad y libertad digital[1]. Según The Guardian, esa imagen “se convirtió en un símbolo de liberación” para la juventud asiática que desafía regímenes autoritarios.[2]

La ficción se filtró en la realidad, el dibujo dejó de ser entretenimiento y se volvió estandarte. No es la primera vez.

En los setenta fueron las flores del flower power: resistencia pacífica, el amor como protesta. En los ochenta, el grafiti pasó de ser un acto clandestino a un símbolo cultural global de rebeldía, creatividad y resistencia. En los dos mil, la máscara de Anonymous se transformó en protesta contra el poder financiero y político. Cada tiempo reescribe sus símbolos de resistencia.

Le Monde reportó que, en Antananarivo, capital de Madagascar, “los manifestantes usaban iconografía de la cultura pop para exigir dignidad”[3] The Statesman confirmó que, en Katmandú, capital de Nepal, “una figura del manga japonés se convirtió en emblema contra la censura digital”.[4]

Quizás los jóvenes –la llamada generación Z o centennials– comprendieron algo que los adultos olvidamos: un símbolo no necesita permiso, ni discurso, ni partido, solo necesita ser sentido. Un dibujo, un color, una máscara… pueden convertirse en refugio cuando las palabras ya no bastan.

Los símbolos juveniles ya no pertenecen a un país, sino a una emoción colectiva, la de no querer callar más. Ahí está su poder.

Hasta el momento no está claro, de forma documentada, que en Colombia se use esta insignia en protestas, pero ya está en el radar.[5]

Este año, la protesta que más marcó el entorno nacional no fue una marcha, sino un grafiti, el mural Las cuchas tienen razón generó debate y resistencia.

*En Medellín, fue eliminado del deprimido de la Terminal del Norte por orden de la Alcaldía, desatando una fuerte discusión pública sobre memoria histórica y desapariciones forzadas.[6]

*En Bogotá, el mural fue pintado el 17 de enero de 2025 y cubierto la noche siguiente con pintura negra por personas vestidas de negro, provocando su viralización y nuevas intervenciones artísticas. [7]

*En Cali, el mural fue borrado parcialmente entre el 19 y 20 de febrero por cuadrillas de la Alcaldía durante labores de infraestructura; la administración argumentó que la obra “no estaba priorizada”.[8]

*En Bucaramanga y Manizales, el mensaje también apareció y desapareció, multiplicando la polémica sobre el borrado y la memoria.[9]

En un país quizás el desafío no sea borrar los símbolos, sino aprender a leerlos. Ni la derecha ni la izquierda tienen el monopolio del dolor, ni del sueño. Que los muros, las máscaras y las banderas no nos dividan más, sino que nos recuerden que seguimos buscando lo mismo, un país que escuche.